Argentina: el “relato” es “salvaje”
Argentina es un país bruto y cultural a la vez. Es un país con un potencial económico para ser un país desarrollado, pero está inmerso en un deterioro del entramado social que compromete el futuro de generaciones, que vivirán de por vida en la pobreza dura.
Es un país que puede producir joyas en música, teatro, literatura, cine … Y es también reflejo de fuerza bruta, donde una trompada sobre la mesa tiene más valor que una extensa línea argumental.
Argentina tiene una cara de culto a la ignorancia, y otra cara que brilla por su intelectualidad.
Apesta por un lado.
Seduce por el otro.
Es una capital de arte para disfrutar: sus librerías que no cierran nunca, sus galerías que destilan buen gusto, sus teatros que cobijan actuaciones memorables, sus cantantes líricos que brillan en galas de ópera …
Pero es una ciudad también para temer, para correr con riesgo de ser asaltado con violencia incluso cerca de una comisaría, para tener miedo por la vida …
Argentina es un país dividido.
No tiene dos caras. Son como dos países.
Este miércoles 18, la Argentina volvió a estar partida al medio.
Unos salieron a la calle a reclamar justicia, a decir que no soportan más la inseguridad y la percepción de impunidad. En el fondo, aunque no lo dijeran tal cual, transmitían un deseo de que esta etapa se terminara. O sea, que pasara rápido lo que resta del gobierno de Cristina Fernández.
Otros se quedaron en sus casas. Dolidos porque la convocatoria opositora fuera tan masiva. Convencidos que fueron hipnotizados por “los grandes medios” y el “poder económico” que quiere tirar abajo “las conquistas populares” del peronismo.
La fractura de la sociedad es tan profunda que no se acaba con un cambio de gobierno. Tanto, que no se pudo disimular en tiempos de crecimiento económico por contexto externo extraordinariamente favorable.
Eso hace que el panorama del país no sea tan estimulante como parecería.
Argentina es “el país del relato”. Está lo que pasa, los hechos, con la frialdad contundente de la realidad. Y por otro lado está “el relato”, la descripción de los hechos más fríos, con el calor que los moldea al antojo de quien sea que haga el cuento.
Cristina, y antes Néstor Kirchner, han sido amantes de la “construcción del relato”. Tanto, que hasta crearon un organismo: “Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego”.
No se conformaron con retratar el presente a su antojo, con el tono caprichoso del populista que se cree su propio invento. Eso era poco.
El peronismo de los Kirchner contiene un concepto de monarquía por encima de la democracia, con el sustento de la fuerza patotera que conforman militantes subsidiados por el Estado.
Y los reyes precisan reconstruir la historia.
Tanto insistir con el “relato”, que la Argentina se convirtió en un “relato”.
Y lo más grave de la manifestación del miércoles 18, y de las sensaciones populares de este verano argentino, es que la gente común adquirió el “relato” del asesinato de un fiscal que acusaba a la presidenta de encubrir a terroristas.
El fiscal Alberto Nisman apareció muerto, con síntomas de suicidio, envuelto en episodios confusos. La justicia investiga un caso que sigue abierto.
Pero para millones de argentinos, el fiscal fue asesinado. Y punto.
Una encuesta dio que 70% cree eso, en un país de 43 millones de personas.
¿Por qué es grave eso?
Porque la versión a la que adhieren millones de argentinos es que el gobierno está involucrado en ese crimen, como una forma de callarlo.
O sea que toda esa gente vive en un país en el que –según cree- el gobierno de turno es capaz de mandar a matar un fiscal de la Nación.
La gestión de los gobiernos es juzgada por el resultado de sus políticas, que pueden ser variadas y diferir según encare político e ideológico de las autoridades. Pero hay cuestiones básicas: un gobierno debe asegurarse de poder brindar seguridad y justicia a la población.
En Argentina, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner falla precisamente en esas cuestiones básicas y primarias.
Más que falla.
La gente, millones de argentinos, no todos pero una cantidad gigante, cree que su gobierno no sólo no da seguridad, ni logra hacer justicia para castigar a culpables, sino que está convencida que su gobierno es capaz de crear inseguridad, y de frenar la acción de la justicia, haciendo matar a un fiscal. Y a un juez si fuera necesario.
Cristina, Néstor antes, y sus pendencieros seguidores, llevan el mérito de generar imágenes y hechos como para una mitad del país crea eso.
Es una cara de este país, que da pena.
La otra cara de la Argentina competirá dentro de pocos días por un premio “Oscar” a lo mejor del cine. El filme se llama “Relatos Salvajes” y ya ganó el “Goya” de la Academia de Cine de España como “Mejor Película Iberoamericana”.
La película, estupenda película, pone al público contra la dureza de una pantalla que sorprende, conmueve, que lo hace vibrar. El público siente que sometido a situación extrema, de alguna manera puede experimentar reflejos similares. Pero siente que eso es irreal. Que sólo pasa en película.
Eso corre para los extranjeros.
Para los argentinos, nada es imposible. Todo es creíble. Hasta que Cristina haga una señal a un funcionario, para que llame a un sicario …
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