Bolivia: Cultura y subvención estatal
Yo sería un beneficiado de la subvención del arte y la cultura porque me gusta la literatura, la música y el teatro. Y aquí se viene un gran error, la idea de que rechazar la subvención del Estado a la cultura es estar en contra de la cultura. Semejante proposición es similar a decir que postular la separación entre Estado y religión es equivalente a estar en contra de la religión. Y en la misma y equivocada línea argumental andan quienes afirman que sin Estado no habría cultura, lo cual es equivalente a decir que no habría lenguaje, ni cuentos, ni tradiciones, ni buenos modales, ni valores.Me parece fabuloso que las personas y las organizaciones privadas apoyen a la cultura. Solo podemos felicitar a las empresas e instituciones que promocionan y sustentan al arte y los artistas, porque lo hacen con su dinero. Pero el Estado maneja el dinero de todos, con el agravante de que obtiene ese dinero mediante la fuerza (nadie paga impuestos de buena gana). Entonces, debería, en primer lugar quitar lo menos posible el dinero de los ciudadanos y en segundo lugar, gastarlo en las cosas absolutamente indispensables y cuyo beneficio sea más o menos equitativamente distribuido.
Pero para no quedarnos en lo abstracto, quisiera dar un ejemplo. Chaplin Show es una fábrica de talentos y produce humor excepcional. Personalmente me gusta mucho y creo que pocos estarían en desacuerdo su calidad y trayectoria. Chaplin Show, según lo que ellos dicen al inicio de sus espectáculos, recibe el auspicio de la gobernación o el municipio (no recuerdo de cual), es decir del Estado. Ahora ¿qué público asiste a Chaplin? Me animaría a decir que el 95% es gente con condiciones económicas por encima de la media. Entonces, el Estado, como un Robin Hood al revés, quita a los pobres (impuestos), para beneficiar a los ricos, mientras la educación pública es una vergüenza y la salud pública es un martirio y el transporte público es incipiente.
Finalmente, a juzgar por lo que uno escucha, pareciera que todos estamos de acuerdo en que los políticos son en general ladrones y corruptos. Entonces, la prudencia y el sentido común nos llevarían a concluir que a los políticos (que al final son los que tienen el control del Estado) uno debe darles lo mínimo posible en recursos para que hagan las labores indispensables de la sociedad. Quienes admiten la corrupción de los políticos y a la vez piden un Estado más grande, involucrado cada vez más en los asuntos de la gente, no tienen claras sus ideas.
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