Guatemala y el Presupuesto 2016: ¿Se puede y no se quiere?
¿Se puede y no se quiere reducir el presupuesto 2016? Esta es una de las preguntas que cualquiera se hace cuando escucha y lee el proyecto de presupuesto para el próximo año. Un proyecto que pretende gastar Q72,430 millones.
Actualmente está en la fase de discusión en la Comisión de Finanzas Públicas en el Congreso, ahí los diputados emitirán un dictamen del mismo. Por tal motivo se han reunido con diferentes “sectores” para escuchar sus propuestas, peticiones y deseos con respecto al contenido del mismo.
EL presupuesto es un botín -nada despreciable- para los parásitos del gobierno y una carga muy pesada para los tributarios que deben financiarla.
Los ingresos –tema favorito de los politiquillos- con los cuales se pagará este “mal gasto” provienen de la riqueza que usted y yo deberemos generar el próximo año; es decir, para el 2016 deberemos esforzarnos y trabajar arduamente para producir poco más de Q54,555 millones en impuestos. Además deberemos no perder esa energía y entusiasmo por ser productivos ya que también nos endeudaran por poco más de Q14, 105 millones que se sumarán a la deuda de Q120,740.3 millones que hasta el momento los politiquillos han contraído empeñando nuestros futuros ingresos.
Obviamente, los politiquillos le dirán que ese dinero es para ayudar a los más pobres y que se empleará para contribuir al bien común. También le dirán que es SU DEBER ayudar a los que menos tienen y que la ÚNICA manera de hacerlo es pagando sus impuestos sin chistar.
Pero entonces, ¿por qué las organizaciones privadas –que ayudan a los más necesitados- obtienen mucho mejores resultados con significativamente menos recursos? ¿Por qué todos estos años en que se han aprobado presupuestos desfinanciados, no se ha logrado reducir la pobreza? ¿Por qué cada vez se necesita más dinero y más dinero? ¿Por qué no se necesitan candados y controles al gasto que realizan?
Si revisamos los resultados en la ejecución del presupuesto nos daremos cuenta que son mediocres e ineficientes. Que han gastado muchísimo para obtener muy poco o casi nada como por ejemplo en seguridad y certeza jurídica. ¿Vale entonces la pena continuar con el mismo sistema? ¿Deberíamos pensar en hacer cambios en la forma en que se gastan nuestro dinero?
En las discusiones en la Comisión de Finanzas se han presentado varias propuestas, considero que vale la pena ponerle atención a la que presentó el Centro de Estudios Económico-Sociales –CEES- ya que propone reducir el presupuesto.
La propuesta consta de varios aspectos como: primero, un recorte al gasto en los ministerios y dependencias del gobierno con baja ejecución del gasto, es decir, si no lo han gastado tampoco les hará falta para el siguiente año. Segundo, recortar un 5% general para reducir el “desperdicio” de recursos y obligar a mejorar la calidad del gasto. Tercero, recortar las plazas 029 –contratos por servicios- para reducir la cantidad de plazas fantasmas. Cuarto, eliminar programas –como el de fertilizantes- y dependencias –como el Ministerio de Desarrollo Social- ineficientes. Quinto, eliminar aranceles y simplificar los trámites que mejoren el comercio exterior son algunos de los aspectos considerados.
Estas propuestas nos dan una clara idea de que hay mucho de dónde recortar del gasto público en lugar de pensar en ajustar más el cinturón a los tributarios con más impuestos y deuda –que no es más que impuestos a futuro-. En lo personal considero que se debe poner especial énfasis en el “listado geográfico de obras”, en los fideicomisos y fondos que gastan los recursos sin mayores controles ni rendición de cuentas, sólo por poner un ejemplo: los Q150 millones al Fideicomiso de Transporte de la Ciudad de Guatemala. También se debe poner atención al gasto en el área de salud, educación y comunicación que suman Q23,430.80 millones.
Los diputados del Congreso deberán discutir, analizar y aprobar o no el presupuesto para el siguiente año. De nosotros depende el exigirles un trabajo responsable, ya que en última instancia somos nosotros lo que pagaremos “literalmente” la cuenta de lo que aprueben.
Los diputados conocen mejor que nosotros los focos de corrupción y saqueo del presupuesto pero no harán algo por impedirlo o dificultarlo si no se los exigimos. Considero que el malgasto y despilfarro del presupuesto se puede reducir pero les conviene no hacerlo; es decir, se puede pero no se quiere.
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