Nada de alabanzas para Trump
The Beacon – El Instituto Independiente
Los Estados Unidos son un país cimentado en el principio—independientemente de cuan imperfectamente se lo haya implementado en la práctica—que sostiene que todos los hombres* son creados iguales. Celebramos y honramos el valor del individuo, dotado de manera irrevocable con el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Abrigamos el sueño estadounidense de que, sin considerar las circunstancias del nacimiento, con coraje y determinación, cualquiera puede triunfar.
Y aunque podemos aún no haberlo logrado, nos esforzamos por cumplir el sueño de Martin Luther King de una nación en la cual todos somos juzgados únicamente por el contenido de nuestro carácter, no por el color de nuestra piel.
Cuan antiestadounidense resulta, por lo tanto, atestiguar como Donald Trump en su carácter de candidato a la Presidencia de los EE.UU. practica una política de identidad, agrupando y rotulando a toda una población—los inmigrantes ilegales procedentes de México—como violadores y asesinos.
Y va aun más lejos. Trump endilga a otros la culpa de la moribunda economía estadounidense: “[Los desempleados] no pueden conseguir empleos, porque no hay puestos de trabajo, debido a que China tiene nuestros empleos y México tiene nuestros empleos”.
Ser testigo de vítores a favor de tal alarmismo debería infundir temor en los corazones de todos los que aman la libertad. Hemos visto antes un país hastiado del malestar económico alentar a un líder carismático aglutinando a sus seguidores en contra de un chivo expiatorio: Hitler hacia recaer la culpa de la crisis económica de Alemania sobre los judíos.
Y así como las desastrosas políticas económicas y monetarias alemanas que exacerbaron el punitivo Tratado de Versailles—no “los judíos”—produjeron los males de Alemania, del mismo modo Trump y el pueblo estadounidense deben mirar a nuestro propio gobierno disfuncional—no a los mexicanos—como el principal causante de nuestro estancamiento económico.
Un gobierno que disemina la mediocridad y la lucha de clases a través de la educación “pública”; un gobierno que erige barreras cada vez más difíciles de superar para la oportunidad económica y la iniciativa empresarial; un gobierno que lleva a la bancarrota a la clase media y acostumbra a la dependencia.
Una tierra de oportunidades no le teme a un número mayor de personas—los reconocemos como fuente de capital humano que genera riqueza y hace crecer a nuestra economía.
Los conservadores estadounidenses que alientan a Trump han olvidado que sus santos patronos—Milton Friedman y Ronald Reagan—reconocían ambos a los inmigrantes mexicanos como un beneficio para los EE.UU.
Friedman célebremente enfatizo su apoyo a la inmigración—
Actualmente, esa inmigración mexicana, a lo largo de la frontera, es una buena cosa. Es buena para los inmigrantes ilegales. Es buena para los Estados Unidos. Es buena para los ciudadanos del país. Pero, es solamente buena en tanto y en cuanto es ilegal.
—con advertencias sobre los costos de los beneficios sociales: por eso abogaba por la inmigración ilegal, ya que los inmigrantes ilegales no reúnen los requisitos para acceder a los beneficios sociales. Por lo tanto, acertadamente bregaba por la abolición del Estado de bienestar—no la abolición de la inmigración.
Sin embargo, teniendo en cuenta incluso los costes de las prestaciones públicas, numerosos estudios del Independent Institute y otros encuentran que la inmigración produce un beneficio neto para la economía estadounidense, y una restricción de la inmigración perjudica sobre todo a las pequeñas empresas.
Como más de 500 economistas, incluidos 5 premios Nobel, coinciden:
Los inmigrantes no quitan empleos estadounidenses. La economía estadounidense puede crear tantos empleos como trabajadores estén dispuestos a trabajar, siempre y cuando el mercado laboral permanezca libre, flexible y abierto a todos los trabajadores en igualdad de condiciones.
Así que éste es el clamor en torno al cual todos los estadounidenses deberían estar aunados: desmantelar los horripilantes programas gubernamentales que están produciendo una ciudadanía maleducada, bloqueando la oportunidad y el espíritu empresarial, y reemplazando nuestra cultura de valorar a cada individuo como poseedor de un potencial único e ilimitado con una que nos clasifica y etiqueta conforme la raza, el credo, la nacionalidad y el género.
Los estadounidenses deberíamos de hecho estirar nuestro brazo derecho—no al saludo de “Heil” frente a la ridícula búsqueda de Trump de chivos expiatorios—sino para enarbolar bien alta la antorcha de la libertad, un faro de bienvenida para todos los que anhelan respirar libertad.
———
*“Hombre” es nuestro género: el ser humano, e incluye a hombres y mujeres.
Traducido por Gabriel Gasave
Mary L. G. Theroux es Vicepresidente Senior del Independent Institute.
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