Bolivarianos y mirandinos
La semana pasada les conté acerca de la primera independencia de Venezuela, que se proclamó el 5 de julio de 1811. Ese movimiento fue liderado por Francisco de Miranda y la república que nació ese año llegaría a su fin el 30 de julio de 1812 con lo que varios historiadores han denominado el primer golpe de Estado en América Latina. Este lo dio un grupo liderado por Simón Bolívar. Miranda, en cambio, siempre demostró un respeto por las instituciones, estorbando a quienes tenían otra visión política.
Miranda era más liberal que libertador. Argumentando a favor de la independencia, Miranda advertía que:
“Al momento de confundir a vuestros opresores no imitéis su tiranía. No es vuestra idea la de reemplazar un gobierno irregular por otro semejante; de sustituir a un régimen opresor por otro opresor; de destruir una tiranía antigua por otra tiranía nueva; en una palabra, de establecer sobre la ruina de un despotismo extranjero el reino de otro despotismo no menos odioso, el de la licencia y anarquía”.
Miranda recomendaba que si los americanos querían ser libres:
“El primer y grande objeto que debe ocupar su atención es la seguridad de las personas y de las propiedades… Cuando la sangre empieza a correr, cuando se empieza a violar la propiedad de los individuos, cuando empiezan las prisiones ilegales, la libertad está perdida y el partido del despotismo empieza a tomar fuerza”.
Esto es importante porque el Libertador Bolívar, si bien liberó a varias naciones sudamericanas de España, no logró establecer un gobierno que reconociera y protegiera las libertades individuales. Además, Bolívar no era un demócrata de convicción, sino más bien creía en el poder concentrado, en los líderes ungidos para dirigir a todo un pueblo. Esas ideas de repúblicas con separación de poderes le merecieron el calificativo de “repúblicas aéreas”, es decir, solo podían existir en la fantasía. Aquello de fortalecer la división del poder mediante un sistema federal le parecía no apto para los venezolanos porque estos, decía Bolívar, “carecen de las virtudes políticas”.
Bolívar admiraba la constitución romana y señalaba que “allí no había una exacta distribución de los poderes… Un gobierno monstruoso y puramente guerrero elevó a Roma al más alto esplendor de virtud y de gloria”. Su visión política, que siempre albergó una desconfianza de la descentralización del poder, evolucionó hasta llegar a plasmarse en la Constitución de Bolivia. En su mensaje a la Constituyente de mayo de 1826, Bolívar dijo: “El presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución como el sol, que firme en su centro da vida al universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua, porque en los sistemas sin jerarquías se necesita, más que en otros, un punto alrededor del cual giran los magistrados y los ciudadanos, los hombres y las cosas”.
Uno de los padres fundadores de Argentina, Juan Bautista Alberdi, dijo que “la América no será libre sino cuando esté libre de libertadores”. Esta disyuntiva entre repúblicas liberales y democráticas vs. el “cesarismo democrático” se le presentó a las nacientes repúblicas latinoamericanas y al parecer, varios países de la región insisten en recaer en el mal concebido proyecto bolivariano.
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