El Salvador: Un cambio ominoso
Una de las tendencias más nocivas que se manifiestan claramente en El Salvador es esa corrosiva sensación de desesperanza que ha ido invadiendo a la sociedad entera, manifiesta en cifras tan pesimistas como la que muestra en varias encuestas que las tres cuartas partes de la población se irían del país si tuvieran la oportunidad de hacerlo, en la falta de inversión y el bajo crecimiento económico que esta falta causa, y en la idea, cada vez más común de que el país no tiene ningún futuro, que todo sale mal aquí, que hay algún karma que condena a El Salvador a decaer sin haber nunca logrado el desarrollo.
El gobierno juega un papel muy activo en generar este ambiente de desesperanza. No sólo es que no hace nada para mejorar la situación sino que hace mucho para deteriorarla. Hasta ahora lo ha hecho con su incompetencia y con su continuo azuzamiento de conflictos y odios sociales. También se queja continuamente de que la economía no está creciendo porque el sector privado no invierte, y de que éste ni siquiera se presta para tener diálogos con el gobierno, que lo único que desea es colaborar con el sector privado para hacer crecer la economía.
Pero al mismo tiempo que dice estas cosas también dice otras que contradicen sus supuestas buenas intenciones en términos de colaborar con el sector privado. Acusa al sector privado de que no invierte porque quiere boicotear al gobierno, y de todas las cosas que los partidos comunistas, ya fenecidos en todas las sociedades desarrolladas, decían antes de la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética. Diciendo que apoya al sector privado, el FMLN tuvo un congreso en 2015 que concluyó con un documento en el que dice que sigue trabajando en el espíritu de la “gloriosa Revolución Rusa de 1917”, que fue la que estableció el régimen comunista en Rusia, eliminando al sector privado. El documento también promete que el FMLN establecerá un régimen de propiedad en el país que excluye la propiedad privada.
Pero hasta ahora el FMLN y sus gobiernos asustaban a los inversionistas de todos los tamaños sólo verbalmente y a través de la continua obstaculización burocrática de sus operaciones—alargando enormemente los tiempos necesarios para obtener autorizaciones para realizar proyectos que el país necesita con urgencia para dar empleo y hacer crecer la economía. Pero hasta ahora no había habido un intento de confiscar la propiedad privada, que es la esencia del marxismo que subyace la ideología del FMLN.
Hasta ahora. Hasta ahora que el FMLN y su gobierno están intentando llevar adelante la confiscación más grande de la historia del país. Es irónico pero muy revelador que las víctimas de la confiscación no son grandes empresarios sino los trabajadores que el FMLN pretende defender. Para muchos de los trabajadores estos ahorros representan el activo más grande que pueden acumular en su vida entera. El FMLN, al quitárselos, demuestra que su verdadero interés no es el progreso de los trabajadores sino reducir el país entero a la pobreza total para que toda la población tenga que depender del gobierno para sobrevivir. No hay manera más efectiva que esta para preparar a un país para someterlo a un tiranía totalitarista. La gente empobrecida no tiene ni tiempo, ni energías ni medios para protestar e impedir que los que se consideran la vanguardia del proletariado se tomen todo el poder económico y político.
Los que todavía dudan que el FMLN busca llegar a un momento en el que pueda confiscar la economía entera deben meditar que si son capaces de confiscar a los que ellos dicen defender son todavía más capaces de confiscar a los que ellos clasifican como sus enemigos de clase. Este es el significado político de esta Reforma de Pensiones.
Es necesario estar conscientes de que, con su intento de confiscar los ahorros de los contribuyentes al sistema de pensiones, el FMLN ha escalado su agresión contra la libertad y las instituciones democráticas del país, orientándolo hacia los caminos del fracaso por los que ahora solo países muy atrasados como Cuba transitan. Ya no solo son palabras. Están actuando en consonancia con su ideología.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
- 23 de julio, 2015
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