El cansancio vital y el derecho a morir
Holanda suele estar a la vanguardia de políticas que anteponen el libre albedrío del individuo. Ha sido, junto a Bélgica y Suiza, pionera en legalizar el suicidio asistido y la eutanasia en casos de enfermedades terminales o condiciones mentales que causan el deterioro acelerado de la persona.
Ahora el gobierno da un paso más al proponer una ley que permitiría ayudar a morir a aquellos ancianos que consideren han vivido lo suficiente. Para ello no sería un requisito indispensable la enfermedad o la merma gradual de facultades. Bastaría, tras una serie de reuniones con médicos y sicólogos, tener la certeza y las razones para quitarse la vida por “cansancio vital”. O sea, ese sentimiento de que se ha llegado al final de un camino recorrido y que si bien todavía el cuerpo aguanta ya el deseo de vivir no nos acompaña en el día a día.
Sin duda la propuesta de ley que hoy los holandeses examinan puede chocar a muchos, ya que la eutanasia y el suicidio asistido son ilegales en la mayor parte del mundo. Pero el hecho de sentarse a debatir esta necesidad que plantea un sector de la población, demuestra la madurez de una sociedad que está dispuesta a tener en cuenta la realidad de muchas personas en la tercera edad.
Hay quienes consideran que la prolongación de la longevidad es equivalente a calidad de vida, pero hay personas mayores que por distintas circunstancias (influye la muerte de su pareja y de los amigos de su entorno) llegan a la conclusión de que su ciclo ha llegado a su fin
Cada vez vivimos más y los avances médicos y científicos nos han regalado al menos otras tres décadas de existencia, a diferencia de los tiempos en los que la expectativa de vida no alcanzaba los 70 años. Hoy en día entramos y salimos de los hospitales con remiendos por doquier y se aspira a que la gente llegue a ser centenaria.
Hay quienes consideran que la prolongación de la longevidad es equivalente a calidad de vida, pero hay personas mayores que por distintas circunstancias (influye la muerte de su pareja y de los amigos de su entorno) llegan a la conclusión de que su ciclo ha llegado a su fin.
Puede que este proyecto de ley no sea aprobado, pero como sucedió con las otras instancias de suicidio asistido, la sociedad holandesa discute abiertamente acerca del número de ancianos que se quitan la vida con ocultamiento y vergüenza, por no tener a su alcance la orientación y la valoración meditada de la que sí disponen los enfermos terminales cuando eligen morir. En caso de que esta propuesta salga adelante, el afectado tendría a su disposición un fármaco letal que adquiriría en la farmacia.
No deja de ser extraño que el hecho de vivir se imponga como un deber a toda costa. Hoy en día es cada vez más aceptado el derecho de los enfermos terminales a que se les ayude a morir y, teniendo en cuenta que la expectativa de vida ya está en el umbral de los 80, no hay que descartar lo que ahora se está debatiendo en Holanda. Son medidas que se ajustan a los cambios que hemos ido experimentando.
No es asunto menor la falta de deseo de vivir. Esa fatiga vital al cabo de un largo trayecto. La certidumbre de que llegó la hora de despedirse. Hay algo en el ensimismamiento progresivo en la ancianidad que es el reflejo de la inevitable regresión. Retornar al inicio cuando sólo éramos semilla. Descansar finalmente a la sombra de la tierra.
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- 23 de enero, 2009
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