La otra revolución americana
Muchos conocen de la Revolución americana que se conmemora el 4 de julio. Con ella se consagró no solo la independencia de EE.UU., sino la defensa de los derechos de cada individuo a “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Con esa concepción liberal, distinta en ideas y resultados de la Revolución francesa, es que nace la república de EE.UU.
La Revolución americana tuvo entre sus admiradores al precursor de la independencia de América Latina: Francisco de Miranda. Él era “más liberal que libertador”. Por eso es olvidado u opacado por Bolívar, en aquellos lugares donde han prevalecido el caudillismo y el culto a la personalidad de los jefes militares.
Miranda lideró la independencia de Venezuela el 5 de julio de 1811. Él presenció en carne propia los excesos de la Revolución francesa y se asombró como un niño frente a la prosperidad y armonía derivada del sistema de república federal con separación de poderes de EE.UU. Inspirado en esa concepción liberal de una república es que nace el movimiento independentista en América Latina, pues los próceres más importantes de las guerras de secesión o pasaron por la casa de Miranda en Londres o fueron parte de su amplia red.
Varios historiadores coinciden en que el ocaso de Miranda y el surgimiento de Bolívar vienen a ser un espejo de la caída del liberalismo en la región ante el auge del caudillismo. Bolívar se erige como el principal líder de la Independencia solo cuando traiciona a Miranda, dando lo que varios historiadores consideran como el primer golpe de Estado en Venezuela. Miranda, quien había asumido poderes dictatoriales –a pedido de los poderes legal y constitucionalmente constituidos y considerando la situación excepcional en que se encontraba la Primera República, pretendía llevar a cabo una capitulación ante los españoles. Nuevamente, solo lo hacía luego de haberlo consultado con los poderes constituidos. Lo que había sido acordado de manera deliberativa, “el libertador” deshizo tildando a Miranda de traidor y entregándolo a los españoles, luego de haber asegurado su salida a Curazao y eventual llegada a Cartagena, ciudad desde donde retornaría como el héroe de la Independencia.
Desde entonces, la historia de Venezuela y de América Latina ha sido fuertemente marcada por la escasa institucionalidad, el caudillismo y el militarismo, todo lo cual ha resultado en sociedades tradicionalmente jerarquizadas. Para muestra, consideremos la triste historia de Venezuela: el historiador Giovanni Meza Dorta indica que “en 176 años de vida republicana, 131 han sido gobiernos presididos por militares”.
Pero ese no era el sueño de Miranda, quien apostó por la independencia no solo de un rey extranjero, sino de cualquiera que pueda surgir en tierra propia. Este mes deberíamos conmemorar aquella apuesta inicial por la democracia liberal. También, que si fue posible hacer una revolución pacífica, que algunos de nuestros próceres buscaron consolidar repúblicas federales que daban mayor poder a las autoridades locales.
El 14 de julio se cumplirá el bicentenario de la muerte de Miranda, quien murió solo en una cárcel española. Su olvido es el reflejo del camino que muchos países latinoamericanos decidieron abandonar, pero que bien se podría retomar.
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