Debate presidencial en Argentina: Se fueron como llegaron
De Mauricio Macri y Daniel Scioli se podría afirmar lo que Borges decía del Partido Conservador de la provincia de Buenos Aires: "Me afilié a él porque era el único incapaz de suscitar fanatismos". Un signo de los tiempos. En el debate de anoche ninguno sorprendió. Los dos aplicaron con bastante fidelidad su propia receta. Ésta es la razón por la cual no hubo knockout. Es posible que los dos hayan salido igual que como entraron. Quiere decir que, por este motivo, ganó Macri. Scioli necesitaba revertir, en una hora y media, la situación inferior en la que se encuentra.Las confrontaciones televisivas se definen por dos aspectos; el tono conceptual de cada contrincante y la impresión que deja su carácter.
Macri pronunció el mensaje de la iniciativa. El de quien invita a vivir un futuro. Scioli, en cambio, invita a evitar ese futuro. Es decir, a evitar el plan del otro. El centro de gravedad de la propuesta de Scioli fue Macri. Por eso Macri salió mejor parado.
La debilidad de Scioli no tiene que ver tanto con la calidad de su intervención como con su situación política. El 25 de octubre no alcanzó las expectativas que él mismo había creado. Y perdió la provincia de Buenos Aires, su distrito. Esas circunstancias lo convirtieron en el challenger. Este encuadramiento es la clave de su debilidad. Scioli ayer encarnó la oposición a Macri. Corre el riesgo de que ese rol sea un anticipo subliminal del que le tocará ejercer desde del domingo.
Desde la base de esa dificultad, Scioli aprovechó el altísimo rating de la transmisión de anoche, que llegó a tocar los 53 puntos, para reforzar el contenido principal de su campaña desde hace tres semanas: Macri es el ajuste. Esa advertencia se basa en que las encuestas cualitativas señalan a su rival como un empresario opulento y, por lo tanto, insensible a quienes padecen necesidades. Por eso no hay aviso de Macri en el que no aparezca junto a alguien vulnerable: se trate de un pobre o de un anciano. El candidato del kirchnerismo se concentró en ese cliché: no sólo Macri es un hombre de negocios, sino que toda su administración estará plagada de gerentes de multinacionales. En boca de Scioli, Macri dejó de ser Mauricio, y se transformó en "el ingeniero Macri" o "el candidato Macri".
Hubo un momento en que a Macri, anoche, le entró ese golpe, lanzado una y otra vez. Fue cuando su rival le reprochó no haber votado las "leyes de la felicidad" (YPF, AFJP, Aerolíneas, etc.). Sólo en esa oportunidad no contestó.
El inconveniente de Scioli consiste en que, para desarrollar este planteo, debe recurrir a la agresividad y la descalificación. Y esas dos actitudes lo asimilan al estilo kirchnerista, que es la carga que él lleva en la mochila. Al comienzo de la discusión, Macri fue hiriente: nombró a Aníbal Fernández, a Carlos Zannini y a Axel Kicillof. No por casualidad, el jueves por la tarde, durante una reunión privadísima, pidió a la Presidenta que desaparezca de la campaña.
Scioli no consiguió anoche resolver este dilema. El contenido que debe divulgar, el miedo a Macri, desfigura su carácter. Los expertos señalan que en los debates hay tres actitudes: autoelogio, ataque y defensa. El primero debe superar al segundo y el segundo, al tercero. Scioli, sin embargo, fue casi todo ataque. Con un agravante: en el esfuerzo de desenmascarar a Macri, él mismo se quita la careta. Después de ser "más Scioli que nunca", se kirchnerizó. Pero al mismo tiempo necesita decir que él viene a reemplazar al kirchnerismo. El extremo de este drama quedó expresado por Karina Rabolini cuando, en la mesa de Mirtha Legrand y casi lloriqueando, debió defender a su marido de las acusaciones de la periodista Pilar Rahola, que lo identificó con los peores rasgos de la administración saliente.
La estrategia de Macri, anoche y en toda su campaña, fue golpear en ese flanco. Su formulación más eficaz apareció en la primera intervención: "Daniel, ¿en qué te transformaron?". Hay que apuntar que, para Macri, Scioli siempre fue Daniel. Dicho con un paternalismo que se cuidó de ser agresivo. Macri también le habla al focus group y debe cuidarse de confirmar la presunción de superioridad.
El candidato de Cambiemos fue también fiel a su estrategia en este punto. Él maneja los mismos números que su contrincante: 68% de los votantes de Sergio Massa no votarían a Scioli porque lo perciben como una marioneta de la señora de Kirchner. El riesgo de atacar a Macri es que lo convierte en una criatura más parecida a su creadora.
Cada uno habló con la encuesta y el mapa electoral en la cabeza. Macri se las ingenió en la discusión sobre seguridad y narco para recordar que Scioli había irritado a los rosarinos adjudicándoles un lugar destacado en el tráfico de drogas. En Rosario Scioli lo superó por 7000 votos. El mismo criterio adoptó cuando anunció el plan de infraestructura para el Noroeste, donde el peronismo de Scioli y también el de Massa hicieron sus mejores marcas.
El candidato kirchnerista aprovechó a mencionar a Massa, a cuyos votantes se propone seducir, para recordar que se hizo cargo de algunas de sus propuestas. También aquí Macri volvió al eje de su argumento: el ministro de Scioli sería el responsable actual en esa materia, Sergio Berni. Otra vez, Scioli es Cristina.
El peso del estrés
Sin embargo, es posible que el sarcasmo más inteligente de Scioli haya sido el menos preparado. Estuvo referido a la seguridad. Fue cuando le recordó a Macri que no pudo resolver el problema de los "trapitos". Es curioso que ese puñal haya entrado tan bien: no muestra a un Macri insensible con el pobre, sino ineficaz.
Las decisiones de los competidores fueron, sin querer, inadecuadas para el contexto en el que transcurriría su exposición. Cuando los organizadores de Argentina Debate ofrecieron incorporar un quinto bloque sobre inserción internacional del país, los equipos de campaña se negaron. "El estrés ya es muchísimo. Agregar 15 minutos más se va a volver insoportable para los dos". ¿Cómo saber que la discusión tendría como telón de fondo la masacre de París?
La liturgia comenzó con un homenaje a las víctimas y un gesto de solidaridad con Francia. Pero ni Macri ni Scioli tuvieron la plasticidad de adecuar el libreto estudiado al apesadumbrado clima del momento. Sobre todo Macri, quien podría haber vinculado su decisión de denunciar el acuerdo con Irán con la ola de condena al terrorismo que recorre el planeta. Tampoco hubo una referencia a la muerte del fiscal Alberto Nisman. Aun cuando Macri invitó a su ex mujer, la jueza Sandra Arroyo Salgado, a acompañarlo desde el salón.
La mención al estrés fue muy sincera. Sobre todo en el caso de Scioli. Él convirtió la discusión con Macri en la tabla de salvación que podría evitarle la derrota que, por distinto margen, le prometen todas las encuestas. Esa expectativa explica, quizás, el desasosiego con que se fue acercando a la noche de ayer. Un colaborador muy cercano le escuchó confesar: "No doy más. Estoy tan ansioso que hasta duermo apurado". En su entorno están sorprendidos porque lo ven fumar cada vez más.
Scioli apeló a recursos inesperados. Gracias a los contactos de Rafael Follonier, su canciller bolivariano, con el gobierno de Ecuador, se hizo auxiliar por Vinicio Alvarado. Se trata del cerebro de Rafael Correa en la batalla por la comunicación. Alvarado, que estuvo en Buenos Aires la primera semana de este mes, ofrece varios servicios. Es un experto en campañas populistas del tipo "yo o el hambre", como la que ha montado Scioli desde el 25 de octubre, cuando no pudo ganar en primera vuelta. Además, tiene un gran entrenamiento en manipulación de contenidos en Internet, sobre todo en redes sociales como Twitter. Esos trabajos consisten en eliminar de la red informaciones agresivas para los propios candidatos y en crear legiones de usuarios a partir de identidades falsas, que instalan discusiones convenientes al propio equipo. A Alvarado le reprochan en Ecuador contar con el soporte de una empresa argentina especializada en ese tipo de servicios: Illuminati Lab, de Gastón Douek. Pero, si se entra a la página de esa firma, se advierte que sus mensajes son muy amigables para Mauricio Macri.
El verdadero aporte de Alvarado a la campaña de Scioli es que se trata, acaso, del profesional del marketing que mejor conoce a Jaime Durán Barba, su coterráneo, a quien le ganó todas las elecciones presidenciales en las que se enfrentaron.
El auxilio de un asesor chavista es un síntoma de la encrucijada que vive la Argentina. Hay un fenómeno evidente que explica la táctica del miedo a la que se aferra Scioli: él le habla a una sociedad que vivió varios años subsidiada, gracias a una ola de bonanza que acabó, tanto para Macri como para él. Scioli le promete a esa sociedad la continuidad de los beneficios adquiridos, gracias a la filantropía del "Estado social activo", una fórmula que hace 12 años le explicó Humberto Roggero. Esa táctica, a la que apela para triunfar en la elección podría transformarse en su problema más delicado si el deseo se le cumple.
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