¿Por qué se empobrece la gente honesta y trabajadora?
Una de las cosas que más indigna es la injusticia. Para darnos cuenta de que algo es injusto, no hace falta estar versados en filosofía política. Hasta los niños pequeños perciben de inmediato que la inmoralidad consiste en quitarle a alguien lo que le pertenece para dárselo a otro.
A lo largo de la historia la injusticia fue la norma. Aquellos que se apoderaban del Estado lo utilizaban para apoderarse del fruto del trabajo ajeno. Los mecanismos para lograrlo eran varios, pero todos utilizaban como medio a la fuerza, tanto la bruta como la legal. De ese modo se condenaba a las personas honestas e industriosas a vivir en la pobreza. Y simultáneamente, había quienes disfrutaban de bienes y comodidades que en rigor, no les correspondía.
En el pasado se implantaban esas relaciones abusivas en base a encasillar a los individuos en estamentos. La nobleza y el clero eran los sectores privilegiados y el llamado “tercer estado” -que contenía a todos los demás- los no favorecidos por las autoridades.
Se luchó mucho para ponerle fin a esa irritante situación. Y en cierta medida se logró, gracias a la puesta en práctica de muchas de las ideas de los pensadores de La Ilustración. Estos filósofos pusieron al descubierto que la explotación institucionalizada desde el gobierno, no sólo es una gran injusticia, un acto despótico que asola a la persona saqueada, sino también un estado de cosas que empobrece a la nación en su conjunto. La razón es clara: un individuo se esfuerza con el propósito de mejorar su propia condición y la de su familia. Pero si no obtendrá ningún beneficio de sus desvelos, a la corta o a la larga dejará de hacerlo. De ese modo los más capaces dejan de producir y los mediocres o incapaces pero con buenos contactos políticos, se adueñan de la economía. Dada esa situación, ¿debería llamarnos la atención que ese país paulatinamente se vaya arruinando?
Aquellos pueblos que comprendieron esa simple y evidente verdad, progresan. En ellos, las relaciones sociales se basan en el intercambio voluntario, lo que contribuye a la cooperación pacífica. Si las personas están convencidas de que mediante el propio esfuerzo es posible ascender en la escala social, los extremistas tienen poco eco en la sociedad.
Se suele declarar que fue una infamia lo que ocurría en el pasado donde “el hombre era el lobo del hombre”. No obstante hoy en día, bajo un velo diferente, esa inequidad está tan robusta como antaño. Cambiaron los miembros de los “estamentos privilegiados” y se tiñe a esa fragante injusticia con argumentos pseudo morales para tratar de disimularla. Anteriormente se justificaba esa situación en nombre del “origen de nacimiento”; en nuestros tiempos se defiende en aras del socialismo o de las teorías “desarrollistas”. Lo cual confirma la aseveración del Gatopardo: “si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie”.
Las personas industriosas se van empobreciendo cuando los gobernantes se arrogan la potestad de dirigir a la economía en función de metas políticas. Y, en el camino e inevitablemente, grupos de interés presionan para que se institucionalice la expoliación legal. Frédéric Bastiat señala que para saber si estamos ante esa situación, “bastará examinar si la ley quita a unos lo que les pertenece, para entregar a otros lo que no les pertenece. Bastará preguntar si la ley ejecuta, para provecho de un ciudadano y en detrimento de otro, un acto que el ciudadano no podría ejecutar a título personal sin cometer un delito”.
Un ejemplo de lo anteriormente expuesto es noticia por estos días en Uruguay. Es la controversia entre José Mujica y Tabaré Vázquez –que acaba de asumir como presidente- en torno al futuro del Fondo para el Desarrollo (Fondes).
El Fondes fue creado en 2011 mediante decreto presidencial por Mujica. Su característica principal es que las empresas a las que apoya, son gestionadas por ex trabajadores de industrias que cerraron (en algunos casos a raíz de las medidas distorsivas de esos mismos gremios) y que con apoyo gubernamental, resurgieron bajo la figura de una cooperativa. En su momento Mujica expresó que el Fondes es un modelo de “transición al socialismo”.
Vázquez envió al parlamento un proyecto de ley con la intención de modificar las bases fundacionales de ese Fondo. En el texto se expresa que de ahora en más los emprendimientos de los trabajadores deberán ser sostenibles para recibir financiamiento.
El Ministro de Economía Danilo Astori, declaró que “Lo que a mí no me gustaría es que el Fondes aparezca permanentemente asociado a frustraciones, esto es, a experiencias que no son viables estructuralmente. Hay experiencias que son estructuralmente inviables. Que son inviables hoy y que lo serán en el futuro”.
La central obrera (PIT-CNT) reaccionó con indignación frente a los cambios propuestos. Compartiendo la postura de Mujica y sus partidarios, afirman que al Fondes no se lo debe medir con una vara economicista. Mauro Valiente, quien integra una de las cooperativas favorecidas con esos préstamos, expresó que ese fondo constituye la “principal herramienta” con la que cuentan los trabajadores, dado que no hay “otra forma de conseguir capital”. Por su parte, el comunista y dirigente sindical Marcelo Abdala afirmó, que “el éxito o no de estos proyectos no se puede medir en términos de rentabilidad”.
El sentido común señala que si nadie quiere prestarles VOLUNTARIAMENTE SU PROPIO DINERO a las cooperativas aludidas, es porque de antemano se sabe que fracasarán. Nadie en su sano juicio quiere perder patrimonio. O sea, empobrecerse. Y es por eso que se recurre a la fuerza legal.
El resultado de esta forma de administrar los dineros públicos fue que -en pleno período de bonanza- el déficit consolidado de 2014 fue de 3,5% del PBI, con un déficit estructural por encima del 4%.
Estos números están informando que hay gente que está financiando –aunque no libremente- los proyectos políticos de Mujica. Además, esto inevitablemente repercutirá en un incremento de la presión fiscal –directa o encubierta- lo que castigará a los sectores realmente productivos del país. De hecho, ya comenzó a aumentar.
Como expresamos al inicio de esta columna: ¡qué gran injusticia!
- 23 de julio, 2015
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