Guatemala: Legisladores necios
La reciente aprobación de la “Ley de tarjetas de crédito” me recordó el inicio del famoso soneto Redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz:
“Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis”
Los legisladores, cual hombres necios, acusan a los bancos y emisores de tarjetas de crédito de abusar de los consumidores y ahora resulta que son sus defensores al aprobar la mencionada Ley.
Los legisladores necios son en buena parte la causa y no la solución de este grave problema entre particulares. Los legisladores necios pretenden regular el mercado con leyes y crean más problemas que soluciones. Por otro lado el gobierno deja de cumplir su función principal de brindar seguridad e impartir justicia.
Para comprender la necedad de los diputados es necesario remontarnos a finales del 2008, cuando los diputados en el Congreso emiten el Decreto 64-2008 en el cual reforman el Código Penal y crean el delito de “Pánico financiero”. En este decreto se establece, entre otras cosas, que comete delito financiero quien menoscabe la confianza de clientes, usuarios, depositantes o inversionistas de las organizaciones sujetas a la Superintendencia de Bancos. Son criminales de este delito aquellos que elaboren, divulguen o reproduzcan este tipo de información y serán castigados con penas desde uno a diez años y multas de cinco mil a ochocientos mil quetzales.
Con esta regulación impiden un mecanismo muy ágil y eficiente en el mercado: la queja. Ya que corres el riesgo de cometer el delito de “pánico financiero” si expresas tu malestar como le sucedió al tuitero JeanFer, quien estuvo en la cárcel. Es decir, ante la duda de ir a prisión es mejor callar y con eso se aniquila el sistema de información que ayuda al consumidor a conocer la reputación de quien presta el servicio: la queja –poca o mucha- orienta al usuario.
A través de la queja podemos expresar nuestro malestar por cobros ocultos en las tarjetas de crédito o cuentas bancarias, podemos alertar a nuestros amigos de las malas prácticas y del mal servicio que hemos recibido, podemos forzarlos –so pena de perder credibilidad- a mejorar y compensar los daños que hayan causado. Sin embargo, ahora esto podría ser un delito.
Lo cual me lleva al segundo punto, los juzgados. La queja no es un delito mientras que la calumnia y la difamación sí lo son por lo que quienes los cometen deben ser enjuiciados y sentenciados en los tribunales. Debería ser la misma historia para quienes estafen o comentan fraude, no importa cuál sea el tipo de servicio o producto que ofrezcan. Es precisamente en los tribunales donde se debe impartir justicia de manera ágil y oportuna. Por consiguiente los juzgados deberían ser una prioridad no sólo del Ejecutivo sino también del Congreso.
La “Ley de tarjetas de crédito” es una necedad de los diputados que creen pueden solucionar los problemas que han ocasionado con más de lo mismo que los originaron: la intervención. Actualmente, muchos diputados hablan de los beneficios que supuestamente tendrá el poner un precio tope a las tasas de interés; después hablarán de la avaricia de los emisores al sólo darle plásticos a quienes tengan mayores ingresos dejando fuera a los de menores recursos. Ahora hablan de las maravillas de esta ley pero después buscarán culpables ante la menor recaudación por el menor número de operaciones comerciales con las tarjetas de crédito.
Los legisladores necios hablan de que por fin ahora se podrán castigar los cobros ocultos de las tarjetas, pero ¿acaso el fraude y la estafa no están ya penados? ¿Acaso no deberíamos estar discutiendo cómo castigar más ágilmente el fraude y la estafa en los intercambios?¿Acaso la clonación no es una estafa al usar un plástico falso? Una vez más son las formas y no el fondo lo que se busca arreglar.
Los legisladores necios alaban esta ley, ya que ahora los acreedores o agentes de cobranza no podrán acosar al deudor de tarjetas de crédito. Entonces ¿sólo es lícito acosar a los deudores de autos, casas, préstamos fiduciarios y demás deudas? Otra vez se soluciona la forma y no el fondo.
Con las debidas distancias del caso y todo el respeto debido, podríamos parafrasear a Sor Juana Inés de la Cruz al decir “Legisladores necios que acusáis al mercado sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que acusáis”.
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