Los ángeles de Francisco
Primero fueron Los ángeles de Charlie, unas chicas guapas, valientes y decididas capaces de someter a los delincuentes más despiadados. Ahora Francisco ha calificado a Mahmoud Abbas de ángel de la paz, categoría que no le otorgó a Raúl Castro, pero a quien le pidió que rezara por él, una grandeza de alma que el dictador cubano nunca sabrá corresponder.
El papa Francisco durante su magisterio ha hecho gala de una gran tolerancia, una profunda comprensión hacia la diversidad humana y ha tenido el coraje de expresar que la preocupación por los pobres no es una prerrogativa de los comunistas.
Los que saben de religiones en general y de la católica en particular como el doctor Santiago Cárdenas, aseguran que el rol de cualquier líder piadoso es buscar la paz, el perdón y la reconciliación entre las partes en conflicto, una aspiración necesaria que merece los mayores esfuerzos.
No obstante, es de suponer que tal compromiso no implica que la justicia y la verdad sean obviadas con tal de lograr un entendimiento en un entorno donde la persona no es libre y sus derechos son conculcados.
Mahmoud Abbas tiene un historial de militancia activa. Su condición de dirigente político de una organización radical identificada con la violencia extrema no le acreditan como hombre de paz, lo que sí es posible que haya arribado a la conclusión de que la mejor manera de ganar el conflicto, es dejando que otros hagan el trabajo sucio de la guerra hasta la eliminación del enemigo.
El Presidente de la Autoridad Palestina remitió una carta a la familia de Mutanaz Hijazi, militante de la Yihad Islámica que intentó asesinar al rabino Yehuda Glick. Abbas expresó en la misiva que Hijazi “subió a los cielos como un mártir de la defensa de los derechos de la nación palestina y de los lugares sagrados”, una carta que es de suponer no debería escribir un espíritu consagrado a la paz y al entendimiento.
Abbas, según varios analistas y conocedores del conflicto israelí-palestino, estuvo involucrado en la búsqueda de fondos para acciones terroristas, como el ataque a los deportistas israelíes en Munich en 1972.
Además en su libro, The Other Side: The Secret Relationship Beetween Nazism and the Zionist Movement, refiere que “nadie puede confirmar la cifra pregonada por el rumor de que seis millones de judíos estuvieron entre las víctimas del nazismo y que las víctimas judías pudieron ser seis millones o bastante menos, incluso menos de un millón”.
Solo un Papa puede tener suficiente bondad para pedirle a Raúl Castro que ore por otra persona. Raúl no ha demostrado tener la más mínima consideración hacia sus semejantes y ha violentado de manera sistemática y permanente, con satisfacción se puede afirmar, los diez mandamientos y cualquier otra manifestación de piedad y conmiseración que sus semejantes le hayan expresado.
Raúl Castro persiguió a todas las religiones y en consecuencia a sus practicantes. Fue uno de los principales hacedores de la eliminación de la enseñanza religiosa. Vejó, humilló, persiguió y condenó al ostracismo interno a todo aquel que manifestara creer en Dios.
El dictador ha demostrado creer firmemente en que la religión es el opio de los pueblos, lo que se puede afirmar porque como jefe del Estado no ha expresado arrepentimiento por la persecución y discriminación que padecieron los feligreses cubanos, los católicos y los de cualquier otra religión.
Antes de ir a la Iglesia, Raúl Castro debe terminar con la represión en Cuba. Las mujeres cubanas siguen siendo golpeadas por expresar sus ideas, en las cárceles hay decenas de prisioneros políticos y los ciudadanos continúan controlados por un estado todopoderoso que decide en base a sus intereses el destino de todos.
La actitud más tolerante y permisiva de los Castro hacia las religiones que se practican en la isla no ha sido consecuencia de que hayan cambiado sus ideologías, o al menos su forma de gobernar. Sus decisiones son frutos del oportunismo, de la necesidad de lubricar los clavos, pintar los calabozos para ofrecer al mundo una imagen que no se corresponde con la realidad.
De los Castro se pudiera decir que son religiosos a su manera, porque creen con extrema devoción en el poder. Por décadas el totalitarismo desconoció los valores de las religiones, en particular los de la Iglesia Católica, era su convicción y trabajaron con ese propósito para extinguir la fe.
El régimen procura una alianza contraria a la naturaleza del sistema. La crisis de valores en la sociedad es muy profunda. Los paradigmas que intentaron imponer naufragaron, no germinaron como hubieran querido. El castrolicismo fracasó, de ahí que Raúl Castro esté dispuesto a rezar y comulgar, siempre y cuando eso no signifique respetar los derechos de los ciudadanos de la isla.
El autor es periodista de Radio Martí.
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