Dora de Ampuero: femenino singular
Es difícil decir algo de Dora que no se haya dicho ya. Dorita, como la llamamos quienes la queremos, no es, sin embargo, conocida en España como debiera serlo. El alcance de su enseñanza y la tenacidad de su lucha por la libertad en una nación donde verdaderamente uno se la juega, lo merecen. Pero a quienes vivimos en un país europeo donde la desidia nos corre por las venas nos da flojera mirar hacia afuera, excepto si se trata de un superhéroe o un supervillano a quien podamos mitificar o demonizar.
Dora no es ni una cosa ni otra. Es un David encarnado en una mujer chiquita, sonriente, de voz suave y mirada limpia. Eso sí, todo un huracán cuando se trata de remover a titanes del peor socialismo populista como Rafael Correa, presidente de su país.
Hoy jueves 3 de septiembre es su cumpleaños y un grupo de amigos nos hemos reunido en Guayaquil, su ciudad natal, para rendirle un merecido homenaje. Ella ha organizado, para celebrar la vida, un coloquio que analiza el papel de la mujer en la defensa de la libertad. Ya podría, la propia Dorita, subirse al estrado y simplemente contarnos su experiencia, pero ha decidido, como siempre, ponerse en segundo plano y dejarnos el protagonismo a quienes no lo merecemos como ella.
Podría, por ejemplo, hablarnos de la conciliación laboral, y relatarnos cómo, siendo madre de tres hijos, amante esposa de Enrique, y dedicarse a lo que siempre se llamó "sus labores", estudió una carrera, una maestría en Sociología (en Cornell), otra en Economía (en la George Mason University) y un doctorado (en ESEADE). Podría hablarnos de la honestidad intelectual de quien se matricula del primer curso de matemáticas mientras estudia una maestría para no quedarse atrás. Podría explicar cómo se decide uno a crear un think tank en plena década de los 90, en una ciudad como Guayaquil, en un país como Ecuador, para promover las ideas de la libertad, cediendo su propia casa, tiempo, dinero, energía, horas de sueño, para que aquello floreciera (como ha hecho, sin duda). Podía haber seguido estudiando con su maestro Don Lavoie y con Larry White, quienes le enseñaron tanto. ¿Quién, a sus 56 años, con hijos mayores, sueños cumplidos, y la vida resuelta, hace una cosa así? Dorita de Ampuero, una fuerza de la naturaleza encerrada en un cuerpo de mujer.
Jóvenes ecuatorianos de varias generaciones, cuando les preguntas cómo es que hay tanto alumno ecuatoriano en las aulas del profesor Huerta, o en las de CMT-Suisse Management Center, o por todos lados, te responden: "Todo empezó con Dorita". Es su inspiradora y la de muchos liberales que hemos convivido con ella en coloquios, eventos y en el camino de la vida.
Yo no soy de sus amigas más veteranas. Quienes sí lo son me dicen que toda la dulzura se transforma cuando alguna injusticia le subleva. No querrías tenerla como enemiga. Rafael Correa ya se ha enfrentado a sus alumnos y discípulos, que luchan desde las aulas, desde las asociaciones civiles, por reconducir su país hacia un sendero de libertad que acabe con la miseria y la desigualdad. Y así es: la desigualdad se combate en la trinchera de la libertad. Ese es, probablemente, el mensaje que las acciones y el ejemplo de Dorita de Ampuero nos muestran. Hay que defender la libertad en sí misma, y también porque la defensa de los menos favorecidos pasa por la erradicación del intervencionismo arbitrario.
Me habría encantado conocerla antes, conocer a Enrique Ampuero, ingeniero agrónomo, investigador, amante de la libertad, estudioso infatigable, que en sus últimos años era "el fotógrafo" del Instituto Ecuatoriano de Economía Política (IEEP). Me habría encantado acudir a sus clases, ponerme a su disposición, aprender observándola.
Los jóvenes y no tan jóvenes ecuatorianos tienen una deuda con Dorita. Esa llama que ellos ahora portan fue creada, con sudor y esfuerzo, como quien hace fuego de la nada, por esa mujer chiquita. Y esa llama no puede desaparecer.
Nada me gustaría más que mis compatriotas españoles liberales conocieran a Dora de Ampuero y le reconocieran su labor vital, su dedicación a la defensa de la libertad otorgándole el Premio Juan de Mariana 2015. Yo, humildemente, propongo su candidatura para que este año el Premio Juan de Mariana sea marcadamente femenino y singular.
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