Una vez más: ¿Y qué diría Ronald Reagan?
No me gusta repetir títulos ni columnas previas, pero con el segundo debate republicano esta semana desde la Biblioteca Ronald Reagan en Simi Valley, California, vuelvo a preguntarme qué diría el ícono del Partido Republicano del lamentable espectáculo de su partido en este ciclo electoral y particularmente del tono ofensivo e incluso racista de varios de los precandidatos.
También me pregunto qué diría el positivo Reagan del despliegue de negativismo, depresión y caos que predica la inmensa mayoría de estos precandidatos. Han sido años difíciles en diversos frentes, tanto económicos como en política exterior, pero la economía va repuntando y las tasas de desempleo han disminuido, aunque no a los niveles que uno quisiera ver entre diversos sectores.
Pero el grueso de los ahora 16 precandidatos republicanos ha optado por pintarnos un panorama deprimente y ha buscado también chivos expiatorios con quienes desquitar la rabia de un sector ultraconservador que todavía no se recupera de que un afroamericano, Barack Obama, haya ganado la presidencia no una sino dos veces, y de que esta nación ya no es una estampa de Norman Rockwell y los cambios demográficos han llegado a los más recónditos puntos de nuestro país.
Me imagino que el favorito de la camada republicana, Donald Trump, quien ha dirigido la sinfonía de insultos y vejámenes y sigue subiendo en el favor del público, será de los que aproveche el debate del miércoles 16 de septiembre, que por cierto coincide con la Independencia de México, para ensalzar la figura de Reagan.
Hace seis años escribí una columna sobre este mismo tema pero con otros personajes y, claro está, nunca imaginé que en la antesala de la elección presidencial de 2016 seguiríamos escuchando los mismos argumentos en contra de una reforma migratoria amplia y que los ataques a los chivos expiatorios de siempre, los indocumentados, se tornarían cada vez más viciosos.
Reagan fue una figura polémica. Sus reducciones de impuestos y recortes a varios programas profundizaron la disparidad de ingresos.
Pero no cabe duda de que es también una figura admirada entre muchos latinos por promulgar el 6 de noviembre de 1986 una verdadera amnistía que benefició inicialmente a unos 3 millones de indocumentados. Las sanciones a los empleadores inescrupulosos que a sabiendas siguieran contratando indocumentados no fueron aplicadas adecuadamente y algunos críticos dijeron que carecían de garra. La realidad es que de los 3 y tantos millones de indocumentados que había en 1986, ahora hay unos 11 millones, y el presidente Barack Obama ha deportado a casi 2.5 millones de ellos. Y la verdad sigue siendo que la mano de obra indocumentada es necesaria en diversas industrias que mantienen este país a flote, la agrícola por nombrar una de las más importantes, y los empleadores siguen echando mano de ella para trabajos que otros sectores de este país simplemente no harán. Con su trabajo contribuyen a la economía a diversos niveles y con miles de millones de dólares.
El Fondo de Acción del Foro Nacional de Inmigración presentará un anuncio durante el debate por CNN precisamente contrastando los preceptos migratorios de Reagan con lo que ahora dicen los precandidatos republicanos.
Así que vuelvo a preguntarme, ¿qué diría Reagan de las “joyas” que emanan de las bocas de muchos precandidatos republicanos cuando hablan de los inmigrantes?
Por lo menos sé lo que dijo en vida un presidente conservador que promulgó una amnistía para indocumentados con un Senado republicano y una Cámara Baja demócrata, y que evidenció pragmatismo y positivismo al abordar el tema.
Al promulgar la medida, Reagan dijo que “nuestro objetivo es establecer un sistema migratorio razonable, justo, ordenado y seguro y no discriminar en forma alguna contra naciones o personas particulares“.
Y agregó: “Las cláusulas de legalización de esta acta irán muy lejos en mejorar las vidas de una clase de individuos que ahora tienen que esconderse en las sombras sin acceso a muchos de los beneficios de una sociedad libre y abierta. Muy pronto muchos de estos hombres y mujeres podrán salir a la luz y, finalmente, si lo deciden, pueden convertirse en estadounidenses”.
O el Reagan que al dejar la presidencia en 1989 explicó su visión de una ciudad luminosa “con gente de todo tipo viviendo en armonía y paz… que si tuviera muros, los muros tendrían puertas y las puertas estarían abiertas a cualquiera con la voluntad y el corazón de llegar hasta aquí”.
Repito la misma conclusión de hace seis años: Qué contraste con los nativistas y antiinmigrantes que han secuestrado al Partido Republicano.
La autora es asesora ejecutiva de America’s Voice.
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