Qué pasa si China deja de crecer
El crecimiento económico de China en 2015 fue el menor en 25 años, y siguió el ritmo decreciente de los dos últimos años —una caída del 9,5% al 7,7%, y luego al 7,3%—, tras más de una década de expansión veloz. La cifra no es desdeñable y se mantiene dentro de las expectativas oficiales del país: 6,9%. También supera el 6,3% que había predicho el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, dado el papel de China en el escenario mundial, donde es la segunda economía del mercado, la preocupación supera sus fronteras. La tendencia parece difícil de cambiar: el FMI proyecta un aumento de la economía china del 6% en 2017.
Aun antes del lunes 18 de enero, cuando China hizo públicas sus cifras oficiales —que muchos observadores financieros ponen en duda, y sospechan infladas, el porcentaje podría ser inferior—, la situación económica del gigante llamaba la atención de los grandes medios del mundo. Aunque analizaron diferentes aspectos del fenómeno —las crisis bursátiles, la devaluación de la moneda, la necesidad de incrementar el consumo interno—, todos apuntan a lo mismo: hasta qué punto las autoridades del Partido Comunista de China tienen la habilidad de profundizar un proceso de transformación que comenzó hace tres décadas, pero que por el camino fue sumando desafíos que originalmente no se habían planteado.
El principal surgió de la crisis global de 2008: al perder ingresos por sus exportaciones, China se embarcó en una política sostenida en la moneda, por emisión o por inversiones. Y ahora las consecuencias de esa política le dificultan la transición a la única forma de crecer que tiene: aumentar el consumo interno.
Un problema para el mundo entero
Algo más de una semana antes, el diario estadounidense The New York Times publicó un editorial, "La estrategia económica obsoleta de China", en el cual criticó a los dirigentes del país por haber cometido tantos errores que "convirtieron lo que tendría que haber sido una desaceleración benigna y natural en un descenso caótico".
Según el Comité Editorial del diario, el momento es "una advertencia dramática de que es hora de hacer cambios fundamentales en la manera en que se maneja la economía".
Su boom, alimentado por la inversión, el gasto y el endeudamiento, no se reajustó tras la crisis global del 2008, argumenta el diario; y desde el año pasado los funcionarios estimulan que los ahorros y los préstamos se coloquen en la bolsa de valores, que mostró gran volatilidad. "La lección es clara: en lugar de microadministrar el valor de las acciones, los oficiales chinos deberían fortalecer la economía, sobre todo mediante el cambio de su énfasis en la inversión por el énfasis en el gasto de consumo y los servicios". China ya no crecerá con el transplante de personas del campo a las factorías, argumentó The New York Times. Necesita abrir otra clase de industrias a la participación privada, como las telecomunicaciones y los seguros. También debe "limpiar su sistema financiero", que necesita una reestructuración de deudas.
"Cómo se las arregla China con estos problemas tendrá consecuencias de amplio alcance, porque el país se ha convertido en una parte muy grande de la economía mundial. Es uno de los consumidores mayores de materias primas como petróleo, soja y mineral de hierro, y cuando la demanda tambalea, las economías en Brasil, Arabia Saudita y Sudáfrica sufren", se lee en el texto. Pero también —se advierte— pueden sufrir Alemania, Japón y los Estados Unidos, porque sus empresarios exportan bienes y han invertido en compañías chinas. El ejemplo más reciente es la devaluación de la moneda china, que cayó un 5% por ciento con respecto al dólar desde agosto, por lo cual se contrajeron las importaciones al país.
La revista inglesa The Economist le dedicó su portada del 16 de enero: "El yuan y los mercados". En el artículo, se advierte que China, "el motor del crecimiento global por más de una década", ha disminuido el paso y complicado la escena. "Aunque el valor de las acciones en China poco importan a la economía real, el sube-y-baja de los valores alimentó los temores de los inversores que creen que el Partido Comunista no tiene la sabiduría para manejar la transición de Mao al mercado", se lee. "El resto del mundo observa las deudas y el malestar de la fuerza de trabajo en China, y tiembla. En ningún otro aspecto estas preocupaciones son más visibles —o de mayores consecuencias— que en el manejo de la moneda, el yuan".
Si bien la devaluación es una herramienta común que se utiliza en la normalización de muchas economías, la diferencia con China —según The Economist— es que no se trata de una economía "normal", sino que de una "atrapada en la peligrosa tierra de nadie entre el mercado y el control estatal". El peso de ese riesgo se ve en la combinación de "una economía que se debilita, una tasa de cambio casi fija y un control más poroso del capital". Porque en la vida real el precio oficial del yuan y su valor en otros mercados difiere, y esa brecha "sugiere que a los inversores que esperen que el gobierno deje caer la moneda más en el futuro".
The Economist: "La economía china está atrapada entre el mercado y el control estatal"
La tensión fundamental, según la publicación especializada en economía, se da porque el Estado chino comprende que la falta de opciones financieras para los ahorristas es mala (y conduce a sacar el dinero del país para preservarlo en otras monedas) y a la vez le teme a los problemas que una mayor liberalización crearía en muchos campos, incluidos la libertad de pensamiento y de expresión. "A Xi Jinping, el presidente, actualmente en su cuarto año a cargo, ese dilema se le presenta una y otra vez. Necesita el apoyo de la clase media, pero se siente amenazado por la capacidad que de la clase media para crear problemas".
La conclusión del artículo es inquietante: China tendría que haberse ocupado del sistema financiero mientras el dinero ingresaba a chorros. "Ahora que la economía se frena, la deuda se acumula y el dólar está fuerte, no hay una salida indolora".
"La realidad es que China enfrenta el estancamiento económico, y el Partido Comunista Chino está en pánico", sintentizó la revista estadounidense Foreign Affairs en el artículo "The End of China's Rise" ("El fin del ascenso de China").
El texto destaca que el cambio de la política de un solo hijo por una de dos, que el país anunció en octubre de 2015, es una muestra de que los dirigentes comprenden la magnitud del problema, pero acaso una muestra tardía: "China necesita desesperadamente más gente joven no sólo para llenar las fábricas y las oficinas y las universidades, sino también para aumentar el consumo, de modo tal que el país pueda pasar de un modelo de desarrollo económico basado en la inversión a uno basado en el consumo interno. Pero no es posible que ese cambio estratégico suceda a tiempo para impedir que el ascenso de China termine".
Si bien las exportaciones del país se expandieron con rapidez durante la década del 2000, la crisis global de 2008 se sorteó con "el programa de estímulo monetario más grande que haya visto el mundo" para multiplicar la inversión. "Así el Partido Comunista evitó una recesión e inclusive creó una imagen falsa de invencible. Pero en realidad el programa de estímulo hizo que el problema del desequilibrio económico empeorase de manera sustancial".
Sólo en 2009 la emisión monetaria y el crédito aumentaron la circulación de dinero como en los cuatro años anteriores. "La relación entre deuda y PIB aumentó de 170% en 2007 a 280% a mediados de 2015", comparó el artículo. Esa deuda amenaza con "desviar recursos de necesidades sociales urgentes como limpiar el medioambiente y brindar seguridad social a los ancianos y los enfermos".
Pero no conviene pensar en la palabra colapso. China es un país rico como lo era Japón en la década de 1990 —compara el artículo— y lo más probable es que sufra una similar "década perdida". La diferencia es el sistema de gobierno: "Cómo afectará al Partido Comunista el fin del ascenso de China". Habrá, se lee, un desafío a la legitimidad política. Que en parte existe: si bien China no publica información sobre protestas y huelgas, existen. Y unos 650 millones de personas acceden a Internet.
Muchos de ellos son jóvenes: un segmento social que el Partido Comunista quiere estimular para evitar la crisis demográfica que causó la política de un hijo. Por ellos, "se puede ver obligado a aceptar una transformación gradual", especuló Foreign Affairs. "Puede no pasar en los próximos 10 o 20 años, pero es un resultado que cualquiera con interés en la situación debería, al menos, esperar".
- 23 de julio, 2015
- 7 de junio, 2011
- 26 de enero, 2016
Artículo de blog relacionados
Infobae Puede verse también La bandera de nuestros padres por Álvaro Vargas Llosa...
23 de febrero, 2020Por José Raúl González Merlo Prensa Libre El gobierno sigue impulsando su megapresupuesto...
21 de octubre, 2008- 11 de mayo, 2011
- 3 de marzo, 2009