La zona euro, ante la opción sacrificar a Grecia para salvar a España
Alexis Tsipras lleva cuatro días como primer ministro de Grecia y no ha hecho mucho para respaldar su aseveración de que quiere que su país permanezca en la eurozona. Con un plazo de tan sólo unas semanas para conseguir un acuerdo con los acreedores oficiales de Grecia para evitar el hundimiento financiero del país, casi todo lo que ha dicho y hecho parece calculado para aumentar el enfrentamiento con los acreedores de su país.
Desde su decisión de crear una coalición de gobierno con el partido prorruso, antieuropeo y de extrema derecha Griegos Independientes a su nombramiento de un apasionado catedrático de política económica marxista como ministro de Finanzas o su negativa a respaldar el endurecimiento de la respuesta de la Unión Europa al apoyo de Rusia a los separatistas en Ucrania, pasando por el compromiso de su gabinete de revertir importantes reformas, su enfoque sugiere un gusto por la confrontación más que por el compromiso.
De manera tardía, los mercados han registrado un mayor riesgo de que Grecia abandone la eurozona, ya que la rentabilidad de la deuda soberana a tres años aumentó a alrededor del 17% y las acciones de los principales bancos se desplomaron más del 25% el miércoles.
En una reunión en Bruselas esta semana, el ahora exministro de Finanzas, Gikas Hardouvelis, advirtió que el deterioro de los ingresos fiscales y el ritmo de flujos de salida de los depósitos bancarios habían aumentado en los últimos días, según fuentes presentes en el encuentro.
Algunos ministros de Finanzas y altos funcionarios de la zona euro se muestran más preocupados por el destino del bloque monetario europeo ahora que en los peores momentos de la crisis de deuda del euro en 2011 o 2012.
El problema de Tsipras es que las posturas en la eurozona también se están endureciendo. Su estrategia parece ser el tomar la vanguardia de un asalto izquierdista europeo contra la “austeridad”, dirigiéndose a los grupos de anti alemanes con la esperanza de aislar a Berlín. Sus ambiciones podrían haberse visto impulsadas por el desconcierto que su éxito ha sembrado entre los partidos izquierdistas europeos tradicionales.
Estos están ahora ante un dilema estratégico: atrapados entre el populismo radical de Tsipras y su propia conformidad con la respuesta a la crisis de la eurozona, están viendo esfumarse su apoyo electoral.
Las señales tempranas indican que esperan atraer a Tsipras a su club. El ministro de Finanzas holandés, Jeroen Dijsselbloem, se apresuró a autoinvitarse a Atenas esta semana en calidad de presidente del grupo de ministros de Finanzas de la eurozona, pese a que el grupo no le había encargado que lo hiciera. Esto ha sentado mal a sus colegas conservadores, que creen que habría sido preferible esperar a que los griegos pusieran primero sus propuestas sobre la mesa, según fuentes conocedoras del debate. Esto ha molestado a sus colegas conservadores, que creen que habría sido mejor esperar a que los griegos presentaran sus propuestas, según fuentes al tanto.
Tsipras y su ministro de Finanzas ya se han puesto en contacto con los gobiernos de izquierda de Francia e Italia. Los gobiernos conservadores temen que la buena disposición de la izquierda a un compromiso con Atenas pueda enviar a Tsipras las señales equivocadas.
En realidad, la atribulada izquierda tradicional de la eurozona no puede aceptar el acuerdo que Tsipras quiere. Un recorte de la deuda de Grecia parece fuera de consideración. Alemania y Finlandia ya se han mostrado abiertamente opuestas a eso y otros gobiernos opinan igual.
Gracias a sus rescates anteriores, Grecia ya tiene a su favor los vencimientos de deuda más largos y con unos de los costos de financiación más bajos de la eurozona en relación al Producto Interno Bruto. Es posible una cierta mayor relajación de los términos de amortización, pero los gobiernos no están preparados para ser generosos con los contribuyentes griegos cuando los contribuyentes de sus propios países están bajo presión. Los que argumentan que la voluntad de los votantes helenos debe respetarse olvidan que los otros 18 miembros de la eurozona también tienen mandatos democráticos.
La cuestión del programa de reformas de Grecia podría ser un escollo aún mayor. En este caso, España y no Alemania sería el oponente más implacable de Tsipras. Madrid tiene claro que cualquier acuerdo con el líder heleno debe basarse en unos compromisos de reformas al menos tan duros como los que se exigieron al ex primer ministro Antonis Samaras. De no ser así, Tsipras se anotaría una victoria y daría alas a Podemos, el nuevo partido de izquierda radical de España.
El gobierno español cree que la recuperación de su propia economía —se espera un crecimiento cercano al 3% el próximo año y el desempleo se redujo en 400.000 personas en 2014— demuestra que un sólido programa de reformas promercado es el único modo de salir de la crisis. Madrid cree que beneficiaría más a España y del conjunto de la eurozona dejar salir a Grecia del grupo que impulsar el apoyo a Podemos y poner el peligro la recuperación, según una fuente conocedora de su opinión.
En otras palabras, la eurozona podría tener que sacrificar a Grecia para salvar a España.
¿Podría realmente Tsipras aceptar las reformas a las que accedió Samaras? Nunca ha parecido probable, y lo parece aún menos tras la decisión de su gobierno de subir 30% el salario mínimo y bloquear el programa de privatización de empresas estatales. Como poco, nos esperan semanas de jugadas políticas arriesgadas.
Tsipras podría estar cometiendo un terrible error si cuenta con que la eurozona pestañee primero.
- 23 de enero, 2009
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