La cabeza de la Iglesia sigue en deuda con los oprimidos
El papa Francisco acaba de lanzar una serie de afirmaciones en el campo de la economía que dan para el debate. No son nuevas estas cuestiones para mí. Habiendo estudiado en la Universidad Católica Argentina, estudié, entre otros temas, Doctrina Social de la Iglesia en la cual veíamos los contenidos de las encíclicas papales ligados a nuestra materia además de participar de los intensos debates en ESEADE, allá por la década del 80.
Creo que no tiene ningún sentido tratar de encasillar a la doctrina católica en una corriente de pensamiento económico. En el evangelio hay párrafos en los que uno puede decir que la Iglesia es liberal, como es el caso de la parábola de los talentos, encontrar otros párrafos en que no es liberal o encontrar otros en los que puede ser una cosa o la otra. Ahora bien, más allá de ser estéril el esfuerzo por encasillar a la Iglesia en una corriente política u otra, si es importante insistir, hasta el cansancio, que cuando el papa habla de cuestiones económicas no es otra cosa que la opinión de una persona más, con lo cual hasta el cristiano más ferviente puede estar en desacuerdo con lo que diga el papa en ese sentido.
Insisto, cuando el papa formula una afirmación sobre economía, no es ex cátedra, es decir, que sí o sí tal afirmación tiene que ser acatada por los católicos. Recordemos que el Concilio Vaticano I, en 1870, estableció que cuando el Romano Pontífice define una doctrina de fe, es asistido por el Espíritu Santo y sus postulados no pueden ser reformados. Todos los católicos tienen que acatarlos. Esto quiero decir que la infalibilidad del papa solo corre para las cuestiones de fe. Lo que sí sabemos, es que no es infalible el papa cuando habla del crecimiento económico, la distribución del ingreso u otras cuestiones económicas como acaba de ocurrir con Francisco en su viaje por América Latina.
En mi opinión Francisco tiene varias afirmaciones que uno puede tomarlas para un lado o para el otro, como por ejemplo cuando habla de un sistema que ha impuesto la lógica de la ganancia a toda costa. Uno podría decir que los privilegios que otorgan los gobiernos a determinados sectores productivos, como el proteccionismo, la corrupción en la obra pública o las restricciones a la competencia encuadran en ese concepto de ganancia a toda costa, por lo tanto podríamos afirmar que Francisco es liberal. ¿Se referirá a eso Francisco o querrá decir otra cosa? Lo cierto es que su mensaje deja abierta la puerta para interpretar sus palabras de una manera o de otra totalmente opuesta. Una de esas interpretaciones es que Francisco parce dar a entender que hay pobres porque otros lograron su riqueza haciendo componendas con el poder. La otra interpretación es hay pobres porque hubo gente que se ganó el favor de los consumidores, haciendo un trabajo honesto que beneficia a sus semejantes.
Lo preocupante del mensaje de Francisco es que deja abierta la puerta para el conflicto social. Veamos, hay dos formas de obtener ganancias, una consiste en invertir y producir algo en el precio y la calidad que el consumidor demanda. Esas ganancias no solo benefician al empresario sino también a los consumidores. Ambos salen ganando y hay cooperación pacífica entre las partes. Todos trabajan en paz y armonía buscando su propio beneficio pero en base a beneficiar al consumidor.
La otra forma de ganar dinero a toda costa, como dice Francisco, es logrando que el estado le quite a otros para darme a mí, sea vía subsidios, protecciones, restricciones a la competencia, etc. El problema de este sistema es que, además de ser ineficiente desde el punto de vista económico, es profundamente inmoral y genera conflicto social. ¿Por qué? Porque para obtener mi utilidad tengo que convencer al estado para que utilice el monopolio de la fuerza para quitarle a otro su ingreso o patrimonio para dármelo a mí.
Cuando el estado utiliza el monopolio de la fuerza para atacar a los indefensos ciudadanos en vez de utilizarlo para defender el derecho a la vida, la libertad y la propiedad, entramos en un sistema de organización social en la cual solo gano si logro que el estado le quite a otro para darme a mí. Así, si el estado le quita parte de sus ingresos a A para dárselos a B, A va protestar y para tranquilizarlo el estado le quitará sus ingresos a C para conformar a A. Pero C también protestará y, por lo tanto, el estado le quitará a D para calmar a C y así seguirá la historia en la cual el que más gana es el que más poder de lobby tiene. Lo cierto es que ninguno puede progresar si no es a costa de sus semejantes. Bajo ese sistema es que, además de inmoral, impera el conflicto social permanente porque pocos son los que se dedican a producir y muchos los que usan al estado para saquear al resto de la sociedad. Es una sociedad de saqueadores en la que todos luchan contra todos.
Ese es el modelo que en última instancia parece estar pregonando Francisco. Un modelo de conflicto social permanente, aunque su objetivo sea el opuesto. Desconozco porque impulsa un sistema de enfrentamiento social, pero en los hechos es lo que termina proponiendo.
Salvo un cretino y los populistas que necesitan generar pobres para mantenerse en el poder, nadie puede querer que aumente la pobreza. De manera que aquí no se trata de formular enunciados diciendo que queremos que haya menos pobres, desocupados o indigentes. Lo constructivo es formular las propuestas que permitan disminuir la pobreza, la indigencia y la desocupación en forma permanente. Y eso se consigue con calidad institucional, que atraiga inversiones para crear puestos de trabajo, mejorar la productividad y así incrementar los salarios reales en forma sostenida.
Mal asesorado, o tal vez por tener una ideología peronista, Francisco hace un discurso que lleva al camino opuesto, incrementando la pobreza, la indigencia y la desocupación. Y si no es así, deja abierta la puerta para que la gente interprete mal sus palabras y su laboral pastoral termine incentivando el conflicto social.
En síntesis, su discurso en su viaje por América Latina lejos estuvo de contribuir a disminuir la pobreza. Más bien tiende a incrementarla. Y en ese discurso no hay infalibilidad que valga. Francisco se equivoca de medio a medio proponiendo el camino de la pobreza y, lamentablemente, el de la confrontación entre hermanos al hacerle creer a los pobres que ellos son pobres porque otros trabajan honradamente.
Gran favor le haría a la humanidad el Romano Pontífice si denunciara con firmeza a los gobiernos corruptos y autoritarios que pululan por América Latina, en vez de recibir a esos aspirantes a tiranos como si fueran grandes estadistas y empezar a tratarlos como lo que son: descarados ladrones que no respetan los derechos humanos. La cabeza de la Iglesia sigue estando en deuda con los oprimidos por estos déspotas latinoamericanos.
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