Juego de Tronos, versión española
“Canción de hielo y fuego”, escrita por George R. R. Martin, es una de las sagas de fantasía épica más aclamadas de las últimas décadas. La fantástica serie, conocida popularmente como “Juego de Tronos” tras el éxito de su adaptación televisiva, muestra la descarnada naturaleza de la lucha por el poder político. Cuenta la eterna historia de cómo distintas familias políticas pugnan entre sí, conspiran, se alían y se traicionan por hacerse con el aparato de gobierno sobre sus indefensos súbditos. Con el transcurso del tiempo cambian las formas y las instituciones, pasan las personas y las facciones, pero el fondo de lo que es en realidad la política permanece: pequeños grupos organizados rivalizando por tomar el control sobre la vida y las haciendas de las personas.
Gran parte de los ciudadanos tiende a ver la política con ojos demasiado amables, como hechizados por sus deseos de ser gobernados por mandatarios magnánimos y paternales que sólo busquen el bien común. Pero en ocasiones una crisis política rompe ese hechizo y hasta los más ingenuos comienzan a ver las costuras de la política en su versión más cruda. La crisis que actualmente sufre el PSOE es un buen ejemplo de cruenta lucha por el poder a ojos de todo el mundo. El choque de reyes entre el bando afín a Pedro Sánchez y el sector más próximo a Susana Díaz fue efectivamente interpretado por la opinión pública como una lucha intestina por el control del partido. En esta ocasión, las maniobras por parte de la facción susanista para atraer adeptos a su causa y provocar la caída de Pedro Sánchez, por un lado, y las de los pedristas para conservar el control interno del partido, por otro, no se ejecutaron en la discreción de los despachos, sino que se retransmitió en directo por la prensa y las redes sociales ante la atónita mirada de los españoles.
Otros analistas van un paso más allá. Por ejemplo, el sociólogo Jorge Galindo señaló que tras esta lucha intestina dentro del PSOE existe un profundo conflicto ideológico: “Muchos retratan esta guerra como una mera lucha de poder vacía de contenido, pero pocas son las batallas por el control de un partido que no contraponen visiones de fondo”. El artículo, por cierto, se titula “La guerra de las rosas”, clara referencia a la las continuas luchas de poder entre las inglesas casas de Lancaster y de York que inspiraron a George R. R. Martin para escribir “Juego de Tronos”.
Es cierto que el PSOE está librando una batalla mucho más amplia que la lucha interna por el control del partido. Y puede que en apariencia dicho conflicto se disfrace de pugna de ideas. Pero no deberíamos caer en la tentación de pensar que lo que realmente se está discutiendo es cómo mejorar la vida de los ciudadanos o cómo hacer el país más próspero. En absoluto. El trasfondo de la batalla de la calle Ferraz sigue siendo una lucha por el poder, pero de proporciones mucho mayores: la lucha por el poder de todo el partido sobre los ciudadanos españoles. La continua sangría de poder político del PSOE y las penosas perspectivas electorales bajo el mando de Pedro Sánchez han puesto en pie de guerras a los barones que habían acumulado grandes dosis de poder territorial y han terminado provocando la rebelión interna para tratar de frenar la sangría. Pero dado el destrozo que ha terminado suponiendo para el partido y la complicada situación política del PSOE, no tiene pinta de que las perspectivas vayan a ir a mejor.
Como en las novelas de George R. R. Martin, tras la tormenta de espadas, llega el festín de cuervos. Por un lado, la crisis interna del PSOE ha supuesto para Podemos un balón de oxígeno de valor incalculable. Tras la decepción podemita de las últimas elecciones, ellos mismos también están viviendo su propia guerra interna entre pablistas y errejonistas, entre distintas formas de conquistar el poder político, y también la estaban librando en público. La oportuna fractura del PSOE en dos ha alejado de Podemos el foco de la opinión pública, y ha permitido a Iglesias y los suyos aprovechar la situación para aumentar la fractura socialista y hacerla irreconciliable. Nunca hay que olvidar que el objetivo real de Podemos no es aliarse con el PSOE, sino destruirlo y reemplazarlo.
Por otro lado está el que tal vez sea el estratega político más infravalorado del panorama español: Mariano Rajoy. El líder del PP no sólo es el más beneficiado por esta situación. También es, en buena parte, el promotor de las tensiones que han terminado por destrozar al PSOE. Es vox populi que desde Génova se alentó el ascenso de Podemos y la radicalización de parte del electorado socialista con el objetivo de fracturar a la izquierda, provocar sus disputas internas y presentarse como única alternativa capaz de frenar a sus caóticos y radicales adversarios. El reciente estallido del PSOE es fruto de esta maquiavélica maniobra de los populares. Ya lo advirtió Rajoy a sus tres rivales en el debate de las pasadas elecciones: “Aquí no se viene a hacer prácticas”. Y es que en materia de intrigas políticas y luchas por el poder, en la práctica del juego de tronos, hay pocos tan experimentados como Mariano Rajoy.
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