Inmigración (XIX): la cruz rusa
"Sin exagerar, el problema central de la Rusia contemporánea es el demográfico, reforzar la familia, mejorar la tasa de natalidad… nuestras mujeres saben qué es lo que tienen que hacer, y cuándo".Vladimir Putin.
"Debido a la caída de la natalidad la inmigración ayuda a completar la fuerza laboral. En muchos mercados laborales locales hay déficit parcial e, incluso, total de trabajadores". Konstantin Romodanovski.
"Las cuestiones relativas a la migración se convertirán en inevitables y serán prioritarias en la agenda de Rusia en el siglo XXI". Anatoly Vishnevsky.
"Se pueden fijar cuotas, poner límites, alambres de espino, pero los inmigrantes seguirán viniendo porque aquí hay trabajo y los están esperando". Olga Vorobiova.
"Una de las pruebas más importantes de una sociedad desarrollada es su capacidad de atraer y hacer suyo un flujo diverso de personas que se trasladan al país a estudiar y trabajar". Piotr Schedrovitski.
Rusia, el país más extenso del planeta, tiene un problema serio con sus indicadores demográficos por lo menos desde hace un par de décadas. Su tasa de mortalidad ha subido de forma alarmante y los índices de natalidad están por los suelos. Las causas del aumento de muertes son debidas a un conjunto variado de factores, entre los que destacan las enfermedades cardiovasculares así como el problema del elevado consumo de alcohol de alta graduación. El descenso de nacimientos se debe, ente otros, a su tradicional primer puesto de entre los países con mayores tasas de abortos del mundo. A esto se le suma un envejecimiento de la población y una escasez correlativa de mano de obra joven. Se ha producido un fenómeno grave, lo que los demógrafos han denominado la cruz rusa; desde 1992 el número de muertes sobrepasó al número de nacimientos y se ha mantenido así en mayor o menor medida desde entonces. Algo parecido ha sucedido en otros países pertenecientes al antiguo telón de acero.
En la actualidad la Federación rusa posee una población de unos 143 millones de habitantes, frente a los 149 que tenía en 1991. La pérdida de población que comenzó al inicio de los años 90 (cuando la población llegó incluso a perder un millón de personas al año), unido al éxodo de rusos al exterior, es un problema acuciante para dicho país. Representa una disminución poblacional del 5% en 22 años. Es el periodo más largo de despoblación ocurrida nunca en un país en tiempos de paz.
La aparición de Gorbachov fue una tenue esperanza para el destino de los rusos; sin embargo, se intentó una quimera: modernizar, abrir y apuntalar un régimen comunista ya insostenible. Yeltsin fue el que finalmente lo desmanteló en 1993 de forma bastante caótica y desordenada, por cierto.
Los soviéticos, que vivían paradójicamente enclaustrados en un inmenso país, no sintieron en lo esencial que habían conquistado grandes dosis de libertad cuando Gorbachov inauguró la glasnost, ni cuando se pudo uno expresar sin temor a ser represaliado, ni cuando después se "privatizaron" las grandes empresas públicas o cuando se liberalizaron los precios. Sólo se hicieron realmente conscientes de ello cuando se acordó una mayor libertad de movimientos por el interior del país y fuera del mismo. Fue entonces, y sólo entonces, cuando empezaron a sentir verdaderamente lo que significaba la libertad.
Inmigración interna
La otrora URSS tuvo un sistema parecido al sistema hukou chino de control de la movilidad poblacional dentro del país mediante el registro y pasaporte interno conocido como propiska. Hasta hace bien poco existía aún un registro de movilidad más indulgente pero con claras reminiscencias estalinistas.
Se sabe que la libertad de movimiento de trabajadores en el interior de las fronteras juega un papel importante en el desarrollo económico de cualquier país ya que hace más eficiente la adjudicación espacial de los recursos y mitiga las diferencias de ingresos y de desocupación que se puedan dar entre regiones. Esto es especialmente relevante en Rusia debido a la desquiciada herencia recibida de la planificación soviética que llevó la industrialización a zonas con poco o nulo significado económico.
La recolocación/reutilización de los factores productivos o activos empresariales es siempre y en todo lugar problemática, pero en Rusia lo es todavía más por su inmenso territorio de 17 millones de kmt².
A pesar de las diferencias salariales tan acusadas entre las diversas regiones dentro de Rusia (mayores que en EE UU o en la UE) la movilidad interna es mucho menor en la primera -especialmente si se compara con los EE UU- porque el mercado ruso es bastante menos dinámico y flexible y porque existe un muy pobre desarrollo del sector inmobiliario. Incluso si no existieran estas lacras, los bienes de capital no fluirían con facilidad debido a los costes de los trámites administrativos y otras barreras burocráticas endémicas del país.
En la Federación rusa se sigue produciendo hasta el día de hoy de manera bastante ineficiente. Los planificadores soviéticos, con sus alocados diseños industriales, sobre invirtieron en zonas del país que bien son demasiado frías o están demasiado alejadas para hacer óptima la producción con criterios de mercado. Es más, el actual reparto urbano del país está distorsionado. Se observa un fenómeno curioso: el tamaño de las ciudades secundarias es más pequeño de lo habitual dado su nivel poblacional. Durante la época zarista y, sobre todo, soviética muchos asentamientos permanentes de Siberia y del Lejano Este se levantaron con criterios exclusivamente políticos que nunca se hubiesen producido bajo un orden espontáneo o de economía de mercado. En la actual época post soviética ciudades como Novosibirsk, Omsk o Ekaterimburgo y otras poblaciones menores de Siberia tendrían que reducir aún más rápidamente su tamaño poblacional en favor de otras ciudades del centro o suroeste del país -de clima y geografía más benignos- caso de haberse dado ya la recolocación de la producción en dichas zonas. Todos estos cambios requieren tiempo.
Inmigración externa
La desintegración de la URSS afectó la evaluación del ranking de Rusia con respecto a la inmigración internacional. Se creó el mito de que era el segundo destino del mundo preferido por los emigrantes tras los EE UU. Una interpretación errónea de las estadísticas de la ONU sugería aquello cuando la realidad era que se tomaban por inmigrantes a residentes o ciudadanos rusos que habían nacido en ex repúblicas soviéticas y que habían sido ya integrados o naturalizados hacía bastante tiempo.
En la actualidad los dirigentes rusos afrontan un complicado dilema: cada vez es más evidente la necesidad de inmigrantes para mantener el crecimiento de su economía pero sus nativos han dado muestras más que suficientes de que les preocupa, y mucho, el riesgo de perder su identidad cultural. Los nativistas rusos tienen un problema: se da la paradoja, además, que el mayor incremento poblacional en su propio país está concentrado en minorías nacionales no rusas.
La legislación rusa ha ido incrementando las restricciones en torno a la inmigración desde hace unos años pese a que dichas medidas contradicen las necesidades demográficas del país.
Con todo, la aplicación de dicho régimen de racionamiento del capital humano dista mucho de ser eficaz por lo que los flujos de inmigración siguen produciéndose de manera clandestina o indocumentada (mediante el soborno correspondiente al funcionario o policía de turno para aligerar el expediente convenientemente "engrasado"). Se da sobre todo en aquéllos provenientes de Asia central (uzbecos, kazajos, tayikos, kirguises, turkmenos) o de países CEI eslavos (ucranianos, bielorrusos, moldavos). Es realmente como la tasa de entrada a los inmigrantes propuesta por Gary Becker pero, en vez de ser transparente y cierta, es opaca e incierta con el añadido, además, de padecer todos los inconvenientes que trae consigo la inmigración ilegal (inseguridad jurídica, abusos, impago de impuestos, baja productividad, falta de incentivos para invertir en su formación, etc.).
Es una lástima que la presión de los nativistas rusos y sus temores imaginarios sean tan acusados en su país ya que cuentan con dos ventajas sobre el resto de las naciones europeas. Por un lado, una vasta mayoría de inmigrantes actuales (legales y clandestinos) provienen de repúblicas de la extinta URSS, por lo que son ruso parlantes (lo que favorecería su integración) y, por otro lado, el estado de bienestar ruso está mucho menos sobredimensionado que en los países de la Unión Europea por lo que el argumento nativista del supuesto abuso de las prestaciones sociales por parte de los inmigrantes es menos persuasivo.
Nadie puede decir con seguridad cuántos inmigrantes residen hoy en Rusia. Las cifras aproximadas oscilan entre 4 y 11 millones de personas, la mayoría de las cuales se encuentran en situación ilegal.
Proyecciones futuras y deberes pendientes
El envejecimiento de la población continuará en Rusia. Las peores estimaciones sugieren que para 2050 la población se reducirá entre un 15-20% (120-114 millones). En un breve lapso de tiempo se prevé, por tanto, que haya grave escasez de mano de obra joven. Las tendencias poblacionales son muy difíciles de revertir y requieren dilatados periodos de tiempo para lograrlo.
Ante estos desafíos demográficos que afronta el país y para compensar estas sombrías proyecciones, el presidente de la Federación, Vladimiro Putin, aprobó diversas medidas para minimizar la disminución de la población, como el llamado ‘capital materno’ (cheque-bebé de casi 7.000 euros), campañas propagandísticas para promover el modelo tradicional de familia e incentivos varios para que las mujeres tengan tres niños en las regiones más despobladas.
Putin comenzó su programa para mejorar la natalidad en 2007. El año 2008 fue declarado en Rusia como ‘Año de la familia’. Otras medidas simbólicas fueron reconocer jornadas vacacionales el 12 de septiembre como ‘Día del contacto familiar’ o, más recientemente, el 8 de julio como ‘Día de la familia, el amor y la fidelidad’, fechas en la que las autoridades llaman a hacer ‘el amor patriótico’ y ofrecen premios materiales (frigoríficos, televisiones…) para las madres que den a luz nueve meses después.
Todo esto es insuficiente pese a sus buenas y divertidas intenciones. Dirán los partidarios de estas medidas que la natalidad por mujer en edad fértil ha mejorado y es verdad: pasó de 1,25 en el 2000 a 1,7 en la actualidad, pero sigue estando por debajo del 2,1 necesario para el reemplazo generacional. Se está aún lejos de alcanzar los niveles poblacionales previos a 1990 y es dudoso se consiga a medio plazo. Con la anexión por las bravas de la península de Crimea, Rusia ha añadido 2,4 millones de personas a su jurisdicción pero no creo en absoluto que sea ese el camino para resolver sus problemas demográficos.
Lo que realmente necesita Rusia es un flujo de inmigrantes 3 ó 4 veces superior al actual, es decir, un millón de inmigrantes al año como mínimo. El flujo migratorio actual es de más de 300.000 personas al año. La política de inmigración se debe reorientar completamente y dejar de estar en manos de la policía y de los intermediarios laborales corruptos. Debería ofrecer mayores canales de entrada legal a los inmigrantes. El sector empresarial ruso debe trabajar en ‘blanco’ y la situación laboral de los inmigrantes debe regularizarse. Sería lo más sensato para beneficio de la economía del país.
La propia directora del Instituto de políticas de inmigración, Olga Gúlina, reconoce que solo hay dos formas de luchar contra la inmigración irregular: la legalización o la deportación. Conocedora del pesado gasto y empleo de recursos que supone la deportación por la aquilatada experiencia de los gobiernos de la UE o los EE UU, llega a la conclusión realista de que se debería aplicar mejor una "amnistía" para los inmigrantes ilegales que ya están trabajando en suelo ruso.
Ante todo, debería liberalizarse mucho más la economía rusa en todos sus frentes, facilitarse todo lo posible la reubicación de la producción (con el cese de ayudas públicas a zonas industriales caducas y reducir los trámites burocráticos) y favorecer aún más la inmigración interna del país (mediante la supresión de controles administrativos y de la reminiscente cartilla laboral que hace poco flexible el cambio de ocupación laboral). Todo esto, junto a una muy necesaria mejora del mercado inmobiliario (ofreciendo una mejor seguridad jurídica mediante la adecuada protección de los derechos de propiedad y el cumplimiento de los contratos), mitigaría las diferencias de ingreso y de desempleo entre regiones al permitir la movilidad de trabajadores de zonas de baja productividad y menores salarios hacia otras de mayor productividad y mayores ingresos.
La historia económica nos enseña que con decrecimiento demográfico es difícil alcanzar la prosperidad; también nos enseña que la otra pata para alcanzarla es la productividad. En ambas asignaturas la Federación rusa está suspendiendo con su actual régimen autocrático.
A pesar del fuerte sentimiento anti-inmigrante que existe entre los rusos y de las medidas de repoblación un tanto berlusconianas que propone Putin, el potencial de la economía rusa necesita fomentar también la inmigración como palanca demográfica más significativa con la que poder contar a corto y medio plazo. Caso de no recurrir a ella, cargará con su propia cruz durante décadas.
(Este comentario es parte de una serie acerca de los beneficios de la libertad de inmigración. Para una lectura completa de la serie, ver también I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII y XVIII)
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