A la luna por escalera
Las propuestas populistas en América Latina están enfrentando una seria crisis por los altos niveles de corrupción de quienes las han interpretado y los múltiples fracasos de sus líderes, que han pretendido gobernar como si estuvieran asistidos por una vara mágica capaz de resolver todos los problemas.
Cierto que la derrota de los partidarios de Cristina Fernández en Argentina, los escándalos por corrupción en el Partido de los Trabajadores de Brasil con su gurú Luis Inacio da Lula da Silva a la cabeza y la baja popularidad de Evo Morales, evidencian la crisis del populismo, no obstante, afirmar que esa serpiente ha sido decapitada, es incurrir en una ingenuidad extrema.
Los demagogos tienen todavía futuro en el hemisferio, no solo porque el continente es pródigo en gestarlos, también, porque el nivel de frustración y desencanto de la ciudadanía es caldo de cultivo para que esos personajes puedan acceder al gobierno sin necesidad de recurrir a la fuerza como intentaron en la segunda mitad del pasado siglo.
No es prudente garantizar que los fracasos del presente aseguran su final. Cuando la Unión Soviética se desintegró y se esfumaron las mal llamadas repúblicas democrática, a excepción de Corea del Norte y Cuba, muchos se convencieron que el marxismo y todo lo que se nutre de esa utopía desaparecerían del escenario político.
No fue así, se reinventaron, su increíble capacidad de metamorfosis hizo posible que sobrevivieran en diferentes países del mundo, con particularidad en América Latina, donde el Foro de Sao Paulo, un engendró de Fidel Castro y Lula da Silva, ha sido la mejor herramienta a disposición de los enemigos de la democracia después de la desaparición del poder soviético.
El Foro funciona en base a los factores que unen a sus integrantes, gobiernos y organizaciones. Identifican objetivos comunes y en base a esa consideración actúan. Son efectivos en sus prácticas solidarias y tienen capacidad y disposición para desestabilizar a sus enemigos y hasta sus adversarios, si las circunstancias lo demandan.
Nunca renuncian a sus aliados ideológicos. No importan errores o abusos, su divisa clave es la unidad, como se aprecia en una reciente declaración de 60 agrupaciones miembros del Foro en la que expresan un respaldo irrestricto al despotismo de Nicolás Maduro, rechazo a las actividades de la Organización de Estados Americanos en relación a Venezuela y su soporte a la suspendida presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.
Sus integrantes, en el gobierno o la oposición se conducen en base a intereses compartidos, pero evidentemente son más efectivos en la oposición que en el gobierno.
El Foro de Sao Paulo tuvo su XXII Encuentro, en El Salvador. El presidente Salvador Sánchez Cerén, antiguo guerrillero comunista del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, inauguró el evento, todavía más, consecuente con los postulados y estrategia de esa entidad, calificó a todos los que rechazan las propuestas de la agrupación de golpistas y reiteró lo provechoso de las fórmulas política que promueve la organización.
Desde su constitución los dirigentes asumieron la necesidad de crear líderes políticos. Aprobaron estrictas normas para el funcionamiento de la organización. Montaron una red de Fundaciones, Escuelas y Centros de Capacitación en los que formarían ideológicamente a sus militantes.
El Foro tal y como ha acordado en este encuentro tendrán que buscar nuevos paradigmas, porque evidentemente la Escuela de Formación Política ha sido incapaz de crear dirigentes con la voluntad suficiente para evitar “desviaciones”, entiéndase corrupción, como califica uno de los profesores de dicha academia.
Este encuentro es particularmente importante si la entidad aspira a seguir siendo un factor clave en la política latinoamericana. Algunos de sus miembros han confirmado tener habilidad y entereza para alcanzar el poder, pero cuando lo han conquistado, han demostrado ser más ineficientes que los gobernantes que han sustituido y estar más corrompidos que sus predecesores.
No obstante los escándalos de corrupción que han caracterizado a los gobiernos del Foro, no extingue el favor de quienes quieren soñar o viven en la ciénaga del resentimiento. Es preciso trabajar contra lo que significa el engendro de Castro y Lula, pero también contra las condiciones que hacen posible que todavía haya tontos que creen que a la luna se llega por una escalera.
El autor es periodista de Radio Marti.
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