¿Qué pasaría si los británicos dicen ‘sí’ al brexit?
El Reino Unido podría estar a apenas dos semanas del caos político, constitucional, diplomático y económico. Al menos esa es la preocupación de los funcionarios encargados de planificar el posible día después del referendo de 23 de junio, en el que los votantes británicos deben decidir si quedarse o no en la Unión Europea, una alternativa que está empezando a parecer factible en medio de señales claras de que la campaña por el no está ganando impulso.
Una encuesta publicada el viernes mostró que los partidarios de dejar la unión llevan seis puntos de ventaja, un margen que se amplía a 10 puntos cuando se proyecta una mayor participación de los votantes de esa inclinación. Otras encuestas, sin embargo, siguen mostrando una votación apretada.
Un voto por una llamada brexit plantearía profundos desafíos para el Estado británico.
El primero sería político. A pesar de que David Cameron ha dicho que tiene la intención de permanecer como primer ministro incluso si el país sale de la UE, la suposición generalizada es que en ese caso renunciaría rápidamente. Después de haber embestido contra su gobierno, sería poco probable que los defensores del brexit confiaran en él para dirigir las negociaciones de salida del bloque; en cualquier caso, Cameron habría perdido credibilidad. Hasta hace poco, parecía que uno de los líderes de brexit, el ex alcalde de Londres Boris Johnson, estaba listo para reemplazarlo, pero la imagen de éste también quedó dañada por su divisiva campaña, y colegas de alto nivel han cuestionado públicamente su idoneidad para el cargo de primer ministro. Algunos jefes conservadores creen que de ser necesario, el partido se unirá en el parlamento para cerrarle el paso a Johnson en la votación final. Una elección impugnada podría dejar al gobierno vacante durante meses.
La salida de la UE también plantearía problemas constitucionales. Un nuevo gobierno tendría que decidir cuál sería la relación del Reino Unido y la UE en un escenario post-brexit.
Esto es esencialmente una elección binaria. La primera opción sería que el Reino Unido preservara lo más posible la relación actual—el denominado modelo noruego—para ganar tiempo y negociar un acuerdo de libre comercio bilateral con la UE. La segunda opción sería cortar todos los compromisos con la UE y ajustarse únicamente a las normas de la Organización Mundial de Comercio mientras se trabaja en un futuro acuerdo con la UE.
La primera opción sería probablemente favorecida por la mayoría de los miembros del parlamento británico, quienes se oponen abrumadoramente a brexit, ya que reduciría al mínimo las perturbaciones económicas. Pero esto requeriría que el Reino Unido siga aceptando la inmigración ilimitada de la UE, participe del presupuesto y aceptar las reglas de la UE, a las cuales se oponen explícitamente muchos defensores de brexit. Esto abriría un escenario de enfrentamiento parlamentario que sólo podría resolverse mediante una elección anticipada.
Las autoridades temen que la agitación política y constitucional podría estar acompañada además por agitación diplomática, sobre todo si el Reino Unido intenta retrasar el inicio de las negociaciones formales de divorcio. La UE querría acordar los términos de salida con el Reino Unido a principios de 2018, cuando deben comenzar las negociaciones sobre un nuevo presupuesto europeo, dice un funcionario basado en Bruselas. Para ello sería necesario que el Reino Unido invocara el artículo 50 de los Tratados de la UE y declarara formalmente su intención de abandonar la unión antes de la próxima cumbre de líderes europeos, el 26 de junio, poniendo así en marcha el período de negociación de dos años.
Algunos promotores de brexit argumentan que el Reino Unido debe retrasar la aplicación del Artículo 50 hasta que se haya llegado a un acuerdo informal con Bruselas, lo cual evitaría dar una ventaja a la UE en las negociaciones. Uno de esos promotores, Michael Gove, ha llegado a sugerir que el Reino Unido podría utilizar sus derechos como miembro de la UE para obstruir el funcionamiento de la organización y presionar así a otros gobiernos para que hagan concesiones al Reino Unido.
Sin embargo, diplomáticos en Londres y Bruselas dicen que esto es ingenuo. En realidad, la UE se negaría a iniciar negociación alguna hasta que el Reino Unido invoque el artículo 50. El Reino Unido también debería seguir aceptando la inmigración ilimitada de la UE y pagar su cuota del presupuesto de la UE hasta que se alcance un acuerdo de salida. Si el Reino Unido actuara de manera unilateral para impedir cualquiera de estas opciones, la UE tendría el derecho de expulsarlo, lo que crearía problemas inmediatos para los sectores de la economía local que dependen de la financiación de la UE o de la pertenencia al mercado único de la UE, entre ellos una gran parte de los mercados financieros.
Tales tácticas difícilmente crearían relaciones armoniosas con países de los depende casi la mitad del comercio exterior del Reino Unido. Si este decide dejar de ser socio para convertirse en competidora, la prioridad de la UE sería evitar una implosión más grande de sus filas. En ese caso, los países miembros del bloque difícilmente podrían ofrecer al Reino Unido un mejor trato fuera de la UE que el que le ofrecen en la actualidad como parte del club. Esto sugiere que los defensores de brexit tienen pocas posibilidades de alcanzar su objetivo de tener acceso abierto al mercado único europeo sin la obligación de aceptar la libre circulación de bienes y personas.
Lo que parece seguro es que la agitación política, constitucional y diplomática crearía también turbulencias económicas, al menos hasta que la niebla de la incertidumbre se levante. La gravedad del choque también dependerá, en parte, de cuánto se expanda la agitación dentro de la UE. Después de todo, el referendo no se lleva a cabo en el vacío sino en un contexto de creciente inestabilidad política en todo el continente.
Incluso algunos defensores de brexit reconocen que un voto del Reino Unido para salir de la UE daría lugar al contagio. De hecho, Gove ha dicho que espera y cree que brexit llevaría a la “liberación” de Europa del euro y de la UE. Muchos responsables políticos europeos, no sólo en el Reino Unido, temen que eso sea precisamente lo que ocurra.
- 23 de enero, 2009
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