La inversión en startups se enfría y puede augurar otra burbuja tecnológica
Cuando estalló la burbuja puntocom a comienzos del año 2000, las consecuencias para las acciones fueron rápidas y severas. El índice Compuesto Nasdaq se derrumbó 37% en las 10 semanas posteriores al 10 de marzo, cuando alcanzó su máximo.
Para las startups, el impacto inmediato fue menos dramático. En el segundo trimestre de 2000, los inversionistas de capital de riesgo volcaron US$25.000 millones en estas firmas, apenas 5% por debajo del récord del primer trimestre. “Había mucha suspensión de la incredulidad entre marzo y junio”, recuerda Keith Rabois, que entonces era vicepresidente de PayPal Inc. y hoy es socio de Khosla Ventures.
Rabois y otros creen que estamos en un período similar de suspensión de la incredulidad. La inversión en startups se ha enfriado y las valuaciones están cayendo. Sin embargo, Rabois cree que muchos inversionistas y emprendedores no han tomado conciencia de la nueva realidad.
“Si esa suspensión de la incredulidad se acaba, se viene todo abajo”, advierte.
El paralelismo entre las dos épocas no es perfecto. Después de un descenso de siete meses, el Nasdaq ha repuntado 12% desde principios de febrero. Al 18 de abril, se encontraba a 5% de su máximo post-2000. Las salidas a bolsa se han evaporado, pero los fondos de capital de riesgo recaudaron una suma récord en el primer trimestre.
Rabois afirma que la obtención de fondos sin precedentes es, en realidad, una mala señal. Se acerca el invierno, dice (recurriendo a una frase de la serie Game of Thrones), y los capitalistas de riesgo lo saben.
“Una de las razones por las que están recaudando todos estos fondos no es porque quieran el dinero, sino porque creen que sus indicadores de desempeño están inflados en este momento, y quieren obtener ese dinero antes de que las compañías en sus portafolios empiecen a colapsar e incendiarse”, sostiene. Algunas startups también emplean una estrategia similar.
Suhail Doshi, presidente ejecutivo de la empresa de analítica de aplicaciones Mixpanel Inc., cuenta que para capear un bajón su compañía ha reducido el gasto, en un proceso que incluye el despido de empleados. Cerca de 90% de los US$77 millones que Mixpanel ha levantado sigue en el banco, dice Doshi quien explica que al ritmo de gasto actual, la firma no necesitará fondos adicionales por más de una década.
Empresas como Mixpanel podrían ser la excepción, pero muchas startups están en riesgo de quedar varadas a medida que se seca el financiamiento.
Al menos 145 compañías que no cotizan en bolsa han logrado valuaciones que superan los US$1.000 millones. Cuando las inversiones de capital de riesgo fluían libremente en los últimos años, los ejecutivos de muchas empresas gastaron sin restricciones para crecer más rápido que sus rivales, contratar personal más capacitado o por otros motivos. Ahora, en cambio, se encuentran ante una decisión difícil: reducir los costos de forma drástica para volverse autosuficientes o buscar más capital bajo condiciones cada vez más onerosas.
Bill Gurley, inversionista de capital de riesgo de Benchmark, describió este fenómeno en detalle en una reciente entrada de blog, en la cual afirma que “hojas de términos sucias”, en alusión a las condiciones estipuladas para una inversión, les permiten a algunas empresas seguir recaudando fondos a valuaciones más altas bajo la promesa de mayores ganancias para los nuevos inversionistas a expensas de los anteriores. Eso, en última instancia, podría resultar en la pérdida de valor de las acciones que están en manos de los empleados e incluso de algunos fundadores.
Conforme algunas de estas firmas con altos niveles de gasto se metan en problemas, advierte Rabois, habrá un “giro descendiente catastrófico”, no sólo para las empresas, sino para todas las inversiones en startups. Esto se debe a que las firmas de capital de riesgo son más interdependientes de lo que muchos piensan.
Los inversionistas que han sufrido pérdidas en una compañía serán más renuentes a apoyar valuaciones altas en otras. A medida que corre la voz en la comunidad de capital de riesgo, otros inversionistas también se volverán cautos. La inversión de capital de riesgo está, al igual que cualquier otro mercado, dividida entre la codicia y el miedo.
“Sin duda, ahora estamos atravesando por el ciclo de temor”, dice Yatin Mundkur, capitalista de riesgo de Artiman Ventures, en Palo Alto, California.
“Empíricamente, hay tantos unicornios que muchos de ellos tienen que desaparecer”, asevera Jason Lemkin, inversionista de capital de riesgo que trabajó en Storm Ventures, en referencia a startups con valuaciones superiores a los US$1.000 millones. “Doscientos y algo de unicornios no producirán tantas compañías de US$1.000 millones”.
Ya han surgido grietas. La empresa de mensajería TangoMe Inc., la compañía de videojuegos móviles Kabam Inc. y la matriz del fabricante de informática de vestir Jawbone, las cuales están valuadas en US$1.000 millones o más, han despedido empleados en los últimos meses. Otra señal de creciente presión en el sector es que nueve de las 88 empresas estadounidenses valuadas en al menos US$1.000 millones han cambiado de presidente ejecutivo en los últimos meses, según Dow Jones VentureSource.
La lista incluye la firma de gestión de prestaciones de salud Zenefits Inc., cuya valuación más reciente fue de US$4.500 millones y en la que su fundador y presidente ejecutivo renunció en febrero después de ser criticado por procedimientos regulatorios inadecuados. Las startups de capital intensivo que se beneficiaron del abundante capital de riesgo son probablemente las más vulnerables.
El mayor ejemplo es Uber Technologies Inc., valuada en US$62.500 millones. La empresa sostiene que es rentable en Norteamérica según ciertos indicadores, pero está gastando enormes sumas de dinero para conquistar mercados como China y otros países. Si la startup más valiosa del mundo se ve obligada a moderar sus ambiciones, las ondas expansivas repercutirán por todo el sistema.
Es imposible predecir cuándo la debilidad dará lugar a una corrección incluso más drástica que la que hemos visto, puesto que se trata tanto de psicología de masas como del sistema financiero. En ese punto, las empresas podrían colapsar de la misma forma que Mike Campbell, un personaje de Fiesta, la novela de Ernest Hemingway, describió su descenso a la bancarrota: “gradualmente y luego súbitamente”.
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