La esencia del subdesarrollo
Las Olimpíadas de Río 2016, como todas, han sido espectaculares en términos del rendimiento de los atletas de todos los países del mundo. Han sido espectaculares también en mostrar cual es la esencia del subdesarrollo, que no es, como mucha gente piensa, la falta de dinero sino la incapacidad de organizar eficientemente tareas complejas y de cumplir con compromisos adquiridos.
La historia comenzó hace siete años, en 2009, cuando el Comité Internacional Olímpico anunció que Río sería la sede de los juegos de 2016. Los juegos se llevarían a cabo en 18 instalaciones existentes, y en 16 más que serían construidas. Todas estas obras, y la infraestructura de transporte y turística que era necesaria para que las olimpiadas se llevaran a cabo sin problemas estaban muy dentro de las capacidades económicas de un país del tamaño de Brasil, y el tiempo que faltaba para realizarlas era también más que suficiente.
La obra más importante de dicha infraestructura era la Línea 4 del subterráneo de Río, que uniría la playa de Ipanema (a pocas cuadras de Copacabana, en donde se darían los juegos de playa) con Barra de Tijuca, en donde estaría el Parque y la Villa Olímpicos. Esta distancia, 22 kilómetros, la recorrería el metro en 15 minutos, mucho menos que las dos horas que con tráfico tardarían los fanáticos en atravesarla. Cuando las olimpiadas comenzaron, sin embargo, a la línea le faltaban 12 kilómetros para terminarse. La operación del proyecto se ha retrasado hasta el 2018. La gente tuvo que escoger entre ir a un lado o al otro durante un día para no pasar el tiempo viajando de un lado a otro. De todos modos los costos ya subieron de 1,600 millones de dólares a 2,900 millones en este momento.
Otro proyecto esencial era la limpieza de la Bahía de Guanabara, en donde se llevarían a cabo los eventos acuáticos abiertos, incluyendo veleros, kayaking, triatlón y maratón acuático. La bahía recibe los efluvios de más de 50 ríos que desembocan en ella. Estos ríos transportan los desechos sin tratamiento de nueve millones de personas que tiran a ellos las aguas negras y basuras de todo tipo. En las inspecciones realizadas por el Comité Olímpico éste encontró que realizar las competencias en esta agua sería dañino para la salud de los atletas. Brasil prometió que iba a limpiar las aguas, lo cual obviamente sería de un gran beneficio para los pobladores de Río, ya que implicaba limpiar los ríos con múltiples estaciones de tratamiento. Este sería un beneficio colateral de los juegos. La historia corta es que nada de eso se hizo. La Bahía sigue tan sucia como siempre. Los atletas que se la aguanten.
Además de estas fallas fundamentales hubo muchas otras, algunas también espectaculares, como el misterioso cambio de color de las piscinas de saltos de trampolín y de waterpolo, que de pronto cambiaron de ser transparentemente celestes a opacamente verdes, tipo pantano. Muchos de los edificios de la Villa Olímpica no estaban terminados, los lavamanos se despegaban de las paredes y alambres eléctricos vivos aparecían en lugares inesperados. Los australianos rehusaron ocupar sus instalaciones por miedo a electrocutarse.
El impulso de los juegos es tan fuerte, la fuerza de un proceso mundial de prepararse para un evento de dos semanas es tal que estos problemas no arruinaron las olimpiadas, que han sido un éxito. Pero detrás de ese éxito, logrado por los participantes y por el Comité Olímpico Internacional, se esconden otra vez dos de las causas del subdesarrollo: la acomodación a no cumplir las promesas que se hicieron al Comité Olímpico y a la población, y la falta de la urgencia de hacer bien las cosas.
La falta de dinero es una consecuencia, no la causa, del subdesarrollo. Como lo he notado muchas veces en estas columnas, la falta de recursos materiales que tuvieron al final de la Segunda Guerra Mundial no volvieron pobres a Alemania ni a Japón. Con lo que ellos tenían, el conocimiento y la capacidad de organización, los dos países rápidamente obtuvieron los recursos naturales y volvieron a ser igual o más ricos que antes. La riqueza está en el conocimiento, en el orden, la disciplina, y el cumplimiento de los compromisos.
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