El peligro de su necedad
Desde este espacio, así como también en muchos otros de mis colegas en las páginas de opinión, hemos venido advirtiendo por años que el modelo de la Revolución Ciudadana era insostenible y eventualmente acarrearía tal cantidad de distorsiones que tarde o temprano requerirían de un gran ajuste. También hemos venido advirtiendo que es mejor realizar las correcciones lo más pronto posible para limitar su costo. Aquí he explicado algunas veces cómo lo hicieron exitosamente los países bálticos.
No he compartido la retórica de crisis inminente que adoptaron tanto el Gobierno como la oposición y muchos colegas que hacen opinión. De hecho, a principios de este año prácticamente ninguna proyección económica preveía una crisis o recesión para la economía ecuatoriana. Desde ese entonces todas las proyecciones se han vuelto más sombrías, en gran parte, debido a una incertidumbre artificialmente generada por un gobierno que parece estar al borde de un colapso nervioso, conforme pretende seguir actuando como lo hacía cuando le llovía el maná. Ahora que ya no le llueve asumen que el problema es monetario y comercial, y su necedad no les permite ver que el problema es el Estado metiche y obeso.
Por supuesto que la terquedad de tantas autoridades y demás burócratas es fácil de entender. Llevan años predicando el supuesto milagro de su modelo y sus grandes conocimientos de economía. Peor aún, como dijo el escritor Upton Sinclair Jr.: “¡Es difícil lograr que un hombre entienda algo, cuando su salario depende de que no lo entienda!”.
Pero su necedad, aun cuando es comprensible, no deja de ser peligrosa porque agrava innecesariamente una situación que no tendría por qué ser crítica. Considero que la terquedad del Gobierno en creer que todo se resuelve controlando cada vez más a la gente y gastando cada vez más dinero de otros es el principal factor desestabilizante.
Consideremos tan solo algunas de las medidas más contraproducentes: restricciones al comercio por un supuesto problema de balanza comercial que no resiste ni la simple observación de lo que pasa en otras economías dolarizadas como El Salvador y Panamá (ambas han sostenido déficits en su cuenta corriente, que incluye la balanza comercial, superiores a los nuestros y no han experimentado ni crisis ni recesión); la incesante creación de nuevos impuestos y aumento de los existentes; y las decisiones torpes tomadas por la Junta Política de Regulación Monetaria y Financiera.
Sobre esta “Super Junta” cabe agregar que podría ser el principal factor detrás de la contracción atípica del crédito y de los depósitos en el sistema financiero (reducción de $ 1.600 millones en depósitos hasta el 19 de junio y los créditos al sector privado empezaron a caer en abril) y, por lo tanto, del menor crecimiento de la economía. Entre las resoluciones más preocupantes de este organismo se incluyen disponer discrecionalmente de la liquidez del sistema financiero, hacer de aceptación obligatoria el dinero electrónico para los bancos y autorizar al BCE la emisión de bonos para pagar a contratistas del Estado.
Ojalá practiquen pronto la virtud de la humildad, que se requiere para reconocer errores, antes de que siga creciendo el costo de su terquedad. A principios de este mes, en mi columna ‘Calmantes y energizantes’ (3 de julio de 2015), propuse unas medidas puntuales como primeros ajustes. ¿Será capaz este Gobierno de admitir sus errores?
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