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La reciente noticia respecto al próximo acuerdo de Estados Unidos con Cuba no puede menos que recordarme las sabias palabras de Winston Churchill referentes al regreso de Chamberlain y Deladier del acuerdo con Hitler y Mussolini en Munich y dijo: “Perdieron el honor para evitar la guerra y ahora tendrán la guerra sin el honor”.
La Segunda Guerra Mundial fue el resultado de aquel encuentro. Para comenzar debo decir que a mi juicio existe una diferencia fundamental entre la decisión unilateral de eliminar el embargo, y el supuesto acuerdo de Obama con Raúl Castro.
Hace mucho tiempo me percaté de que más allá de las razones para la imposición del embargo, lamentablemente el resultado del mismo había sido contraproducente en sus efectos políticos. El enfrentamiento de Fidel Castro con Estados Unidos comenzó el propio día de su llegada a La Habana cuando en su discurso dijo: “No estamos aquí por el Pentágono sino en contra del Pentágono”. Y seguidamente deshizo la base militar de Estados Unidos en La Habana y confiscó todas las propiedades de los americanos en Cuba.
Esta actitud pudo haber sido sorpresiva para el gobierno americano. Como bien describe el embajador de Estados Unidos en la Habana Earl T. Smith en su libro “El Cuarto Piso”, el gobierno de Eisenhower colaboró con la caída de Batista. El Departamento de Estados Unidos mediante la política seguida por sus representantes Sol Linowits y Roy Rubotton decidió desconocer el triunfo del candidato de Batista en las elecciones de 1958, el presidente electo Rivero Agüero. O sea, el gobierno americano en aquella oportunidad apoyó indirectamente el acceso de Fidel Castro al poder, no obstante las advertencias de su embajador respecto a la evidencia del comunismo de los revolucionarios.
Ahora bien; ante la actitud de Fidel Castro, la ruptura de las relaciones diplomáticas y la imposición del embargo -no bloqueo- fueron decisiones más que racionales. Desafortunadamente como he dicho en múltiples oportunidades parafraseando a Pascal, “La política tiene razones que la razón no conoce”. En consecuencia de esa realidad el embargo se convirtió ante el mundo como el determinante del fracaso económico de la política de Castro. Y esa percepción ha llegado lamentablemente hasta nuestros días.
Una cosa es eliminar unilateralmente el embargo y que sean los americanos si les parece tomen el riesgo de invertir en un país en el que no se respetan los derechos de propiedad, y otra es repetir el intento del Piso Cuarto en 1958 de llegar a un acuerdo con Fidel Castro. No obstante el error político que ese proceso implicaba, tal como lo explicita Earl T. Smith, en aquella oportunidad se desconocían los crímenes cometidos por los Castro durante su gobierno y así como su responsabilidad por la subversión en América Latina.
Según las últimas noticias el acuerdo propuesto por Obama implica no solo la supresión del embargo, sino el reestablecimiento de las relaciones diplomáticas y la apertura de una embajada en La Habana. Aparentemente y tal como lo explica Marcos Rubio el acuerdo no conlleva ningún requerimiento de que se respete el derecho de prensa ni tampoco se cree la posibilidad de la creación de un partido de oposición y que haya elecciones. Por tanto, estaría aceptada la continuidad del poder del gobierno más criminal que haya conocido América Latina.
Desde mi punto de vista, preguntar a los cubanos en la isla públicamente qué piensan del acuerdo, es desconocer la realidad política que se enfrenta, pues el miedo es determinante de los comportamientos individuales en los países totalitarios. Por esa misma razón el Parlamento Cubano aprobó unánimemente el acuerdo con Estados Unidos. Ya debiéramos saber que en los países totalitarios se invierte la expresión “Cogito ergio sum” y se expresa “Sum ergio no cogito”. Es decir que se existe porque no se piensa, pues se sabe que al que se opone al gobierno lo liquidan. Consecuentemente saber qué piensa la gente en los países totalitarios como Cuba es un sueño de una noche de verano.
Podría decir que los que no han tenido afortunadamente la experiencia de vivir bajo un régimen totalitario, puedan encontrar favorable y conveniente este acuerdo para la libertad y la economía de los cubanos en la isla. Pero la realidad a mi juicio es que este acuerdo a quien beneficia es al régimen criminal que ha regido en Cuba por 56 años, y que hoy a causa de la caída de la economía rusa y la debacle venezolana se encuentra en la peor de sus situaciones. Por tanto, como bien dice Marcos Rubio, este acuerdo es una victoria para el gobierno cubano, en un mundo que se empeña en desconocer el genocidio cubano.
Más aun pareciera que esta decisión de Obama significa el reconocimiento de que la culpa de la falta de libertad y la pobreza de Cuba la ha tenido el embargo y la ruptura de relaciones de Estados Unidos con Cuba. Tanto así que la presidenta Cristina ha señalado que finalmente Estados Unidos ha dado la razón a Fidel Castro. La realidad como hemos dicho es muy otra pues tanto la ruptura de las relaciones como la imposición del embargo fueron en respuesta a la política criminal de Fidel Castro.
Por las razones dadas anteriormente es indudable que no sabemos lo que piensan ni siquiera los que forman parte de la “Nueva Clase” (Milovan Djilas). En los sistemas totalitarios la lealtad es sinónimo de obsecuencia, y por ello no sabemos siquiera qué pasará el día que Raúl y Fidel desaparezcan de la escena política. Y esto no va a pasar de motus propio sino tan solo cuando Cronos se apiade de los cubanos así como hizo con los venezolanos.
La historia muestra que ningún régimen totalitario fue reformado por los iniciadores del mismo. Solo la muerte de Stalin y de Mao Tse Tung permitieron las reformas que han tenido lugar en Rusia y en China. Por supuesto en Alemania se debió a la entrada del ejército americano.
Por todas esas razones creo que el acuerdo con Obama no cambiará el curso de la política en Cuba en tanto y en cuanto permanezcan los Castro en el poder. Ese acuerdo de factum refleja la misma actitud política adoptada por la Unión Europea con respecto al gobierno de Cuba y ello no ha implicado ningún cambio de la situación política en Cuba. Recordemos que los inversores extranjeros deben pagar los sueldos de sus empleados al gobierno y éste en nombre de la Dictadura del Proletariado, les devuelve a esos empleados una migaja del ingreso obtenido. Creo que esa lamentable política no cambiaría si los inversores fuesen los americanos.
La única política razonable en nombre de la libertad frente a un gobierno totalitario es la que se llevó a cabo frente a los gobiernos de Panamá, Nicaragua y muy importante la llevada a cabo por el presidente Johnson cuando mandó los marines a Santo Domingo, y hoy “Santo Domingo lo tiene todo”. Cuba flota por la traición de Kennedy en Bahía de Cochinos y más tarde al continente cuando durante la crisis de los misiles entregó a Cuba a la órbita Soviética.
Dado el aparente triunfo ético, intelectual y político de la izquierda en el mundo Occidental, una actitud de esa naturaleza sería considerada una vez más como la expresión del imperialismo americano, no obstante que ella le otorgaría nuevamente la libertad a los cubanos. Pero dado lo dicho anteriormente la única posibilidad de que vuelva la libertad a Cuba depende de la muerte de los Castro, y la aparición de alguien a quien no conocemos, que surja del interior del poder con la intención de cambiar el rumbo.
Por supuesto, como es de esperarse toda la ciudadanía cubano-americana está masivamente en contra de este acuerdo. No puede menos que reconocerse la bronca que puede causar una decisión de esta naturaleza de reencuentro con los Castro de todos aquellos que han y hemos tenido que sufrir las consecuencias de su llegada al poder. La pérdida de familiares, de amigos de propiedades y la separación de las familias. Alguna vez tomé conciencia de que mientras más razón para la bronca, menos razón para la acción pues la bronca obnubila el entendimiento. Desde ese punto de vista nada me haría más feliz frente a la alternativa que enfrentamos que estar equivocado y que este proyecto pueda llevar nuevamente a Cuba la libertad y el bienestar que se merece.