Miami se transforma, de la Pequeña Habana a la Pequeña Caracas
El Mes de la Herencia Hispana, o Mes de la Hispanidad, como también se le conoce, es una celebración nacional en la que se reconocen los logros, aportes y contribuciones de los hispanos en Estados Unidos. En realidad, cuando comenzó, era solo una semana. En 1968 el Congreso autorizó al presidente Lyndon Johnson a que la proclamase desde el 15 hasta el 21 de septiembre, de manera que coincidiese con las independencias de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, México y Chile.
Después, en 1988, el presidente Ronald Reagan pidió un reconocimiento más amplio y para ello el Congreso aprobó la Ley 100-402, en la que se establecía que la celebración comenzaría el 15 de septiembre y concluiría el 15 de octubre. Desde entonces, se ha venido festejando en todo el país. Y Miami no ha sido la excepción. Solo que en los primeros años no se hacía como ahora. Y es que en 1968 el concepto de hispanidad, en cuanto a nacionalidades se refería, era más limitado porque la mayoría de los que vivían aquí eran cubanos exiliados.
En la Pequeña Habana solo residían, además de los habaneros que le dieron nombre, pinareños, matanceros, villaclareños, camagüeyanos y orientales. La música que se escuchaba, la comida que se servía en los restaurantes y el aire que se respiraba en el mar frente a la Ermita de la Caridad, eran cubanos. Los libros que se publicaban eran de tema cubano y las obras que se presentaban en los teatros también. Miami era, como alguien la calificó alguna vez, la séptima provincia de Cuba.
La Pequeña Habana se transformó en la Pequeña Centroamérica, en la ciudad de Sweetwater nació la Pequeña Managua y en la del Doral la Pequeña Caracas
Sin embargo, algún tiempo después, otros conflictos políticos provocaron nuevos éxodos y en Miami hubo una mayor y enriquecedora diversidad étnica. Así, llegaron los salvadoreños huyendo del Frente Farabundo Martí, los nicaragüenses de los sandinistas, los peruanos de Sendero Luminoso y los venezolanos del chavismo. También llegaron otros que huían de la violencia y de la falta de oportunidades en sus respectivos países. De repente, Miami dejó de ser un enclave cubano y se convirtió en un crisol de múltiples nacionalidades. La Pequeña Habana se transformó en la Pequeña Centroamérica, en la ciudad de Sweetwater nació la Pequeña Managua y en la del Doral la Pequeña Caracas. Un día, sin que nadie pareciese darse cuenta, comenzaron a escucharse otros ritmos, se sirvieron otras comidas y se respiraron otros aires.
Pero antes de que Miami fuera la vibrante y culturalmente diversa ciudad que es ahora, la hispanidad se celebraba como si el término significara únicamente cubanía. En las escuelas, por ejemplo, cuando comenzaban los preparativos para la celebración, las maestras salían a la calle a comprar lo que necesitaban para montar los actos culturales. Y ¿qué era lo que necesitaban y compraban? Pues, en primer lugar, música e instrumentos. Guantanamera, de Joseíto Fernández, era la número uno en sus listas de compras; después, las claves y las maracas. Y, claro, las banderitas cubanas y los sombreros de yarey.
Alguien que recuerda aquella época muy bien es Jorge Díaz, propietario de una tienda de discos e instrumentos musicales en Hialeah. “Ya desde principios de septiembre comenzaba el desfile de las maestras buscando música cubana”, rememora. “Sí, Guantanamera siempre la pedían; pero también pedían discos que tuvieran el llamado ‘zapateo cubano’, dice. “A veces, a las maestras más jóvenes hasta teníamos que enseñarles cómo se bailaba para que ellas, a su vez, pudiesen enseñar a sus alumnos”. ¿Qué instrumentos compraban? “Casi siempre eran maracas y claves; pero también compraban güiros porque los niños podían aprender a tocarlos con rapidez”.
Pero los tiempos han cambiado; y Miami también. Por eso, cuando comiencen las celebraciones por el Mes de la Hispanidad, no solamente escucharemos sones y guarachas cubanas en los festivales de música, sino también joropos venezolanos, cumbias colombianas, valses peruanos, pasacalles ecuatorianos, tamboritos panameños y mazurcas nicaragüenses. Y si se organizan degustaciones, como casi siempre se hace, además de frijoles negros, arroz blanco y masas de puercos, seguramente habrá arepas, ceviches, gallo pinto y sancochos.
Pero donde realmente podrá constatarse cómo ha cambiado la manera de celebrar el Mes de la Hispanidad en Miami será en los actos en los que se reconozca el aporte de las distintas nacionalidades en los campos de la educación, la economía, la ciencia, los deportes y las artes. Y es que hoy, el trabajo duro, los valores morales, el amor a la familia y el compromiso con la comunidad, no son virtudes de un solo grupo, sino de todos los que han contribuido al bienestar y el progreso, no solo de esta gran ciudad, sino también al de este gran país.
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