Obama traicionó a los disidentes cubanos
Fidel Castro cumplió 90 años el sábado, para dar verosimilitud a la teoría popular en Cuba de que ni siquiera el infierno lo quiere. Entre tanto, la dictadura militar cubana, encabezada ahora por su hermano Raúl, de 83 años, reprime con renovada brutalidad a cualquiera que se atreva a no supeditarse a su gobierno totalitario.
Si se suponía que la flexibilización que Barack Obama inició en 2014 de la política estadounidense hacia Cuba iba a provocar algún tipo de quid pro quo en derechos humanos por parte de La Habana. Hasta ahora, eso ha fracasado. Grupos independientes que monitorean las libertades civiles en la isla dicen que las condiciones se han deteriorado durante los 20 meses desde que el presidente estadounidense decidió normalizar las relaciones y relajar las restricciones comerciales y de viajes de estadounidenses. Muchos grupos disidentes se opusieron a cualquier deshielo de EE.UU. sin que se incluyeran condiciones sobre derechos humanos y dicen que se siente abandonados por Washington, en cuyo apoyo moral confiaron por largo tiempo.
Guillermo Fariñas, psicólogo de 54 años y ganador del premio Andréi Sájarov del Parlamento Europeo, es uno de esos cubanos decepcionados.
En una carta del 20 de julio al general Castro, Fariñas anunció una “huelga de hambre y sed” hasta que Castro “designe” a un vicepresidente para que se reúna con la oposición y declare un cese a la política de estado de tortura y arresto de disidentes así como de confiscación de sus propiedades. Fariña ha sido llevado dos veces al hospital de la ciudad de Santa Clara para ser rehidratado, pero está ahora gravemente enfermo en su casa.
Coquetear con la muerte es una señal de desesperación y es difícil no ver una conexión entre eso y la decisión de Obama de abandonar el antiguo compromiso estadounidense con el movimiento a favor de la democracia en la isla para, en cambio, estar en mejores términos con los déspotas. Fariñas también tiene razones personales para sentirse traicionado.
En noviembre de 2013, él y Berta Soler, la líder del grupo disidente Damas de Blanco, se reunieron con Obama en la casa en Miami de Jorge Mas Santos, presidente de la Fundación Nacional Cubano-Americana, quien era el anfitrión de un evento que buscaba recaudar fondos para el Partido Demócrata. Después de la reunión, Fariñas y Soler dijeron a la prensa local que le habían pedido a Obama que asegurara que cualquier cambio en la política de EE.UU. hacia Cuba considerara las opiniones de la oposición no violenta.
Un entusiasmado Fariñas habló con orgullo de las “palabras de apoyo del presidente de los Estados Unidos, la democracia más poderosa del mundo”, según un reporte del diario El Nuevo Herald. La Casa Blanca no respondió específicamente a mi solicitud de comentarios sobre lo que Obama les dijo a los disidentes esa noche.
Cuando fue honrado en Washington en junio por la Fundación del Monumento a las Víctimas del Comunismo, Fariñas habló de la gran decepción que él y sus colegas sintieron cuando Obama hizo su propio acuerdo. El disidente dijo que desde el anuncio, la oposición ha vivido con la terrible noticia de que el pueblo cubano, y especialmente aquellos que han luchado por establecer una democracia en Cuba, no iban a ser tenidos en cuenta en las negociaciones en marcha. “Muchos de nosotros quedamos desalentados”. De todas maneras, agregó, decidieron seguir luchando.
La batalla adquirió nuevas dimensiones para Fariñas cuando Carlos Amel Oliva, de 28 años, lanzó una huelga de hambre el 13 de julio y más de 20 miembros de la Unión Patriótica de Cuba, muchos de ellos jóvenes, se le unieron.
Amel, quien fue detenido en julio, también pedía un cese de la política de estado de golpear y arrestar a los disidentes. En su carta a Raúl Castro, Fariñas escribió que cuando fue a la policía a averiguar sobre los cargos contra Amel y otros disidentes, fue esposado y torturado.
Así que la huelga de hambre de Fariñas empezó como un acto de solidaridad con otros disidentes y como protesta contra la continua represión. Amel y los otros cubanos que lo acompañaron terminaron la semana pasada su huelga de hambre. Fariñas no.
Él parece estar aferrándose a la esperanza de que su sacrificio pueda generar compasión y apoyo de la comunidad internacional por las graves injusticias que los cubanos soportan a manos de los Castro. Y que el general Castro, ya sea por razones humanitarias o pragmáticas, acuerde concederle una audiencia a la oposición. Tal vez Fariña confíe que el Papa Francisco, que ha recibido a Raúl en el Vaticano, intervenga a favor de la vida.
El Santo Padre podría también tratar de ayudar a las pacíficas Damas de Blanco. En su camino a misa los domingos son golpeadas, pateadas y apedreadas por vicarios de los Castro. Ellas son detenidas con frecuencia. Recientemente, 10 fueron arrastradas a la cárcel porque envolvieron con una bandera cubana el ataúd de una amiga en su funeral. Cuatro integrantes del grupo han estado en la cárcel, sin haber sido enjuiciadas, desde el 15 de abril por participar de una protesta pacífica.
Una de ellas, Yaquelín Heredia Morales, está detenida en un lugar exclusivo para prisioneros con VIH/sida a pesar de que ella no es portadora del virus.
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