Propiedad privada, la clave del progreso
El grave atentado socialista contra el mercado y la propiedad privada es uno de los principales puntos a tener presente cuando debemos evaluar el debilitamiento de la sociedad libre y abierta.
La tendencia socialista pareció proponer algún modelo de organización y planificación central donde los bienes hacían su intento por ser de “propiedad común”, cuestión que jugaba a ser una de las “mayores moralidades” de dicha ideología. Así y todo, y a pesar de sus interminables intentos de aplicación, la ingeniería social ha demostrado sus falencias una y otra vez.
Se hace común oír hoy en día ciertas defensas a las “bondades socialistas”. El punto de partida siempre suele ser: “pero, no es justo que existan personas tan ricas y otras tan pobres, por eso hay que hacer justicia social”. Exacto, y es por tal motivo que los socialistas quieren que todos seamos igual de pobres.
Deberíamos plantearnos qué tanto tiene de “justo” el hecho de que quien genera riquezas tenga que entregar el fruto de su trabajo a quien no produce nada sólo por el hecho de que esa es la base de la ideología de turno, o porque cierto gobierno le coloca el título de “pobre” en la frente a algún ciudadano.
La base central radica en la esencia de la propiedad privada. Esto significa que los bienes que existen en un sistema de respeto de los derechos de propiedad son cuidados de mejor modo que aquellos que se usan para el famoso “bien común”. La fórmula es sencilla: sin propiedad privada, los bienes no le pertenecen a nadie, por ende nadie se preocupa por ellos ni por su estado de situación, sin embargo todos buscan usufructuarlos de alguna manera u otra. Aquí es cuando entran en juego los incentivos y las motivaciones del ser humano, teniendo en cuenta siempre que lo que es de “todos” termina siendo de nadie.
Imagínese usted que le quitasen su propiedad, sus medios de producción, sus ganancias y todo el fruto de su trabajo. Se hace evidente que tarde o temprano, por la mera cuestión de incentivos, dejaría de producir. Afirmamos entonces que este tipo de ideologías de corte intervencionista ignora los postulados más básicos del comportamiento humano, favoreciendo al empobrecimiento de la sociedad civil.
Lo que el gobernante socialista o el defensor estatista jamás han podido comprender es que el sistema de propiedad privada es la más eficiente institución en lo que a la producción de progreso respecta.
Tomás de Aquino afirmó que “la propiedad privada es necesaria para la vida humana… primero porque las personas se preocupan más por una cosa cuando cae bajo su propia responsabilidad…; segundo, porque si todos tuvieran que ocuparse de todas las cosas se produciría un caos; tercero, porque los hombres viven juntos en mayor paz cuando cada cual está contento con lo que tiene… mientras que son frecuentes las disputas entre las personas que poseen las cosas en común…”. Con la propiedad privada se aprende que uno mismo se beneficiará de los éxitos de la misma si se la mantiene con buen cuidado, y que uno mismo será quien sufrirá las consecuencias en caso de descuido.
Los gobiernos que en su esencia cargan las ideas de la planificación central han sido los ejemplos más claros de lo que no debe hacerse para lograr un mundo más justo. A la postre, todas las prácticas de organización social y de recelo a la propiedad privada han demostrado su fracaso una y otra vez.
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