El muro de cristal que enfrentó Hillary Clinton
Ya es un hecho. Donald Trump es el nuevo presidente de Estados Unidos. Más allá de las filias y fobias a un lado y otro del espectro político, desde que la noche del 8 de noviembre se hizo realidad algo que hasta entonces parecía improbable (está visto que las encuestas ya son cosa del pasado), lo que continúa resonando en mi mente es lo que el magnate neoyorquino le dijo a su oponente Hillary Clinton en uno de los tres debates que ella ganó con soltura: “You are a nasty woman”. “Eres una mujer asquerosa”.
Hoy Clinton se recupera de una larga y cruenta campaña retirada en su hogar, y de ella hemos podido ver una foto que se tomó con una joven madre y su bebé cuando paseaba por el bosque junto a su esposo Bill. Esta mujer que pudo haber sido la primera mandataria del país aparece con el rostro cansado y su expresión es de resignada melancolía.
No me extraña que la tristeza embargue a Clinton y se pregunte una y otra vez qué encerraba un comentario como “Eres una mujer asquerosa”, viniendo de un individuo graduado de la prestigiosa facultad de Wharton y que dentro de poco ocupará la Casa Blanca.
Cuando Trump la calificó de ese modo tan despectivo lo aplaudieron los millones de votantes que le dieron el triunfo del voto electoral, aunque no así el voto popular que ganó su adversaria. Sin dudarlo y con vehemencia, el hoy presidente electo catalogaba a esta brillante abogada graduada de Yale, ex senadora y ex secretaria de Estado de “mujer asquerosa”. A nasty woman.
Por mucho que se le quiera quitar importancia a que el hecho de ser mujer es un factor en contra a la hora de ambicionar la presidencia en este país y se insista en que solo es un lamento de las obstinadas feministas, es evidente que es un impedimento añadido. Aspirar a la Casa Blanca ilustra en mayor escala los desafíos que las mujeres enfrentan a lo largo de la vida para igualarse a los hombres en la escuela, en los trabajos y en el hogar. No en balde ganan menos a pesar de contar en muchos casos con mejor preparación académica, alcanzan menos puestos directivos, desempeñan más tareas del hogar y el cuidado de los hijos recae sobre ellas. Entonces, ¿por qué creer que aspirar a la presidencia va a ser distinto que la carrera de obstáculos que las mujeres inician con desventaja desde la niñez?
Aspirar a la Casa Blanca ilustra en mayor escala los desafíos que las mujeres enfrentan a lo largo de la vida para igualarse a los hombres en la escuela, en los trabajos y en el hogar
Ahora que el partido demócrata se lame las heridas por su inesperada derrota, se multiplican las opiniones de quienes afirman que el “problema” era Clinton y que nunca tuvo la menor oportunidad de ganarle a Trump o a ningún otro contrincante republicano. O sea, al parecer siempre fue una pésima candidata (los propios demócratas prefirieron a Obama en su día) y se extiende la creencia de que Bernie Sanders, más escorado a la izquierda, conecta con el descontento de la clase trabajadora y la frustración de los millennials. Sanders, quien fue su rival en las primarias, habría sido el candidato ideal para medirse con el populismo derechista de Trump, que de la noche a la mañana se convirtió en el defensor de los “Indignados” blancos en áreas deprimidas del país que salieron a votar en masa y desnortaron a sondeos y analistas.
Tras este examen poselectoral que se escucha por todas partes, es inevitable hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué se habla de Sanders y no de Elizabeth Warren, mucho más identificada con la clase obrera, admirada entre los jóvenes progresistas e implacable con Wall Street? La senadora por Massachussetts, cuyo discurso proteccionista y antisistema tiene puntos en común con Trump, es una verdadera campeona de los que se sienten desheredados y olvidados por un opulento establishment que paradójicamente incluye al propio empresario multimillonario.
Sencillamente porque perviven los prejuicios machistas y sexistas que permiten no se pague un precio por comentarios como “Eres una mujer asquerosa” o “Puedes hacerles lo que quieras a las mujeres cuando eres una estrella”. Palabras textuales de un presidente electo que jamás habría podido pronunciar una candidata (demócrata o republicana) sobre los hombres sin que la lapidaran. Es evidente que el techo de cristal que Hillary Clinton pretendía romper es un muro más infranqueable que el que quiere construir en la frontera el hombre que la venció.
©FIRMAS PRESS
- 23 de enero, 2009
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