Inflación argentina: gradualismo versus shock
Cualquier economista medianamente informado sabe que el kirchnerismo dejó una situación fiscal realmente dramática, con un gasto público en niveles récord, una presión impositiva asfixiante y un fenomenal déficit fiscal que fue financiado con emisión monetaria la cual generó el proceso inflacionario que nos legó el populismo kirchnerista.
Uno de los debates que se presenta frente al agudo proceso inflacionario heredado por el kirchnerismo es si hay que frenar la inflación en forma gradual o con tratamiento de shock.
Si bien no fue explicitado el plan gradualista del gobierno para reducir la inflación, todo parece indicar que piensan ir bajando muy lentamente el gasto público o más bien dejarlo congelado y suponen que habrá una corriente de inversiones tan fuerte que reactivará la economía. Esa reactivación permitiría incrementar la recaudación tributaria y con esa mayor recaudación se iría reduciendo la brecha fiscal con menor necesidad de emisión monetaria para financiar el rojo del sector público. Insisto, el gobierno no explicitó cómo será la estrategia gradualista pero intuyo que ese es el camino elegido.
Es más, me parece que inicialmente apostaban a que el cambio de gobierno generara una fuerte corriente inversora del sector privado que moviera la economía. La sola presencia de Macri iba a generar esa corriente inversora. Al no darse ese escenario todo parece indicar que la apuesta ahora se ha movido a la obra pública, particularmente al plan Belgrano, pero financiándolo con deuda externa. Este mecanismo dinamiza la economía en el corto plazo porque le permite al sector público aumentar el gasto sin cobrarle más impuestos al sector privado. Es decir, el sector privado no baja su consumo y el sector público puede aumentar su gasto. Claro que en el largo plazo hay que pagar intereses de la deuda pública con lo cual crece el gasto y el déficit fiscal o la presión tributaria con lo cual se comprime la economía.
Pero volviendo a la estrategia de corto plazo, la baja del gasto público parece estar descartada en la agenda del gobierno, al menos en forma más contundente de lo que se anuncia y se prefiere, mediante el gradualismo, financiar parte del déficit fiscal con endeudamiento interno, estrategia que no comparto.
Veamos, el gasto cuasifiscal que tiene actualmente el BCRA por financiar el déficit fiscal colocando LEBACs está en el orden de los $ 100.000 millones anuales, un número que se acerca bastante al ahorro que tendrá el estado bajando los subsidios a la energía al subir la tarifa de luz. Es decir, con la estrategia gradualista, el gobierno paga el costo político de aumentar la tarifa de energía, pero prácticamente no tiene ahorro fiscal porque el gasto de endeudamiento interno por no bajar el gasto público le genera un costo que le neutraliza el efecto de aumento de las tarifas.
Por otro lado, el gradualismo tiene el riesgo de ir limando las expectativas de la gente, producir una huida del peso y acelerar el proceso inflacionario. Por el contrario, una política de shock cambia las expectativas de la gente, aumenta la demanda de moneda y ayuda controlar la inflación. Veamos un ejemplo.
En 1985 Alfonsín anuncia el plan austral. Más allá de su parte heterodoxa, dicho plan contenía anuncios en materia fiscal, baja del gasto público, hubo cambio de moneda e incluso lo recuerdo a Alfonsín hablando desde el balcón de la Casa Rosada diciendo que iba a privatizar todo lo que hubiese que privatizar. Si mal no recuerdo habló de economía de guerra.
Finalmente el plan fracasó porque no hubo una verdadera baja del gasto público, pero inicialmente generó expectativas positivas en la población y logró atemperar, durante un tiempo, la tasa de inflación. Ese fue un plan de shock económico con anuncios que conformaron un contexto de política económica.
Como contrapartida podemos mostrar el gradualismo de Machinea con Miguel Bein al inicio de la gestión de De la Rúa y su fracaso como plan económico gradualista para solucionar el problema fiscal. Le dejaron el lío a Ricardo López Murphy que anunció una reducción del gasto público (política de shock), lo echaron, lo reemplazó Cavallo que inicialmente apuntó al gradualismo y a que su vuelta al ministerio de Economía iba a generar tanta confianza que la economía se reactivaría pero tampoco resultó.
Otro ejemplo de gradualismo es el inicio de la gestión de Menem con el plan Bunge y Born que terminó en el plan Bonex.
Ahora bien, ¿a qué me refiero cuando digo que hay que aplicar una política de shock? ¿Qué significa?
Una política de shock debe tener 3 grandes patas: a) la consistencia del plan que debe ser global, b) anunciarlo todo junto y c) saber comunicar con claridad a la población qué economía se recibió del kirchnerismo y qué medidas se van a adoptar y por qué.
Empezando por la segunda parte, creo es fundamental comunicarle claramente a la población por qué hay que adoptar ciertas medidas y cómo será la secuencia de los acontecimientos económicos. Mostrarle a la gente que el kirchnerismo les hizo vivir una fiesta artificial de consumo que destruyó la economía, que primero hay que reconstruir la inversión y que el primer motor puede ser la exportación y que con una fuerte corriente inversora, con una economía integrada al mundo, con disciplina fiscal y monetaria la gente tendrá trabajo bien remunerado.
Ejemplo, si le explicamos a la gente que en vez de producir solo para el mercado interno la economía va a producir para exportar para recuperar el 3% del total de las exportaciones mundiales que exportábamos a comienzos del siglo XX, la gente entenderá que si exportamos U$S 400.000 millones anuales en vez de los actuales U$S 70.000 habrá muchos más puestos de trabajo.
En lo que hace a la política de shock no estoy diciendo que de un día para otro tiene que desaparecer el déficit fiscal, no soy tan necio como para no comprender las restricciones sociales y políticas que hay al respecto, pero sí considero necesario iniciar el desafío de reducir la cantidad de empleados públicos que cobran sueldos a costa de los impuestos que pagan los contribuyentes, que hay que ponerle un límite a los llamados planes sociales, tanto en monto como en duración y que hay mucho para recortar en gasto público por el lado de la corrupta obra pública.
Me sugerencia sería que Macri reúna a los dirigentes sindicales, a los partidos opositores no kirhneristas fanáticos y a los dirigentes empresariales, les muestre con toda crudeza la herencia recibida, las medidas a adoptar para salir del destrozo k y pedir su apoyo político. Esto mismo debe ser hecho con toda claridad con la población. Explicar claramente qué se recibió y qué se va a hacer para reconstruir la destrucción que dejó el kirchnerismo.
Cuánto más rápido se recomponga la economía mejor va a vivir la gente.
Entiendo los temores a que vuelva el populismo k, pero para eso está la receta de impulsar todos los juicios que sean necesarios para mostrar lo corruptos que han sido y cómo usaron a la población. El kirchnerismo no debe volver solo por su ineficiencia económica, sino por su tendencia totalitaria y por su inmenso espíritu corrupto.
En definitiva, si Erhard hubiese quedado paralizado por miedo a que volviera el nazismo, nunca se hubiese producido el milagro alemán. Y recordemos que en ese momento Alemania era controlada por las fuerzas aliadas en una época en que tanto en EE.UU. como en Inglaterra dominaban las ideas estatistas e intervencionistas. A eso se enfrentó Erhard y logró el milagro alemán.
Plantear las políticas de shock como una propuesta salvaje que consiste en que los ricos se desayunen con algunos pobres todos los días es típico del discurso k en que el que piensa diferente es un enemigo de la patria.
Solamente se trata de analizar si finalmente una política de shock no es menos dolorosa para la población que la larga agonía de las políticas gradualistas que ya han mostrado infinidad de fracasos en la historia económica argentina.
De lo que se trata es de buscar el camino menos dolorosa para la población luego del intento de establecer la tiranía k.
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