No hay condones gratis
El Ministerio de Salud de Bolivia mediante un ejército de mil voluntarios repartirán dos millones de preservativos de forma “gratuita” durante el carnaval, inmediatamente pensé en el aforismo que se le suele atribuir a Milton Friedman, que dice: “No hay almuerzo gratis”, es decir, que cualquier beneficio que se reciba siempre tiene un costo asociado, aunque lo paguen otros; los servicios que el Estado suele brindar como “gratuitos” son previamente pagados por los contribuyentes. Entonces alguien está pagando esos condones, los use o no.
Pasaron por mi mente una serie de imágenes de carnavales pasados, por ejemplo, recuerdo como unos voluntarios que empezaron a repartir los preservativos, entre comparsa y comparsa, desataron el desorden de jovenzuelos para recibir sus globitos, después en medio de la joda, bailes, bebida y risas, se empezaron a ver preservativos inflados de varios colores revoloteando entre las manos de los espectadores para evitar que caigan al piso, así empiezan partidos masivos de voleibol, lo peor que a uno le puede pasar es que una de esas gomas lubricadas choquen contra el rostro, ese es el chiste del juego.
El Ministerio estima que habrán un par de millones de penetraciones vaginales o anales durante la fiesta de la carne, claro dicen que la palabra carnaval proviene del italiano carnevale, que sería algo así como quitar la carne porque se empezaría el ayuno de cuaresma, pero para el vulgo es solamente la fiesta de la carne, gula y lujuria, desde saborear puchero, parrillada y baile, hasta el choque sexual de cuerpos sudorosos, una fiesta caracterizada por la voluptuosidad, embriaguez y desenfreno de los músculos excitados.
El filósofo José Ortega y Gasset tenía una interpretación peculiar de esta fiesta: “El carnaval, hoy ya moribundo, ha sido la perpetuación en las sociedades cristianas occidentales de la gran fiesta pagana dedicada a Dionisos, el dios orgiástico que nos invita a despersonalizarnos y a borrar nuestro yo diferencial y sumirnos en la gran unidad anónima de la Naturaleza. Basta esto para que presumamos en él una divinidad oriental. Y, en efecto, según el mito helénico, Dionisos llega recién nacido de Oriente en un navío sin marinería ni piloto. En la fiesta, este navío, con la figura del dios, era transportado por calles y campos en un carro, en medio de la muchedumbre embriagada y delirante. Este carrus navalis es el origen de nuestro vocablo carnaval, fiesta en que nos ponemos máscaras para que nuestra persona, nuestro yo, desaparezca. De aquí que la mascarita hable con voz fingida a fin de que también su yo resulte otro y sea irreconocible. Es la gran fiesta religiosa de jugar los hombres a desconocerse entre sí, un poco hartos de conocerse demasiado. La carátula y el falsete de la voz permiten, en esta magnífica festividad, que el hombre descanse un momento de sí mismo, del yo que es, y vaque a ser otro y, a la par, se libre unas horas de los tús cotidianos en torno”.
¿Por otro lado, será que la totalidad de los condones se reparten para la fiesta anual orgiástica? Bueno, no es algo que voy a cuestionar para no ser aguafiestas, ni mucho menos mencionar que desde hace lustros existen estos preservativos “gratuitos” en los moteles durante todo el año, se trata de una forma paternal que tiene el Estado para evitar que los ciudadanos vistos como infantes se contagien con enfermedades de transmisión sexual y las mujercitas queden embarazadas por el pepino, famoso personaje carnavalero.
Llega carnaval y el cuerpo lo sabe, el espíritu se contagia de un humor dionisíaco sin reparar si es un súcubo, un comparsero o el Rey Momo quien te lleva del brazo para saltar, bailar y compartir alegría y diversión.
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