Inmigración (XXXIX): ¿Cuál es su número correcto?
“La inmigración en los Estados Unidos se encuentra en niveles récord”. Federation for American Immigration Reform (FAIR).
“La migración es un catalizador del cambio y del desarrollo; en un mundo que está cambiando a ritmo vertiginoso no aprovechar el poder de la migración es miope”. Brunson McKinley.
“Nuestra habilidad de absorber inmigrantes es mayor que nunca”. Donald Boudreaux.
Una de las quejas principales de los padres fundadores de los EE UU contra el monarca inglés Jorge III fue que había obstaculizado la repoblación de las colonias con gente de fuera. Percibían dicha prohibición como contraria a los intereses del pueblo de las colonias americanas. Aquellos padres fundadores vieron un nexo causal entre permisividad de flujos migratorios y crecimiento económico.
Los actuales refractarios a la inmigración mantienen que era posible antes absorberlos por tener más tierras y más recursos que hoy. Esto es falso. Tengamos presente que China y EE UU tienen una superficie muy similar (puestos 3º y 4º del ranking mundial en extensión respectivamente) pero con la gran diferencia de que China cuenta aproximadamente con mil millones de residentes más. Los inmigrantes, además, han mostrado generalmente preferencia por residir en ciudades, que es donde más recursos y oportunidades de trabajo hay.
Ésta sigue siendo una de las cuestiones económicamente y políticamente más controvertidas no solo en los EE UU sino en todo el mundo. Aunque las pasiones y los temores de la opinión pública acerca de la inmigración son aún grandes, los economistas y sociólogos de hoy tienen un mejor entendimiento de la misma desde hace algunas pocas décadas. Aunque existen sin duda externalidades negativas, se conocen ya bastante bien sus numerosas externalidades positivas. Se trataría, en cualquier caso, de que las segundas compensaran las primeras mediante reglas claras y basadas en una combinación del principio de la propiedad privada con el de la seguridad pública.
Inexistente record de entrada de extranjeros en los EE UU
Hacia 1776 la población de los primeros trece estados era de unos 4 millones de personas, el resto de lo que hoy son los EE UU estaba muy poco poblado. 238 años después, la población ha superado los 315 millones de personas. Si no hubiese habido inmigración de ningún tipo, no hubiese llegado ni al tercio de dicho número de habitantes. Tampoco la economía hubiese crecido tanto.
En el siglo XX, según registros oficiales de inmigrantes y refugiados legales de los EE UU, entraron allí estas medias aproximadas de personas extranjeras al año:
Década |
Entrada media anual de inmigrantes en los EE UU
|
1940-49 |
85.000 personas extranjeras inmigrantes |
1950-59 |
250.000 personas extranjeras inmigrantes |
1960-69 |
320.000 personas extranjeras inmigrantes |
1970-79 |
430.000 personas extranjeras inmigrantes |
1980-89 |
630.000 personas extranjeras inmigrantes (sin contar con la regularización de “ilegales” durante la época de R. Reagan) |
1990-99 |
900.000 personas extranjeras inmigrantes |
2000-2009 |
1.100.000 personas extranjeras inmigrantes |
Pareciera que se está llegando a niveles récord si se empieza a comparar desde mediados del siglo pasado como hace la federación FAIR, contraria a los flujos migratorios hacia los EE UU.
Sin embargo, esto no es cierto ni en números absolutos ni en porcentaje poblacional. En la década de 1880 a 1889 la media de entrada anual en los EE UU estuvo por encima de los 500.000 inmigrantes y entre 1900 y 1909 la entrada de los mismos alcanzó una media de más de un millón de personas al año.
Si se compara, además, con la población total estadounidense de cada momento, entre 1880 a 1889 la tasa media de entrada anual de nuevos inmigrantes era del 1% de la población de los EE UU de entonces. Por su parte, entre 1900 y 1909 la tasa anual media de entrada fue del 1,4% de la población de entonces. Hoy, con más de un millón cien mil inmigrantes entrando cada año en los EE UU, la tasa anual de acogida a inmigrantes es un exiguo 0,35% de la población actual. De modo que en términos relativos a la población, el flujo actual de inmigrantes es respectivamente una cuarta parte y un tercio menor de lo que fue en sendos decenios de finales del siglo XIX y principios del siglo XX de la historia de la emigración hacia los EE UU.
Atemperar la planificación restrictiva actual
Hoy todos los países de la OCDE tienen prefijado un sistema de cuotas restrictivas a la entrada de inmigrantes. Sin embargo, nunca se podrá planificar correctamente de antemano cuántos inmigrantes (y refugiados) pueden ser cobijados en un país o en una ciudad. Solo las fuerzas del mercado lo indicarían caso improbable de existir unas fronteras abiertas. La realidad, empero, se impone: los flujos migratorios legales están hoy centralizados y absolutamente mediatizados por el aparato estatal.
Si se quiere llevar hoy a cabo una reforma migratoria de cierto calado se ha de ampliar, al menos, el número o las cuotas fijadas a los inmigrantes. La idea de la llegada de un alud de inmigrantes que vendrían a trabajar a un país concreto es aterradora e impide que se considere seriamente la posibilidad de que su número actual aumente. No obstante, esta idea-fuerza se debe contrarrestar con otra de permitir el acceso legal a más inmigrantes pero con un tope anual, artificial a fin de cuentas.
Éste podría situarse entre el 0,5% al 1% de la población. Las modernas sociedades pueden absorber sin grandes problemas dicho porcentaje pese a que prácticamente todas están por debajo del mismo. Si con el tiempo se observase que no se han dado externalidades negativas de relevancia, se podría seguir aumentando gradualmente dicho límite. No olvidemos que en épocas recientes ha habido durante años porcentajes de entrada incluso superiores al 1% (i.e.: EE UU a lo largo de la primera década del siglo XX con un 1,4% de media anual o Canadá que llegó al 2,5% justo antes de la Primera Guerra Mundial).
La inmigración elevada no es disolvente de la civilización si ésta es muy gradual y, sobre todo, se poseen en el país de acogida los incentivos adecuados para que los llegados de fuera suscriban sus valores, a saber: la protección de los derechos individuales, el imperio de la ley, la transparencia de la gestión pública y privada, el equilibrio presupuestario, el favorecimiento de la actividad empresarial, la asunción de responsabilidades, el cumplimiento de los contratos, el respeto por las reglas económicas del juego, sean éstas explícitas o implícitas, y de la normas de convivencia, la igualdad de sexos en todos los órdenes (menos el físico), la actuación basada en el método científico, etc. Esa es la verdadera batalla.
¿Una propuesta realmente descabellada?
Desde posiciones maximalistas lo mejor sería una política de fronteras abiertas aunque hoy eso es impensable. Pero, ¿por qué no triplicar o cuadruplicar las actuales cuotas de inmigrantes permitidas?
Hoy muchos pueblos y ciudades costeras de España multiplican ya en verano varias veces su población censada y no parece que haya problemas insuperables en acoger ese aumento repentino de residentes temporales. Muchos son extranjeros.
Con un aumento significativo de visados del 1% de la población, EE UU podría dar entrada probablemente sin grandes percances a unos 3 millones de inmigrantes al año. No es descabellado concebir que dicho país, con un mercado y una sociedad mucho más desarrollados que China, pueda contener una población similar a la de dicho país asiático en un futuro más o menos lejano. Esto puede parecer hoy ciencia ficción, pero no lo es. No hace falta que fuera una población toda ella de residentes permanentes, una parte podrían ser trabajadores o residentes temporales.
Mejor preparados que antes para absorber la inmigración
Hoy nos podemos alimentar mejor que antes con menores extensiones de tierra. Hay mayor productividad en todos los sectores de la economía por haber mayores tasas de capitalización; todo esto permite un mayor rendimiento. El capital invertido en los países desarrollados es nueve veces mayor desde el final de la Primera Guerra Mundial y todo parece indicar que irá en aumento. Hay mejores infraestructuras, más servicios públicos y privados. Podemos curar casi todas las enfermedades infecciosas que antes mataban a mucha gente.
Sin embargo, emprender una verdadera reforma integral contra los obstáculos políticos y burocráticos que asfixian no sólo la legítima iniciativa empresarial sino que impiden la incorporación de nuevos inmigrantes al sector formal de la economía, nos lleva necesariamente a pensar en un nuevo Estado del bienestar, no en el actual que tenemos, para que sea compatible y financiable con una deseable mayor movilidad internacional del trabajo.
Creo que muchos nativos actuales de sociedades desarrolladas –tanto del hemisferio Norte como del Sur- se sorprenderían (gratamente) por lo más vibrante y dinámico que se volvería su lugar de nacimiento o de residencia con la presencia de más personas procedentes de otras latitudes. No hay nada más desolador para un observador que visitar lugares deshabitados hoy y que antaño tuvieron población creciente y gran actividad económica.
Las zonas urbanas y suburbanas no sobrepasan en la actualidad el 7% de superficie en la mayor parte de los países de la OCDE (siendo del 3% para el caso de los EE UU), por lo que todavía hay mucho espacio en los países desarrollados para proveer viviendas, urbanizaciones de todo tipo, fábricas, oficinas y zonas comerciales y de recreación para los seres humanos.
Los inmigrantes aceleran el avance económico y elevan los estándares de vida de los países receptores. Mejoran, por tanto, la posición competitiva del país receptor pese a las no pocas externalidades negativas que la inmigración acarrea.
Respondiendo a la pregunta del título del presente comentario, es imposible saber cuál es la proporción idónea o recomendable de inmigrantes en cada momento y lugar, pues depende en gran medida de la capacidad que tenga el país receptor de hacer cumplir la ley y el orden, así como de las tasas de capitalización de su economía. Lo que sí sabemos es que la división del trabajo y del conocimiento no tiene límites.
(Este comentario es parte de una serie acerca de los beneficios de la libertad de inmigración. Para una lectura completa de la serie, ver también I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII, XVIII, XIX, XX, XI, XII, XXIII, XXIV, XXV, XXVI, XXVII, XXVIII, XXIX, XXX, XXXI, XXXII, XXXIII y XXXIV, XXXVI, XXXVII, XXXVII y XXXVIII)
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