Entre el rosa y el azul
El momento fue muy conmovedor. Una madre, un padre y un hijo se funden en un emocionado abrazo. A simple vista podría parecer una escena diaria de tantas familias que se quieren, pero en esta ocasión el gesto encerraba un significado especial y un mensaje perentorio.
La semana pasada la congresista cubanoamericana Ileana Ros-Lehtinen, su esposo, el prominente abogado y veterano de guerra Dexter Lehtinen, y el hijo de ambos, Rodrigo, fueron los protagonistas de una historia que sacudió a muchos y que dejó a pocos indiferentes. Madre, padre e hijo apoyaron públicamente una campaña a favor de los transgéneros en un momento en el que los derechos de este colectivo son objeto de un debate nacional.
La familia Ros-Lehtinen es conocida y su dimensión mediática es grande, pero lo que sucedió durante el anuncio de la campaña en el Miami Dade College fue singular, pues nos asomamos a un episodio íntimo y delicado de una familia. El padre apenas podía contener las lágrimas mientras su esposa y su hijo lo abrazaban trémulos. Los tres sabían bien el largo camino que habían recorrido para preservar la armonía y el afecto por encima de cualquier diferencia.
Las lágrimas de Dexter Lehtinen y la emoción de Ileana expresaban y resumían la lección más importante para quienes somos padres: aceptar y respetar la individualidad de los hijos por encima de cualquier prejuicio o convención que nos pueda separar de ellos
Cuando los padres de Rodrigo tuvieron hace 30 años a una niña a la que llamaron Amanda, jamás imaginaron que su pequeña un día querría habitar plenamente el sexo que llevaba por dentro y no el que aparentaba en su exterior. Al alcanzar la mayoría de edad y tras madurar su deseo, abrumado por el temor de ser rechazado por las personas que más quería, quien hoy es Rodrigo les comunicó por carta a sus padres su intención de hacer la transición.
Las lágrimas de Dexter Lehtinen y la emoción de Ileana expresaban y resumían la lección más importante para quienes somos padres: aceptar y respetar la individualidad de los hijos por encima de cualquier prejuicio o convención que nos pueda separar de ellos. O, peor aún, que pueda dañarlos de manera irreparable, víctimas de un rechazo arbitrario y cruel que los marcaría para siempre.
Cuando se tienen hijos, digamos que “por defecto” desde la cuna el mundo se divide en rosa y azul; en muñecas y camiones; en zapatillas de ballet y balones. Sin embargo, la orientación sexual va en el mapa genético como las pecas o ser zurdo. Habrá quien será tercamente heterosexual; quien se sentirá irremediablemente atraído por personas de su mismo sexo; o aquellos, como los transgéneros, que muy pronto descubren –aunque lo oculten– que su verdadera sexualidad ha de aflorar tarde o temprano.
El auténtico amor a los hijos es el que no se desbarata cuando el rosa y el azul se trastocan. El abrazo estrecho de Ileana, Dexter y Rodrigo ilustra el monumental desafío a tantas tristes historias de hijos rechazados y expulsados del seno familiar por su particular orientación sexual. Jóvenes que se convierten en huérfanos prematuros cuando se les niega el cariño como una fría transacción. Todas las lágrimas derramadas por esta familia representan la admirable batalla de anteponer la tolerancia al temor a lo diferente. A lo que se sale de las normas establecidas. Lo que esperamos “por defecto” de los hijos que traemos a este mundo tan complicado.
En la cultura hispana, donde todavía el machismo reina, un hijo o una hija gay o transgénero puede ser causa de un verdadero cisma. Una fractura definitiva. Un destierro para siempre. Un hecho vergonzante. Cuántas veces hemos escuchado esa expresión tan implacable, “prefiero un hijo muerto a un hijo m…” O, como una vez me confesó un buen amigo gay, el dolor que sintió cuando comprendió en la adolescencia que sus padres, tras saber que era homosexual, ya no lo pudieron querer igual que a sus hermanos. Un dolor que persiste hasta el día de hoy, porque cómo explicarse que el amor de una madre y un padre puede disminuir de la noche a la mañana como un termostato que se regula.
Ileana y Dexter quisieron con todas sus fuerzas a Amanda y hoy aman incondicionalmente a Rodrigo. Mucho hay que aprender de esta familia que venció los estereotipos del rosa y el azul.
La autora es periodista y escritora. Reside en Miami
©FIRMAS PRESS
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