Bolivia no es Suiza
Cuando Evo Morales asumió la presidencia de la República de Bolivia, afirmó que en 10 o 20 años el país estaría mejor que Suiza. Ya van 10 años de su mandato y el PIB per cápita boliviano es de $us 3.150, mientras que el PIB per cápita suizo es de $us 83.718. Si consideramos el PIB per cápita con paridad de poder adquisitivo, acortamos la diferencia: $us 6.449 de Bolivia versus $us 51.578 de Suiza, pero seguimos lejísimo de igualar a Suiza económicamente y lo peor de todo es que estamos yendo por el camino contrario al desarrollo.
Un sencillo concepto, propio del sentido común, es que uno debería imitar las prácticas de los países que generan mayor riqueza y desarrollo y evitar las prácticas de aquellos países que no salen del subdesarrollo y la pobreza. Entonces, si la meta de Evo Morales es igualar y superar a Suiza, uno imaginaría que sería secundada por medidas políticas y económicas similares a las que tiene Suiza. Lamentablemente Morales ha mirado a Cuba y Venezuela para orientar sus políticas. Es de tontos suponer que vamos a estar como Suiza siguiendo las recetas de estas dos tiranías; más sensato es suponer que siguiendo a Cuba y Venezuela, en 10 años vamos a estar igual que Cuba o Venezuela.
Una rápida comparación en el Índice de Libertad Económica 2016 elaborado por la Fundación Heritage y el Wall Street Journal muestra que el país alpino tiene un puntaje de 81 mientras que el país andino 47. Mientras Suiza se ha mantenido e incluso a mejorado su puntuación en los último años, Bolivia ha decaído desde los 68 puntos que llegó a tener en 1998, con lo que podía considerarse un país moderadamente libre hasta donde estamos ahora, en la categoría de los países con libertades económicas reprimidas. Mientras que Suiza ocupa el 4to puesto en este ranking, Bolivia ocupa el puesto 160, por debajo de Ecuador, aunque por encima de Venezuela (puesto 176) y Cuba (puesto 177).
¿Cuáles son las cosas que deberíamos imitar de Suiza? Sólidos derechos de propiedad, una baja corrupción con un gobierno fuerte pero limitado en sus poderes, bajo gasto estatal, facilidad para abrir y cerrar negocios, leyes laborales flexibles. En general, la premisa, comprobada una y otra vez a lo largo de la historia, es que si damos libertad a la gente para progresar, la gente lo hace y en dos o tres generaciones puede estar substancialmente mejor. En cambio, si dejamos el progreso a cargo del Estado, progresan quienes manejan el aparato estatal, a costa de la mayoría de la población. En Bolivia los nuevos ricos lo saben muy bien y no piensan soltar la mamadera.
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