Las bondades del ahorro
En la Argentina de hoy, como en tantos otros momentos de la historia, se debaten con intensa pasión los temas que inquietan a la ciudadanía toda: holdouts o buitres; shock o gradualismo; inflación o la paz de los cementerios (como recordara la tristemente célebre Felisa Miceli, quien aún conserva en su haber dos extraños “privilegios”: única mujer Ministro de Economía de la Nación y, también, única condenada en el cargo), liberalismo o intervencionismo, en una vasta agenda de diferentes temas.
Justamente, intentar abordar con objetividad y apoyo teorético determinado asunto requiere de algunos contenidos básicos de la ciencia económica. Por ejemplo, según la ortodoxia, el producto bruto es igual a la renta que se percibe en la economía. La renta, por su parte, una vez que se completan las transferencias y deducen los impuestos, se reparte entre el consumo y el ahorro. Dicha expresión establece la identidad contable que constituye el punto de partida sobre el cual se asume la existencia de un único nivel de producción de equilibrio, en el que la demanda agregada de bienes y servicios es igual al nivel de producción.
La forma en que las familias reparten su ingreso entre consumo y ahorro es, sin duda, una de las decisiones económicas claves que deben tomar las personas, ya que afecta al bienestar económico a lo largo del tiempo. Si las familias optan por consumir más en el presente, consecuentemente ahorran menos y, concatenado con ello, consumirán menos en el futuro. A nivel agregado, el efecto acumulativo, determinará la tasa de crecimiento.
El ingreso disponible percibido por las economías domésticas representa la tasa de ingreso que reciben y esperan poder consumir o ahorrar. El consumo no conduce a ninguna acumulación de existencias, mientras que el ahorro provoca el crecimiento de la riqueza de las economías domésticas a cierta tasa por unidad de tiempo.
Las decisiones de mención se toman en el marco del sistema de información proporcionado por los precios. De hecho, la función principal de los precios es la de comunicar, lo más rápidamente posible, las señales de cambio que los individuos no pueden conocer y con arreglo a los cuales deben ajustar sus planes.
Pero los precios actuales pueden también conducir a error si son causados por sucesos que no se repiten, como entradas y salidas temporales de dinero en el sistema. Las más importantes y repetidas equivocaciones de este tipo ocurren cuando los fondos disponibles para la inversión aumentan sustancialmente por encima, o disminuyen sustancialmente por debajo, de las cantidades transferidas del consumo, al ahorro y la inversión.
Es decir, las proporciones entre el consumo y el ahorro sólo pueden cambiar como resultado de modificaciones de la cantidad efectiva de dinero. Por el contrario, cuando los cambios en la distribución social en favor de la creación de capital son el resultado de modificaciones de la actividad de ahorro individual, se perpetúan automáticamente.
Como se sabe, los gestores del ciclo político finalizado el 10 de diciembre lucharon denodadamente para estimular el consumo o el lado de la ecuación que intentó fomentar el bienestar presente a expensas del futuro. ¡Pero el modelo se agotó!, consumió las existencias de capital necesario para atender a fines más remotos en pos de lo más urgente, y dio por hecho sojuzgar cualquier atisbo de reservar una parte de los ingresos ordinarios con vistas a un mayor consumo futuro.
Ahora, el gran desafío del presidente Macri es crear las condiciones para que el ahorro, interno o externo, sin importar su origen, regrese al país y se traduzca en inversiones. El capital es el único factor determinante de ingresos y salarios, pues, mediante equipos y herramientas, oficia de soporte logístico para incrementar la productividad del trabajo.
En el enfoque Mises-Hayek, un aumento de la tasa de ahorro genera dos efectos importantes: un efecto demanda derivada (basado en la idea keynesiana de que un aumento del ahorro sólo se traduce en una reducción del consumo y de la producción) y un efecto descuento temporal (porque los individuos ahorran con la finalidad de incrementar su consumo futuro prestando dinero a cambio de una rentabilidad. Un aumento de la oferta de fondos prestables se traduce en un descenso del tipo de interés).
En la exacerbada mirada cortoplacista de un mundo keynesiano (con quien se identificaba el exministro Axel Kicillof, pero también simpatiza Prat Gay), solo se advierte el efecto demanda derivada. La conocida "paradoja de la frugalidad", "paradoja de la austeridad" o “paradoja del ahorro” establece que un incremento del ahorro, bajo determinadas condiciones, reduce la renta nacional.
Pero, al contrario que en el enfoque keynesiano, los dos efectos pueden moverse en direcciones opuestas. Un descenso del consumo presente, no implica necesariamente una reducción de la producción y de la demanda de trabajo a través del efecto demanda derivada. Más bien, por medio de su influencia sobre el tipo de interés, señaliza un incremento del consumo futuro que favorece el desplazamiento de inputs desde las últimas etapas del proceso productivo (orientadas hacia el consumo presente) hacia las primeras (orientadas hacia el consumo futuro). A este resultado se llega a través del llamado efecto descuento temporal. Finalmente, el efecto descuento temporal domina al efecto demanda derivada favorecido por las bondades del ahorro.
El autor es Doctor en Economía y máster en Economía y Administración de Empresas (ESEADE), Lic. en Economía (UCALP), profesor titular e investigador en la Universidad Católica de La Plata y egresado de la Escuela Naval Militar.
- 23 de julio, 2015
- 4 de septiembre, 2015
- 14 de septiembre, 2015
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