Una rosa para Rosa María
Cuando estas líneas se publiquen seguramente Rosa María Payá ya habrá regresado de Cuba. Aprovechando que todavía tiene permiso para volver a la isla en un plazo de dos años, la activista e hija del desaparecido opositor cubano Oswaldo Payá viajó a La Habana con el fin de realizar una serie de actos para honrar la memoria de su padre y del también disidente Harold Cepero. Ambos murieron hace tres años en un accidente de tráfico cuyas causas no se han podido esclarecer.
Fue en el verano de 2012 cuando los dos integrantes del Movimiento Cristiano Liberación, que encabezaba Payá, acompañaron a los políticos europeos Ángel Carromero y Aaron Modig en un viaje por carretera al Oriente del país. El español Carromero y el sueco Modig tenían interés en conocer de cerca la precaria situación de los cubanos, y se dirigían a una zona que sufría el azote de una epidemia de dengue que el régimen castrista intentaba ocultar.
En aquel aciago viaje en el que Carromero iba al volante, desde el principio la Seguridad del Estado los siguió. Y fue en un tramo de la vía donde, tal y como ha relatado posteriormente Carromero, un auto los embistió por detrás. Los dos extranjeros acabaron en el hospital con heridas leves mientras que Payá y Cepero murieron en extrañas circunstancias y sin que sus familias pudieran iniciar una investigación independiente. De aquel terrible suceso por el que Carromero fue encausado en un juicio que fue una farsa y Modig se refugió en la amnesia, pervive el recuerdo de dos disidentes que hasta el final lucharon por los derechos humanos.
Este verano se cumplirán tres años de la muerte de Payá, cuyo Proyecto Varela ha sido una de las iniciativas más temidas por una dictadura que se desmoronaría con un plebiscito transparente. Y Rosa María, que desde entonces ha vivido en Estados Unidos junto a su madre y su hermano tras las amenazas de las que fueron objeto después de la desaparición de su padre, ha vuelto a La Habana porque para ella regresar es un derecho fundamental de todos los cubanos.
Conozco poco a Rosa María, pero en las ocasiones en las que hemos conversado he visto en ella muchos de los ademanes y la mirada de su padre, a quien tuve el honor de conocer en Madrid hace años. Los Payá son sobrios y difícilmente se muestran expansivos. Forjado en una profunda fe católica, desde su juventud Oswaldo conoció los rigores del acoso bajo el comunismo. Con razones de sobra, era prudente y desconfiado en un entorno sembrado de infiltrados con la misión de debilitar a la disidencia.
Como suele suceder con los perseguidos, para los Payá la familia ha sido un santuario apuntalado en la unión y la complicidad. Basta con ver la foto que ilustra la cuenta de Twitter de Rosa María: su padre y ella en la playa. Son otros tiempos más felices. Ambos sonríen y se muestran relajados.
Los ojos marrón oscuro de Rosa María destellan una viva intensidad, pero desde la muerte de su padre su gesto se ha endurecido porque en su cruzada particular no hay espacio para la tregua. Si Oswaldo Payá fundó el Movimiento Cristiano Liberación y reunió más de veinticinco mil firmas para una consulta popular que el gobierno impidió a toda costa, hoy su hija lo releva con la organización Cuba Decide y mantiene vivo el espíritu de impulsar un plebiscito como paso fundamental antes de un deshielo que parece haberse saltado el principio de una transición a la democracia.
Rosa María Payá le pide a la Administración Obama que ponga sobre la mesa de negociación el turbio caso de Payá y Cepero; en la reciente Cumbre de Panamá no se arredró frente a las amenazas de los matones de la delegación cubana; y en La Habana ha depositado flores en la tumba de su padre y le ha dedicado una misa arropada por destacados opositores como Manuel Cuesta Morúa, Antonio Rodiles y Alier González. En la iglesia la hija de Payá no ocultó ese punzante dolor con el que vive desde hace tres años.
Cuando anunció en las redes sociales que viajaba a Cuba, Rosa María nos invitó a seguirla con la etiqueta #UnaflorparaPayá. Como su padre, hace mucho que perdió el miedo.
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