Educación y sobrevivencia
Hay un proverbio anglosajón que dice que tienes que tener cuidado con lo que pides porque te lo pueden dar. No hay ejemplo más claro para ilustrarlo que las protestas de las izquierdas y las derechas primitivas contra la globalización, el proceso por el cual las líneas de producción se han fragmentado geográficamente, de modo que partes de un producto son producidas en un país, otras en otro, y puestas juntas en otro para ser vendidas en el mundo entero.
En esta fragmentación de las líneas de producción, el diseño de los productos y la producción de las partes más sofisticadas se ha mantenido en los países desarrollados, que tienen el capital humano para llevarlos a cabo, y la producción de las partes más sencillas, las que pueden ser producidas con bajos niveles de educación, a los países en desarrollo. Naturalmente, esto ha sido considerado un desastre en los países desarrollados porque resulta en la exportación de puestos de trabajo a los países en desarrollo. Mucha gente en los países en desarrollo también ha protestado. Piensan que los inversionistas que traen esos trabajos son “representantes del imperio” y “explotadores”.
Por supuesto, no todos los países en desarrollo han sido tan tontos como para protestar porque el proceso de globalización les trae trabajos. China y otros países asiáticos y algunos latinoamericanos han apartado la absurda retórica populista y han atraído de manera consciente la inversión y la creación de trabajos hacia sus economías, y han logrado mucho desarrollo en el proceso.
Bueno, los que creen que la globalización y la inversión de los países desarrollados en los en desarrollo es imperialista y explotadora, y que en consecuencia quisieran que se terminara, pueden estar muy contentos ahora, porque la tendencia de exportar trabajos a los países en desarrollo se está revirtiendo. Pero pronto descubrirán que deberían de haber tenido cuidado con lo que pidieron.
Muchas empresas que antes producían en Asia están regresando a producir en los Estados Unidos porque han descubierto una mano de obra que es mucho más barata que la humana: los robots. Hace un par de años escribí un artículo notando el caso de Apple, que producía todas sus computadoras en China. A principios de esta década, la empresa movió la producción de la Mac Pro a Texas, en donde es llevada a cabo por robots exclusivamente.
Lo que empezó en esos años se ha vuelto una estampida. Apple es solo un ejemplo de miles de empresas que están sustituyendo los humanos con robots en todas partes del mundo. En los primeros años del milenio China perdió 16 millones de puestos de trabajo por su sustitución con robots. Estos están invadiendo no solo la producción de bienes sofisticados como las computadoras. Estados Unidos perdió Ÿ partes del empleo en textiles, 1.2 millones de trabajos, entre 1990 y 2012, principalmente porque con la globalización la producción de estos se movió a países en desarrollo. Hoy la producción en Estados Unidos está aumentando otra vez, pero no el empleo. Por ejemplo, Parkdale Mills en Carolina del Sur maneja una producción que antes requería 2,000 trabajadores con solo 140, apenas el 7 por ciento de lo que usaba antes. El resto son robots. Solo empresas pagando salarios miserables podrán competir contra esas empresas robotizadas.
El uso de robots está invadiendo los servicios también. Siete personas, por ejemplo, manejan casi 200 puestos de arrendamiento de películas en Chicago, una actividad que antes ocupaba 1,400 personas. Hay empresas como Amazon, Google, Facebook y otras que se manejan casi automáticamente. Y las nuevas tecnologías están invadiendo todas las áreas de la economía. Un gran número de los artículos de la revista de negocios Forbes son escritos por robots.
En El Salvador, en donde nos encanta discutir ideologías abstractas sin ninguna aplicación en la realidad, ni siquiera nos hemos dado cuenta de que esto está pasando. Si no despertamos a la necesidad de invertir en el capital humano, elevando la capacidad de aprender de la población y su creatividad, los robots nos irán cortando las fuentes de ingresos, aumentando la pobreza en el país.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
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