Un Irán más rico apuntará a América
Alberto Nisman, el fiscal argentino que investigaba el caso AMIA, publicó en 2013 un informe de 500 páginas sobre la extensa red del terrorismo iraní en el hemisferio occidental.
En octubre pasado, la policía de Lima encontró detonadores y TNT en la casa de un operativo de Hezbolá.
En el prólogo del libro de 2014 Iran’s Strategic Penetration of Latin America (algo así como La penetración estratégica de Irán en América latina), la ex ministra de Defensa de Colombia, Marta Lucía Ramírez, escribió que el “‘eje de unidad’ entre Venezuela e Irán encarna la distancia cada vez mayor” que separa a América Latina de Estados Unidos. “No se trata de distraer la atención del público de los numerosos conflictos de EE.UU. en Medio Oriente y otras partes del mundo”, señaló, sino de “recordar a nuestros vecinos del norte el tipo de desconexión de América latina que condujo a la crisis nuclear de 1962”.
El gobierno de Barack Obama se ha comprometido a desmontar muchas sanciones económicas a Irán a cambio de la promesa de éste de desactivar partes de su programa nuclear. El acuerdo prevé el relajamiento de las restricciones internacionales para comerciar con e invertir en Irán. También se espera la liberación gradual de unos US$100.000 millones en activos iraníes congelados por EE.UU. y otros países.
Esto significa que aun cuando le impida a Irán obtener un arma nuclear, el acuerdo hará que el mundo sea menos seguro. Susan Rice, Asesora de Seguridad Nacional de EE.UU., lo admitió indirectamente el miércoles pasado cuando Wolf Blitzer, conductor de CNN, le preguntó si uno de los destinos de esos fondos podría ser “el apoyo (al) terrorismo internacional”. “De hecho”, dijo Rice, “es de esperar que cierta porción de ese dinero vaya al ejército iraní y sea potencialmente utilizado para el tipo de malas conductas que hemos visto en la región hasta ahora”.
Y no sólo en Medio Oriente. Un destino probable para algunos de esos fondos serán las actividades militares, ideológicas y terroristas de la República Islámica en el patio trasero de EE.UU. Joseph Humire, director ejecutivo del Centro para una Sociedad Libre y Segura, con sede en Washington, me dijo la semana pasada que “si Irán obtiene acceso al sistema financiero mundial, va a redoblar sus esfuerzos en América Latina”.
Irán ha apuntado a América Latina desde mediados de los años 80, estableciendo mezquitas y centros culturales para difundir su revolución. Una rama de Hezbolá, la extensión fundamentalista islámica de Irán, fue responsable por el ataque terrorista de 1992 contra la Embajada de Israel en Buenos Aires. Fiscales argentinos acusaron a Irán de ser el autor intelectual del ataque terrorista de 1994 contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en la misma ciudad.
Irán tiene estatus de “observador” en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), una coalición de gobiernos pro-Castro del hemisferio lanzada durante la presidencia de Hugo Chávez en Venezuela. Los miembros del ALBA incluyen Cuba, otros seis países del Caribe, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. La relación de esta alianza con Irán significa que operativos de ese país y de Hezbolá pueden moverse fácilmente por América. Un documento de 2014 publicado por el centro de Humire señala que funcionarios de inteligencia de la región creen que Tarek El Aissami, ministro del Interior de Venezuela entre 2008 y 2012, suministró nuevas identidades a 173 personas provenientes de Medio Oriente.
Alberto Nisman, el fiscal argentino que investigaba el caso AMIA, publicó en 2013 un informe de 500 páginas sobre la extensa red del terrorismo iraní en el hemisferio occidental. Uno de sus hallazgos más escalofriantes fue que el frustrado complot de 2007 para hacer estallar explosivos en el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy de Nueva York fue una operación iraní dirigida por un guyanés reclutado por Teherán. En enero de este año, Nisman fue encontrado en su apartamento de Buenos Aires con una bala en la cabeza.
Un argumento para el levantamiento de las sanciones fue que los iraníes están sufriendo económicamente. Sin embargo, sus penurias no han hecho nada para disminuir las aventuras de la República Islámica en América Latina.
La inversión iraní en la región no busca facilitar la alimentación o el crecimiento económico, sino más bien cumplir objetivos estratégicos. Hay evidencia sólida de que desde 2007 Irán ha invertido en la exploración de uranio en Bolivia, Venezuela y Ecuador, supuestamente en conexión con sus intereses nucleares. El ejército iraní tiene al menos una empresa conjunta con Venezuela, ubicada en el estado Aragua, donde El Aissami es ahora gobernador.
La propaganda es una prioridad iraní. HispanTV, lanzado en 2011, es un canal en español dirigido por Irán que tiene acuerdos de asociación con la televisión estatal en varios países del ALBA. En Control remoto, un libro de 2014, el respetado periodista boliviano Raúl Peñaranda escribió que el ex presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad presuntamente donó US$3 millones al presidente boliviano, Evo Morales, para financiar y equipar la estación estatal de TV Abya Yala.
El general Douglas Fraser, ex jefe del Comando Sur de EE.UU., testificó ante el Congreso hace tres años que Irán respaldaba al menos 36 centros culturales islámicos chiítas en América Central, el Caribe y América del Sur. El general John Kelly, quien ahora dirige el Comando Sur, testificó este año que hoy los centros son más de 80.
En octubre pasado, un operativo de Hezbolá fue detenido en Lima bajo sospecha de estar planificando acciones terroristas en Perú. Los informes de prensa dijeron que la policía descubrió detonadores y dinamita en su casa, y existe evidencia de que podría haber estado considerando el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez como un posible blanco.
El presidente Obama se jacta de que este arreglo suyo es reaganiano. Sin embargo, Reagan no abandonó América Latina a los enemigos de la libertad.
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