Cadena Nacional: Cristina lo hizo una vez más
La última cadena nacional de la Presidente dio vergüenza ajena. No asombró porque después de doce años pocos son tan ingenuos como para esperar algo nuevo. Cristina fue Cristina con fidelidad supina. Ni condolencias a la familia de Alberto Nisman, ni promesa – aunque más no sea – de llegar a dar una respuesta sobre una muerte tan incierta.
Por un instante pienso en los elogios de tantos cuando, la jefe de Estado, asumió su cargo porque “hablaba de corrido”. Como si hablar sin leer fuese garantía de buen administrador. Siempre estamos en el detalle insignificante, en la anécdota de café, absortos por el parecer más que por el ser… La autocrítica no falta sólo en Cristina.
Pero volviendo a la cadena nacional, lo primero que hay que admitir es que nuevamente es el oficialismo quién se adelanta y marca la cancha. La Presidente impone la agenda, el tema. No quieren que se hable del fiscal, y lo logran estableciendo una polémica fútil que no aporta un ápice ni modifica nada esencial. Disuelven la SIDE. Si insinúan que por echar a su cúpula semanas atrás, se mató a un fiscal federal, ¿qué esperar de una disolución final? Y quién se hará cargo, ¿La Cámpora acaso? Todo huele a espanto.
Cristina Kirchner enterró a Nisman antes incluso que su familia. Provocó cuando lo que debía hacer era apaciguar el estado alterado que se evidencia en la sociedad. La Presidente volvió a hablarle a un grupo minúsculo de argentinos consustanciado con el quehacer político cotidiano. El resto está en su propia pelea por la supervivencia.
A menos de un mes de iniciado el año, desde el Ejecutivo lograron borrar de cuajo el fracaso de los precios cuidados, la inseguridad y la violencia social. La economía crítica para la cual no tenía respuesta, la puso debajo de la mesa. Con la alfombra tapó la criminalidad y el narcotráfico que hacen mella. Y finalmente, antes de que la sangre seque, antes del derecho a enterrar al muerto que data de tiempos de Sofocles y Antígona, se lo sacó de encima con la indiferencia y la eficiencia siniestra que ha tenido a menudo su aparato comunicacional.
Tarde para dar la cara, tarde también para la oposición que no termina de reaccionar para evitar que la vuelvan a acostar. Ahora están obligados a debatir inútilmente una Agencia Federal de Inteligencia que, con mayoría en el Congreso, es ya un hecho.
Hace una semana se esperaba una palabra de la mandataria, pero hace una semana sólo supo de “sangre y un dedo” que le comunicará el fantasma de la Ministro de Seguridad a quién nadie le conoce la cara pero todos le pagamos el sueldo, y algún día una jubilación de privilegio. Es decir, la población se enteró antes, por las redes sociales. que la mismísima titular del Ejecutivo Nacional. Poco serio.
36 minutos exactos estuvo sin pronunciar siquiera al occiso. Le dedicó pocos minutos al final para criticar su actuar. Los muertos no pueden defenderse pero pareciera que la Presidente no se enteró del deceso del fiscal. Se quedó en la absurda crítica a un medio, su eterna carta marcada, y se desmintió a si misma cuando escribió “suicidio” ¿Cómo le sacaron los signos de interrogación? En rigor, si releen el artículo, nadie los sacó. Otro papelón.
El kirchnerismo y sus permanentes problemas de contexto. Los caricaturistas de Charlie Hebdo estaban en un contexto lícito para morir a manos del terrorismo, de una u otra manera así lo dijo la decana de la facultad de Periodismo, Cecilia Saintout. Ahora parece que Nisman “se la buscó”, y Diego Lagomarsino merece la condena desde el vamos por tener un hermano abogado que osa trabajar en un estudio que le llevó una causa al enemigo perpetuo: Clarín, un diario si…. En ese contexto, todo lo sucedido parece que debe ser bien visto.
Cristina acaba de dar pena, no por salir faltando el respeto en silla de ruedas, pena porque ha hecho de la Argentina una parodia de lo que alguna vez fue. Corrupción hubo siempre pero mafias enquistadas en lo más alto del poder, no.
Cambiar el nombre a una secretaria de Estado no es siquiera un primer paso. Más grave aún fue la disolución que hiciera de la democracia hace ya años dejando creer al pueblo que sigue existiendo por el mero hecho de ir a votar cada tanto.
Pero democracia no es apoyar el bisturí sobre el cuerpo. Es cortar, sacar, coser, curar…, de modo que seguimos enfermos.
Cristina Fernández de Kirchner ha vuelto a perder una oportunidad por terminar su ciclo con un poco más de dignidad. La historia no utiliza eufemismos y será quién la ubique en el casillero exacto en que merece estar. Quizás no es mucho lo que pueda hacerse hoy desde un espacio limitado, con una exégesis sintética de lo recientemente escuchado. Hay que decantar, volver a leer y detenerse en las entrelineas que suelen decir bastante más.
La afamada oradora sigue hablando sin decir lo que debe decirle a la sociedad. ¿Por cuánto menos se fue Fernando De la Rua del gobierno? Habrá que asumir que un ambicioso líder solapado puede más que un pueblo indignado, o que lo monetario es más trascendente y prioritario que la vida misma para los ciudadanos.
Hay un muerto emblemático, un sinfín más los hay ya olvidados. El país va cobrando forma de cementerio con ese singular silencio que explica tanto…
La resurrección, la salida del laberinto, el hilo de Ariadna – que tanto le gusta a la mandataria -, de este modo no conduce a nada. Androgeo sigue inerte y frío en la Morgue Judicial y falta un Teseo. Hasta qué no aparezca, el gobierno seguirá siendo el temible Minotauro que nos mantiene adentro, horrorizados,, amenazados…
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