Trumplandia
Vamos a imaginarnos el país que quisiera Donald Trump.
Trumplandia tendría un gran muro de 1,954 millas en la frontera con México. En una gigantesca operación de limpieza migratoria deportaría a más de 11 millones de indocumentados. Sus hijos nacidos en Estados Unidos no tendrían pasaporte ni país y, eventualmente, también serían deportados. Así, y solo así, Estados Unidos volvería a ser una gran nación.
Esa es la utopía que Donad Trump le está vendiendo a los norteamericanos. Pero esa utopía es una mentira. Los indocumentados no son responsables de los principales problemas del país. Lo que Trump propone es imposible de lograr. Trumplandia sería como una muy mala y tenebrosa película de ciencia ficción.
Para que Trumplandia se quedara sin indocumentados primero tendría que vivir el terror. Imagínense el horror de detener en casas, trabajos y escuelas a millones de hombres, mujeres y niños. Para lograr eso a corto plazo sería necesario usar al ejército, a la policía y a todos los agentes del servicio de inmigración. Las cortes quedarían paralizadas, desbordadas y habría violaciones masivas a los derechos humanos.
Tras las brutales redadas, sería necesario detener en estadios o en enormes lugares públicos a los indocumentados para luego ser deportados en autobuses –a México– y en aviones al resto del mundo. ¿El costo? Unos 137 mil millones de dólares, es decir, 12,500 dólares por inmigrante, según un cálculo de ICE. Los 10 mil millones de dólares que Trump dice tener no alcanzarían ni siquiera para deportar a un millón de personas.
Si Trumplandia cambiara la enmienda 14 de la Cnstitución y le quitara la ciudadanía a los hijos de indocumentados nacidos en Estados Unidos, primero tendría que deportar a 4.5 millones de esos niños que ya viven en el país. Pero ¿a qué país? Si el papá es de México y la mamá de Honduras, ¿a dónde se envía un niño sin patria y sin pasaporte?
¿Qué pasaría con las madres indocumentadas después de dar a luz y con sus bebés? Sería patético meterse en el terrible e inhumano negocio de deportar bebés, niños y estudiantes.
El problema de Trumplandia, claramente, es con los mexicanos, no con los canadienses. Por eso Trump construiría un muro para separar a Estados Unidos de México. Pero, en cambio, no tocaría la frontera más grande del mundo, la que comparte por 5,525 millas con Canadá.
Construir muros es un mal negocio: cuestan mucho y no sirven. Cada milla cuesta, al menos, 16 millones de dólares (según reportó el NYT). De las 1,954 millas de frontera, ya hay muros, bardas y vallas en 670 millas. Pero en 1,284 millas no hay nada. Poner ahí un muro costaría, al menos, 20 mil millones de dólares. La fortuna de Trump alcanzaría solo para la mitad.
Pero construir ese muro sería una increíble pérdida de tiempo y dinero. Casi 40 por ciento de los indocumentados que entra a Estados Unidos lo hace por avión y, simplemente, se queda más allá del límite de sus visas. Eso no lo detiene ningún muro.
Además, el muro es innecesario. La frontera sur está más segura que nunca –el número de indocumentados bajó de 12.2 millones en el 2007 a 11.3 en el 2014– y tiene más de 20,000 agentes patrullándola. De hecho ya en el 2013 entraron a Estados Unidos más inmigrantes de China (147,000) que de México (125,000), según reportó el WSJ. ¿Qué piensa hacer Trump al respecto: construir otra muralla china?
Trump se equivoca. México no es parte de ninguna conspiración para enviar criminales y violadores a Estados Unidos. De hecho, su gobierno está bastante ocupado lidiando con sus propios problemas como el escape del Chapo, la narcoviolencia, varios casos de corrupción y la acelerada devaluación del peso. Y es importante aclararlo: la mayor parte de los inmigrantes que vienen de México no son delincuentes. Todos los estudios coinciden en que los niveles de criminalidad entre los inmigrantes son menores que entre los nacidos en Estados Unidos. Punto.
Trumplandia –esa utopía llena de muros y de odio contra los inmigrantes– no es el Estados Unidos que yo conozco. Trumplandia sería el reino de la intolerancia, la xenofobia y la división.
Las grandes naciones se definen, no por la manera en que tratan a los ricos y a los poderosos, sino por la forma en que cuidan de los más vulnerables. Hoy, en Estados Unidos, los indocumentados y sus hijos son los más vulnerables. Y Trump decidió ir contra ellos.
Trumplandia es el horror.
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