Libertad en el siglo XXI
El siglo 21 verá nacer, entre otras cosas, un nuevo tipo o forma de gobierno global, nos guste la idea o no. Siempre que crecen los gobiernos (que no es lo mismo que el Estado) perdemos algo de libertad individual a cambio de opciones colectivas. Eso es como la ley de gravedad. Pero no será un gobierno en la modalidad actual. Será una capa digital, sobre la territorial e institucional, que operará una compleja mente tecnológica colectiva, basada en la IoT (la internet de las cosas) que habrá ya conectado todo con todo, la automatización y robotización creciente, y un poderoso sistema de redes de computación cognitiva de aprendizaje autónomo. Suena a ciencia ficción, pero todo esto ya ocurre en la práctica en la creciente digitalización de la organización de la sociedad. Esto es así, ya que hay problemas de carácter global que superan el alcance de cualquier gobierno o país. Por ejemplo, el cambio climático, el terrorismo, el dinero y banca, las migraciones masivas, el agua, o el espacio exterior y la red satelital, las telecomunicaciones, la necesidad de funcionar 7×24 y otros. Requerimos esa organización global. O colaboramos, o morimos todos.
Hablo literalmente de alguna forma de cerebro global en tiempo real. La civilización ha llegado al estado en que la biología se empieza a fusionar con la tecnología (Kurzweil vista desde la inteligencia artificial y de Lipton, desde la biología celular). Todo esto no es tan novedoso. Las células ya lo hicieron construyendo el organismo, como son las plantas, los animales, o el ser humano en que éstas fueron capaces, en millones de años, de crear una mente incluso consciente de sí misma. Un ser humano es una sociedad colaborativa de 100 trillones de células inteligentes que pueden vivir también fuera del organismo, que tienen un complejísimo cerebro que administra el organismo y aprende adaptativamente.
La pregunta es qué queda para el sueño de la libertad en el siglo 21. Quizás poco o nada de la manera en que la conocimos. Si lo meditamos bien veremos que así ha sido toda nuestra historia: el concepto va cambiando. Desde ser nómades a vivir en un departamento, la idea de libertad es muy diferente. En una realidad que se datifica todo cambia en relación a otra que se experiencia, se siente, y se interpreta. A su vez, el conocimiento tiene la increíble capacidad de doblegar los sentidos (nosotros vemos al sol moverse, y el conocimiento nos dice otra cosa, y le creemos).
Volviendo al tema central, hoy tenemos cámaras que registran casi todo. En las calles, en las casas, en las oficinas, en los medios de transporte, etc. Eso solo será creciente. Cada celular de hoy tiene una cámara de doble sentido y son literalmente miles de millones. Casi todas nuestras transacciones son registradas de una u otra forma. Nuestros registros de salud son digitales, los GPS saben dónde estamos, los personajes públicos ya no tienen vida privada. Las redes sociales administran una enormidad de datos personales, en fin, es una tendencia clara que ya es irreversible.
Es imperativo entonces pensar a fondo en la libertad en este siglo. La libertad es una gran aspiración o ideal del ser humano, pero no es un tema trivial. La libertad no es un regalo, es un proyecto cuya segunda cara es la responsabilidad. La libertad lucha siempre contra el poder concentrado, sea en lo económico, lo político, lo intelectual, territorial, comunicacional, o lo religioso. Pero la vida colectiva requiere regulaciones (y la fuerza para hacerlas cumplir) y por ende debe sacrificar libertades. Eso es práctico, no utópico. Las buenas intenciones y las utopías ayudan a soñar, pero no a la gestión. Los proyectos de “sociedad” basados en ingenierías sociales normalmente son caricaturas de la real complejidad de la sociedad, y terminan así sacrificando groseramente las libertades.
Administramos mejor lo propio que lo colectivo y es fácil ser generoso con la plata de los demás. Los incentivos sí funcionan de manera muy precisa en la psique humana. El populismo existe. Todo esto parte de la naturaleza real del ser humano.
Todos recibimos la misma luz y respiramos el mismo aire, pero todos somos únicos y diferentes. Más aún, queremos ser diferentes, queremos desarrollar nuestra unicidad, nuestra identidad. Queremos destacarnos y vivir mejor. Queremos tener nuestras propias ideas, nuestros propios gustos, vestirnos de nuestra propia manera, ambientar nuestros hogares a nuestra manera. Queremos asociarnos con aquellos que tienen intereses y valores similares. Queremos desplazarnos libremente y también desarrollar nuestra espiritualidad libremente. El equilibrio persona-colectivo es efectivamente muy complejo. Solo hay que recordar que un gobierno suficientemente grande para darnos todo lo que queramos, es también suficientemente poderoso para quitarnos todo lo que tenemos, en especial la libertad.
- 23 de enero, 2009
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