El Salvador: ¿No quieren o no pueden?
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Después de cuatro meses de gestión del nuevo gobierno, que de "nuevo" no tiene mucho, es realmente preocupante darse cuenta de que todo lo que ofrecieron en su campaña electoral no tiene sustento real. Por lo que se aprecia, no existen los recursos, ni la estrategia, ni el plan de gobierno para realizar una gestión decorosa.
Una muestra emblemática de esta administración es el SITRAMSS, un monumento a la falta de visión y de eficiencia operativa de la que están haciendo gala. No hay otra forma de calificar el caos que están ocasionando con el transporte y que está generando problemas a una parte importante de la población y pérdidas económicas a muchas empresas.
Las extorsiones, los homicidios y la delincuencia común están desbordadas, no existe un plan integral ni se ve por asomo el objetivo claro de erradicar este flagelo. La situación actual es crítica, ya no se debe perder tiempo en más análisis, diagnósticos y presentaciones que no llevan a ninguna acción concreta. De esto hay muchísimos estudios realizados por cantidad de instituciones y organismos nacionales e internacionales de alto nivel.
Lo que pide la población es liderazgo y personalidad por parte del presidente de la República y sus ministros, para que tomen decisiones ejecutivas y le entren de lleno a la mayor piedra de tropiezo que tiene el país en la actualidad.
Al comparar el crecimiento económico, la inversión extranjera, el nivel de atención médica, el suministro de medicinas y la calidad y condiciones de la educación pública de nuestro país con la de otros en la región, no hay duda que estamos lejos del camino correcto. Es acá donde nace la pregunta: ¿es que nuestros gobernantes no quieren o es que no pueden hacer las cosas bien?
Una opción es que no quieran gobernar bien ya que su finalidad, bajo esta óptica, es llevar a la población a un nivel de desesperación y pobreza donde las personas sean fáciles de manipular. De esta manera, buscarían convertir la democracia en un sistema totalitario.
La otra opción, es que no puedan gobernar bien ya que no tienen experiencia y varios de sus funcionarios no son idóneos para los cargos que ocupan. En este caso, existe la oportunidad que podrían dejarse ayudar con muchas personas que lo harían con gusto.
Dentro de esta dualidad, el escenario más oscuro sería que la realidad que vivimos fuera el resultado de ambas opciones. Esto, como reflejo de no percibir la voluntad para resolver las demandas de la ciudadanía y tampoco la capacidad notoria para resolver los problemas de forma estructural.
En otras palabras, que no quieran y que no puedan hacer bien las cosas. Todavía falta mucho camino por recorrer para dejar claras las inquietudes que se tienen sobre esto. Ojalá que puedan demostrar con hechos todo lo que argumentan con palabras.
Ahora es tiempo que los ciudadanos hagamos valer más el derecho y el deber de levantar la voz para exigir que las cosas se hagan bien. Hay que salir del pesimismo y la desesperanza que llena a muchos salvadoreños al ver cómo el país no sólo no avanza, sino que retrocede en varios aspectos.
Velar por un mejor desempeño de las autoridades tiene que ser un compromiso de todos. No debemos permitir que una minoría denominada "clase política" atropelle la esperanza y el futuro de una mayoría que somos todos los ciudadanos de bien que tiene El Salvador.
El autor es colaborador de El Diario de Hoy.
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