¿Quién mató a Alberto Nisman?
Cuesta saber quién tiene más que ganar, y menos que perder, con la muerte del fiscal argentino Alberto Nisman. Yo diría que Irán.
El funcionario se disponía a testificar la semana pasada ante el Congreso de Argentina sobre su investigación de la bomba que explotó en 1994 en un centro comunitario judío en Buenos Aires y que mató a 85 personas. En 2006, el fiscal acusó a siete iraníes y a un miembro libanés de Hezbolá del crimen. Ninguno ha sido capturado, aunque el sospechoso libanés fue muerto en Siria en 2008.
Unos días antes, Nisman presentó una denuncia penal ante un tribunal argentino, argumentando que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el ministro de Relaciones Exteriores Héctor Timerman habían pactado un acuerdo secreto con Irán para no perseguir a los terroristas a cambio de petróleo iraní y de compras de granos argentinos por parte del gobierno en Teherán.
Nisman aseguró que tenía un caso sólido contra la presidenta y sus presuntos coconspiradores y dio a conocer una denuncia penal de 300 páginas a partir de su investigación. El fiscal prometió hacer nuevas revelaciones durante su audiencia.
Su objetivo, sin embargo, nunca fue derribar a la presidenta. Lo que buscaba era hacer justicia para las víctimas del atentado y el 14 de enero habló de un nuevo plan para lograrlo en el programa de televisión argentino A dos voces. “Está muy próximo a salir, y digo muy próximo a salir porque ya tengo la decisión tomada, estamos en las correcciones finales. Existe una forma para extraditar (…) que los iraníes sean juzgados en la República de Argentina”.
Menos de una semana después, el fiscal apareció muerto. Su cuerpo fue encontrado la noche del 18 de enero, el día antes de su aparición en el Congreso, en el baño de su apartamento en Buenos Aires con una bala calibre .22 en la cabeza.
Casi de inmediato, el secretario de Seguridad de Fernández de Kirchner, Sergio Berni, llegó al apartamento y declaró que la causa de la muerte era un aparente suicidio.
Desde entonces, sólo ha habido confusión. Primero se supo que la puerta de servicio del apartamento estaba cerrada con llave desde adentro, luego un cerrajero que fue llamado a la escena contradijo tal hipótesis. Primero sólo se podía entrar al apartamento de dos maneras, luego los investigadores anunciaron que había una tercera vía y que huellas recientes habían sido encontradas en un estrecho pasillo. Primero se sugirió que las pruebas de restos de pólvora en las manos de Nisman eran importantes. Cuando los resultados fueron negativos, se consideró un factor irrelevante, porque, bueno, eso puede suceder con las balas pequeñas. Un sinnúmero de preguntas siguen sin respuesta, como la razón por la que sus guardaespaldas no estaban, según se informa, vigilando la puerta y por qué el periodista que dio la primicia de que el fiscal había sido encontrado en un charco de sangre huyó del país el fin de semana.
El principal investigador del caso no ha emitido un fallo final y quienes conocían a Nisman dicen que la teoría del suicidio desafía la credulidad. El fiscal había pasado más de 14 años en el caso de la bomba y estaba a punto de llegar al Congreso con dos años de escuchas aprobadas judicialmente que, en su opinión, dejarían al descubierto la relación demasiado estrecha de Kirchner con el gobierno de Teherán.
Nisman estaba de buen ánimo sobre el tema, como indica su aparición en televisión. Era divorciado, pero según muchos era cercano a sus hijas adolescentes. Parece poco probable que haya apretado el gatillo sin siquiera haberles dejado una nota de despedida. Su ex esposa, quien es una jueza en Argentina, dice que no cree que haya cometido suicidio.
Los argentinos huelen algo raro, y no porque los kirchneristas se hayan ganado una reputación de corrupción y coerción y porque eso se vea como obra de la mafia. A fines de la semana pasada, Fernández de Kirchner pareció darse cuenta de que la hipótesis del suicidio no era creíble. Después de permanecer varios días en silencio, anunció su propia teoría: Nisman fue asesinado por miembros renegados del servicio de inteligencia de Argentina que están tratando de derrocarla.
Estos enemigos inventaron la historia de que ella y Timerman habían realizado un pacto para recibir crudo y vender granos a cambio de impunidad para los terroristas. Su secretario general, Aníbal Fernández, la respaldó. Nisman “no puede haber escrito esa burrada”, dijo en alusión a la denuncia. “Con lo cual es totalmente claro que no tiene nada que ver con eso (…), hay alrededor alguien con intereses de otras características”.
Por supuesto, la forma de saber si Nisman fue llevado al suicidio o fue asesinado por espías desleales que lo utilizaron sería publicar cada detalle de sus hallazgos. Si realmente quiere llegar al fondo del asunto, Fernández de Kirchner nombrará y apoyará un nuevo fiscal independiente. Eso, sin embargo, podría ponerla en problemas con Irán.
Si Nisman fue asesinado, se usó un nivel de sofisticación que no es normalmente asociado con Argentina, pero que no sería fuera de lo común para Irán. Teherán posee más de 40 años de experiencia quitando del camino a individuos entrometidos en el extranjero y está tratando de aplacar una desconfianza global mientras embauca al presidente Barack Obama sobre su programa de armas nucleares. La búsqueda de la verdad puede haber puesto un blanco en la espalda de Nisman.
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