Objetivismo: La virtud de la honestidad – Parte I
República, Guatemala
La honestidad, nos dice Rand, es nunca tratar de falsificar la realidad en ninguna manera. La racionalidad es la virtud básica del Objetivismo. Es la virtud de ejercitar la mente, de estar en contacto con la realidad, de no evadir. Y todas las virtudes específicas son una forma de racionalidad. Pero cada virtud específica debe añadir algo a la definición general, de lo contrario, sería inútil, pues sólo repetiría lo que ya sabemos. Cada una de las virtudes específicas debe especificar o añadir algún aspecto que no resulta obvio de la proposición: Usa tu mente, identifica, no evadas.
¿Qué añade la honestidad a la definición de racionalidad? ¿Si la racionalidad manda no evadir, qué agrega la honestidad que sea diferente a simplemente no evadir? Lo que añade es el encarar la realidad. La deshonestidad es un paso después de la evasión, es no encarar la realidad. La evasión consiste en ignorar algún aspecto de la realidad; la deshonestidad es crear una supuesta realidad que reemplaza la que a uno no le gusta. Si uno sólo evade, uno no mira la realidad, y eso es un defecto. Uno puede andar desenfocado, atontolinado, pero esto no sería necesariamente deshonestidad, meramente sería estar fuera de foco. En ese caso, uno todavía no está construyendo otro hecho para reemplazar el hecho actual. Pero si uno deliberadamente no mira algo que a uno le disgusta, y uno hace o finge algo irreal para reemplazarlo, entonces, la acción es específicamente deshonesta. Como cuando una monja finge que el íncubo la dejó preñada. O como cuando alguien finge que es un veterano militar y que tiene mucha experiencia cuando en realidad no la tiene. En ambos casos está inventando algo; no está simplemente evadiendo, no viendo su pasado, sino que creando uno nuevo.
Específicamente, la honestidad es no falsificar la realidad. La racionalidad consiste en decir que la existencia está allí, existe, trata de captarla. La honestidad consiste en decir que sólo la existencia existe, no trates de fabricar otra, no manufactures lo irreal como substituto.
Todas las virtudes en el Objetivismo, tienen dos aspectos –uno involucra un proceso mental, un proceso de consciencia, y el otro involucra un curso de acción en el mundo físico. Es decir, uno en la mente, y entonces, el curso de acción correspondiente. En el caso de la honestidad, el aspecto mental es: Nunca fingir que las cosas son otra cosa de lo que son, ya sea que uno finja para sí o para otros. Y en relación a la acción: Nunca buscar ganar un valor por medio de tal pretensión.
Si queremos reducir lo que es honestidad a una pequeña frase, se podría decir que es: “no fingir.” Esta frase no es una definición, desde luego, sino que un recurso para fijar en nuestra mente lo que es honestidad: No tratar de inventar cuentos sobre la realidad, jamás.
¿Cómo sabemos que nunca hay que fingir? ¿Por qué no fingir a veces? Un elemento importante, sin el cual, la discusión de honestidad es débil, es la necesidad del humano de vivir guiado por principios. Ese es un tópico crucial. Como la vida es un efecto –si uno quiere conseguirla y mantenerla, uno debe actuar, siendo esta acción la causa, es decir, uno debe hacer algo específico, actuar para conseguir tener valores que la promuevan. Y a diferencia de las plantas y demás animales que actúan de acuerdo a su deseo momentáneo, el humano, para llenar los requisitos objetivos necesarios que requiere el florecer, necesita hacerlo basado en principios. ¿Por qué? Porque debe actuar previendo consecuencias a largo plazo. Es decir, que una persona tiene que tomar en cuenta las consecuencias de sus acciones a largo plazo, en relación a la totalidad de su lapso vital, de la duración de su vida, y no únicamente la mera satisfacción inmediata. Actuar a corto plazo sería actuar guiado por impulsos inmediatos y ciegos, o deseos, donde todo lo que uno ve es la satisfacción del deseo, y nada más. A largo plazo significa que uno examina primero las consecuencias –las que uno puede ver o prever –a lo largo de acontecimientos futuros, y entonces uno actúa.
Así, que si uno toma una taza de café, de la cual uno no sabe nada, y la bebe, eso es actuar a corto plazo; uno tiene deseo del café, tiene sed, traga, y eso es todo. Pero si uno analiza primero si tiene o no arsénico, si la cafeína es buena para la presión, si tiene algún valor nutritivo, etc., entonces uno ha tomado en cuenta las consecuencias a largo plazo. Y desde luego, esto se aplica a toda elección a todo nivel, desde el café hasta la elección de carrera.
¿Por qué el humano tiene que actuar a largo plazo? Porque a diferencia de las plantas, no funciona automáticamente. No puede buscar, automáticamente, aquello que requiere su vida. El humano tiene que considerar la potencialidad de sus acciones. Tiene que pensar: “¿Cuáles van a ser las consecuencias a largo plazo de lo que voy a hacer?” Porque, después de todo, es tabula rasa, es decir, no tiene reacciones innatas. Así, que la única manera que tiene de asegurarse de que sus acciones van a promover su vida, es estudiar deliberadamente los resultados de lo que hará. Tiene que elegir, conscientemente, en lugar de actuar por impulso, por el deseo del momento.
¿Ahora, cómo podemos actuar previendo consecuencias a largo plazo? ¿Cómo podemos prever el futuro? ¿Por qué método podemos conocer el futuro? No podemos saberlo por percepción, pues ésta sólo nos informa del presente, y como podemos recordar, sólo recordamos el pasado. Sólo podemos conocer el futuro por medio de conceptos, al tomar todas las percepciones de un cierto tipo y clasificarlas, entendiendo que cada caso de un cierto tipo de acción ayuda a promover la vida, y cada caso de cierto tipo la daña –eso es, al aplicar un concepto a una regla de acción. Y eso es todo lo que es un principio.
El principio, por tanto, no es un lujo de las personas muy morales, sino que la esencia de la manera en que el humano trata con las consecuencias futuras de sus acciones, al saber lo que son, y así, no dejar sus fines a largo plazo al azar. La acción basada en principios, es acción basada en el medio humano de arreglárselas con la realidad, un medio conceptual, entendiéndola para así conseguir sus fines. Y esta es la razón de la necesidad del humano de actuar en base a principios.
Si un pragmático, cuya política es probar en cada caso específico para ver las consecuencias, y que actúa abandonando los principios, toma la taza de café con arsénico, ¿cuándo descubre que el arsénico mata? Cuando ya es tarde. El pragmático va por la vida, literalmente ciego por su método de lidiar con la realidad. Al abandonar los principios, pierde el único medio de visión que se tiene que puede darle antes de actuar, cuáles van a ser las consecuencias. Así que actuar basado en principios, es simplemente el método humano de actuar consistentemente para alcanzar sus metas.
El principio de honestidad es negarse a falsificar la realidad. La persona honesta acepta la realidad y retrata las cosas como sinceramente cree que son. Peikoff explica que si la racionalidad es el compromiso de identificar la realidad, la honestidad es la obversa: el rechazo de lo irreal.
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