Argentina K: La Retirada
Se apresuraron los tiempos, los almanaques han cambiado. El gobierno nacional está asumiendo la derrota antes que el ballottage se lleve a cabo. No es normal lo que pasa pero, ¿qué ha sido normal en los últimos años? El escenario político actual es el escenario que se plasmaría a partir del próximo 23 y hasta el 10 de diciembre, sin embargo no han esperado. El shock que provocó el resultado del pasado 25 de octubre fue demasiado. Perdieron el rumbo y el timón del barco.
Entre la confusión, el llamado “fuego amigo” y la desestabilización que se auto-infringe, el oficialismo se muestra perdido. Frente a los acontecimientos, Maurice Closs, gobernador de Misiones y hombre cercano a Daniel Scioli, confesó: “Macri se nos ríe en la cara”. Y pese a la necesaria moderación que tiene el candidato opositor, no parece haber errado en su expresión.
Julián Dominguez sostuvo: “nos está faltando escuchar al pueblo y mirarnos menos el ombligo”. Tardía pero certera la reflexión. Hay discordia e intereses divididos, hay culpas que se echan como se echó aceite hirviendo en las invasiones inglesas.
El gobierno está en un extraño rol de promotor del fracaso del gobernador. Si acaso Scioli quería distanciarse de la jefe de Estado y ser solo él, lo está logrando aunque no haya sido ésta la manera que soñó. Inevitablemente el ex motonauta ve derrumbarse su ambición: el fin no justificaba los medios. Esta caída es simultánea y paradójicamente, la redención de una sociedad cuya complicidad le hizo desperdiciar oportunidades indiscutidas.
Si bien se mira, no ha habido un gran cambio a nivel dirigencial, el verdadero cambio se dio en el seno de la sociedad al vencer el temor que durante doce años se le infundió desde arriba. Hubo conciencia cívica promoviendo la participación ciudadana. Las advertencias de fraude y trampa quedaron frustradas al ser expuestas. Tucumán parece ser el faro: está un paso adelante de lo que puede pasar o pasa.
Las encuestas fallaron en los porcentajes que separaban a uno y otro candidato por el miedo de la gente a expresarse libremente. Con los resultados obtenidos se evidencia que ya no existe en Argentina el mito del voto cautivo. El peronista no vota peronismo independientemente de quien sea el candidato. En rigor, el peronista ya no sabe donde está parado.
Simultáneamente, el radical está necesitado de aliados. Cambiemos es una alianza claro, lo que no implica en absoluto ni en relativo que tenga semejanzas con aquella que gobernó en el 2001. Por otra parte, la mayor alianza que debe consolidar Mauricio Macri está más allá de la política.
El titular del PRO, de ganar el ballottage, necesitará entrar en una alianza de co-gobernabilidad pero con la sociedad. Deberá enarbolar las banderas de una causa que enamore o aglutine al grueso social para tener el respaldo necesario a la hora de empezar con los cambios.
En el 2003, Nestor Kirchner se aferró a los Derechos Humanos y encolumnó a todos tras ese binomio. Después fue el mismo kirchnerismo el que cercenó una causa noble en pro de un negocio más redituable en lo material perdiendo toda esencialidad.
Hoy Macri puede optar por alzar las banderas anti corrupción de modo tal que destape y ponga en evidencia el saqueo que se ha producido en la Argentina. Es menester que la gente vea qué es lo que se hereda para comprender luego lo que se hará.
Cristina está emprendiendo la retirada, no disimula siquiera. Se repliega en La Cámpora porque desconfía hasta del peronismo. Es sabido que en el peronismo se perdona la traición pero la derrota no. La mandataria tratará de situar a Scioli como el artífice del fracaso si no logra salir victorioso del próximo paso.
Mientras tiene que trabajar sobre la Justicia, a la dama le urge una garantía de impunidad , ¿la tendrá?. La respuesta es incierta, es verdad que una vez fuera del poder, a los jueces se les quita de encima una daga, pero nadie sabe a ciencia cierta hasta adonde están dispuestos a ejercer la resistencia. Se descubrirá finalmente, cuántos fueron apretados y cuántos otros “asociados”.
La oleada de nombramientos en los últimos días responde a esa premisa: irse sin irse del todo. Cristina quiere dejar una estructura de poder en el Estado ya que la derrota de Aníbal Fernández le impide recluirse en el conurbano. Cristina quiere poner la última pieza en el “Jenga”, ese mítico juego de madera, y que quede desacomodada para que, aquel que la suceda, derrumbe la torre y pierda. Se ve como la redentora de un fracaso imaginario. Quedó encerrada en su laberinto ficticio, enredada en su relato.
El único modo de entender que el kirchnerismo esté librando una batalla a todo o nada antes de saber el resultado de la segunda vuelta electoral es presumiendo que ya no hay forma de remontar la tendencia. En Balcarce 50 prevén la derrota de Scioli, los barones de la provincia están cobrándose viejas deudas. Todos sienten que los han dejado solos pero la realidad es que estuvieron siempre en soledad, unidos apenas por los mezquinos intereses de acumular y perdurar.
Los vientos de cambio soplan fuerte. La casa de los chanchitos se vuela y queda a la vista el desorden y el caos. La toma de terrenos en Merlo es apenas un ejemplo. El país es eso: tierra arrasada y zona liberada donde la ley y la norma no valen nada. Habrá que restituirlas. La gesta de María Eugenia Vidal incluye un regreso a las fuentes: a la noción de lo que está bien y lo que está mal.
No hay chances para especular. Aquel que pase el límite de lo legal tendrá que ser castigado. Es negro o es blanco. Un caso ejemplificador debe mostrar cuales son las únicas y verdaderas reglas del juego. Esto ha dejado de ser un partido de truco donde se impone la trampa y el engaño. No hay predestinados que vienen a salvarnos. La única solución es trabajar mancomunados.
Si bien hoy nada parece poder alterar la tendencia falta llegar al 22 y conocer los números exactos de la elección. El exitismo nacido el 25 subsiste y favorece el cambio. Mientras, del otro lado tratan de entender cómo fue que el pueblo despertó si ellos no lo ordenaron y siguen descansando.
No han estado a la altura de las circunstancias, no hay gestión que se corresponda con la campaña. La desmesura en el relato los ha delatado. El miedo que siembran es más propio que ajeno. Ese temor los tiene paralizados y los pases de factura han empezado. En ese marco, Scioli queda inexorablemente desahuciado.
Los imponderables pueden hacer milagros, un “cisne negro” que se cruce puede torcer el resultado, no así un debate donde alguno quizás salga más airoso que otro pero donde, en rigor, no se pierde ni se gana una elección.
Lo que se ve no es agradable, pero es fruto de lo que hemos sido y de lo que hemos dejado que hagan desde una apatía generalizada. Parte del cambio es aceptarlo.
Vivimos la retirada que nosotros mismos gestamos: violenta, caótica, casi un calco de como está la sociedad que ha dejado una administración capaz de hacernos creer durante doce años, que la Argentina nació el 25 de Mayo del 2003 cuando un matrimonio llegó al poder.
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