El Salvador: Confianza
La gente del gobierno y del FMLN oyen con incredulidad las continuas menciones de la falta de confianza como un factor fundamental en la falta de inversión y en la subsecuente falta de crecimiento en la economía. Incluso muchos economistas, un poco desconectados del rumbo actual de las ciencias económicas, tienden a pensar en el crecimiento como un proceso fundamentalmente económico, impulsado por procesos fundamentalmente económicos y por políticas puramente económicas.
Crecientemente la economía, como campo de estudio, se ha ido moviendo hacia la lógica de los sistemas complejos, que ahora son la base del estudio de la evolución (la selección natural) y, a través de ella, de la biología, la química, la física y las ciencias de la información y la comunicación. En este salto hacia la complejidad, como tantas otras ciencias, la economía se ha tenido que ir abriendo hacia los problemas confrontados por otras ciencias, como la sociología, la sicología y la historia. Así como hay fenómenos sociológicos que no pueden entenderse sin compenetrarse con la lógica económica, hay muchos procesos económicos, fundamentales, que no pueden entenderse sin involucrar a la sociología, la sicología y otras ciencias sociales y humanísticas.
Una de las victimas tempranas de la modernización de la economía es el uso del Producto Interno Bruto (PIB) como medida del desarrollo. No es que medir el PIB no sea útil. Es que da muy poca información con respecto a las fuentes de desarrollo y la existencia de crecimiento y, por ende, con respecto a las políticas y acciones que resultan en desarrollo y crecimiento.
Así, por ejemplo, Chile tiene ahora el mismo PIB por habitante que Corea del Sur tenía en 1999 (13,883 dólares GK de 1990, una medida internacionalmente usada para comparar países). Con solo esta información usted tendería a pensar que Chile de ahora está tan desarrollado como la Corea de hace sólo 16 años. Pero nada que ver. Ya para 1999, Corea era una potencia industrial, con grandes empresas conocidas en el mundo entero, como Daewoo, Hyundai, KIA, Ssang Yon LG, Samsung y otras, que producen acero, barcos (los más competitivos en el mundo), automóviles, maquinaria industrial, electrónica, logística, telecomunicaciones, etc. No solo esto. Algunas de estas empresas, como Samsung, ya estaban listas para competir en los estratos más altos de la tecnología de las comunicaciones con gigantes como Apple. Sin pretender disminuir los grandes logros de Chile, ese país es muy eficiente en la minería de cobre, y en la exportación de madera, vinos y pescados. Todavía depende crucialmente de los precios internacionales del cobre para crecer.
No hay duda de que la economía actual de Chile es muy diferente de la economía de Corea de hace dieciséis años. La economía coreana no solo era más sólida, sino también más sofisticadamente compleja, capaz de producir bienes con altísimo valor agregado basados, no en la posesión de minas de algo, o de pescados en sus ríos, sino en la inteligencia de sus ciudadanos. Así, la Corea de 1999 era mucho, muchísimo más rica que Chile, aunque tuviera el mismo PIB que éste tiene ahora.
¿Cómo es que Corea ha logrado este gran desarrollo? A través de grandes y complejas cadenas de empresas que forman enormes bases de conocimiento y de relaciones. Imagine usted todo el conocimiento que se necesita para diseñar y hacer un teléfono inteligente o un carro, y dése cuenta de que todo ese conocimiento no está concentrado en una sola empresa sino en miles de ellas que colaboran para producirlos. La coordinación de toda esta inteligencia para poder producir un articulo triunfador requiere de muchas cosas, pero el cemento que une a todos estos eslabones para construir la cadena productiva es la confianza —la confianza en que lo que promete cada uno de los otros eslabones será cumplido. Uno de los eslabones más grandes es el gobierno. El gobierno tiene que cumplir con educar bien a los estudiantes, con tener excelentes servicios de salud, con mantener la seguridad ciudadana, con proteger los derechos individuales y de propiedad que son los que unen a la cadena entera.
Los que no generan esa confianza condenan al país a vivir de actividades simples, con bajo valor agregado y bajos salarios. Si no tenemos gobiernos que cumplan con ese cometido de dar confianza, estaremos condenados a la mediocridad, ya que aquí ni cobre ni pescados tenemos.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 28 de marzo, 2016
- 29 de mayo, 2015
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