¿Son buitres los fondos?
La negociación con los llamados holdouts (acreedores que se han mantenido fuera del proceso de renegociación de la deuda) parece ingresar en instancias de definición. Este grupo de inversores se ha hecho más conocido como fondos buitre, término aceptado desde la oposición y el oficialismo, actual y previo, si bien la popularización del término en Argentina ha tenido que ver originalmente con el kirchnerismo.
Nos preguntamos si tiene sentido continuar hablando de fondos buitre, teniendo en cuenta las implicancias del término: una descripción no neutral de una contraparte con la que el sector público de la Argentina realizó un acuerdo de pago de deuda. El concepto es claramente “meteculpa”, en el sentido de que pone las responsabilidades de los actos en terceros y no en los propios; no se hace cargo de las decisiones tomadas para llegar a un acuerdo, pone las responsabilidades sólo del lado de los prestamistas y no en los prestatarios. Supone que hay buenos y malos, víctimas y victimarios, depredados y depredadores. No debemos dejar de ver que para que se concrete un préstamo es necesario que al menos dos partes acepten el acuerdo.
También en el mercado local encontramos variadas formas de empresas que prestan a una tasa de interés elevada, muchas de ellas publicitadas a través de diversos programas de televisión y otros medios masivos, pero no son condenadas como prestamistas buitre. Estas empresas prestan a quienes no pueden acceder al mercado crediticio convencional, a los casi “imprestables”, cobran una elevada tasa de interés por ello, con base en el mayor riesgo que asumen. Ante esa circunstancia, nos preguntamos: ¿son estos prestamistas malvados y los prestatarios, bondadosos? No. Simplemente, realizan una transacción beneficiosa, según su criterio, para ambas partes. Nadie obliga al que toma el crédito a esa elevadísima tasa a contraerlo.
El mito del desendeudamiento
La aceptación de conceptos como el de fondos buitre implica quitar la responsabilidad de los auténticos responsables. Este tipo de conceptos saca la responsabilidad a los administradores de los dineros de los ciudadanos: los gobernantes, que nos endeudan y se van, y se victimizan detrás de estos argumentos.
Aceptar un concepto tan erróneo es ceder en un aspecto fundamental de la discusión y especialmente de la responsabilidad por los actos de los gobiernos, quienes deberían rendir cuentas a la ciudadanía por la administración del dinero de la gente.
Pero, políticamente, prevalece el discurso nacionalista. El tratamiento de diversos “issues” políticos con un enfoque patriótico parece contar con la aprobación popular, según señalan las encuestas. Este es el caso de cuestiones como Malvinas, estatización de Aerolíneas Argentinas, entre otros. En un contexto de democracia de masas sin límites institucionales, parece regir el principio de vox populi, vox dei.
Más allá del endeudamiento negado por la administración de Néstor y Cristina Kichner, la deuda no pagada no desapareció. No sólo eso, sino que continuó creciendo. Imagine usted qué sucedería si cuando le llega el resumen de su tarjeta de crédito, lo rompe y se declara desendeudado. Algo similar es lo que ha acontecido en la Argentina. La negación de la deuda del Estado argentino no implica su desaparición. Todo lo contrario: la deuda negada ha continuado creciendo por esa falta de pago. Con lo cual el desendeudamiento también es un mito.
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