Los flechazos envenenados de Putin
Resulta difícil de explicar la fascinación que siente el presidente Donald Trump por su homólogo ruso Vladimir Putin. Lo cierto es que a lo largo de la campaña electoral Trump nunca ocultó su admiración por un personaje cuyo resumé incluye un siniestro pasado como funcionario de la KGB. Frecuentemente lo alabó a la hora de compararlo con su rival, Hillary Clinton, y con el propio ex presidente Barack Obama, proclamando que a Estados Unidos le hacía falta un líder con el pulso firme de Putin.
Bien, un mes después de su toma de posesión, lejos de marcar distancias con un político del que se sospecha pudo haber enturbiado por medio de hackers el proceso electoral de este país, Trump reitera abiertamente su simpatía por un Jefe de Estado que en gran parte de Europa despierta desconfianza y en su propia casa es temido por opositores que son perseguidos y que incluso corren peligro de muerte.
En una entrevista que el periodista Bill O’Reilly, de la cadena Fox, le hizo recientemente, cuando el presentador calificó a Putin de “asesino” el mandatario sorprendió a propios y extraños al salir en su defensa, asegurando que también en Estados Unidos hay “muchos asesinos” y preguntándose, “¿Y nuestro país es inocente?”
No se han hecho esperar las críticas, tanto desde las filas demócratas como desde las republicanas, porque con sus comentarios Trump parece ignorar que sobre su homólogo ruso pesan graves acusaciones que apuntan a que está detrás de una serie de asesinatos que ha eliminado a periodistas independientes y disidentes: desde las reporteras Anna Politkovskaya y Natalia Estemirova, quienes denunciaron el estado policíaco bajo Putin y la violación de derechos humanos en Chechenia, hasta el famoso caso de Alexander Litvinenko, un ex agente de la KGB que desde el exilio señaló los abusos del gobierno ruso. Según dedujo la investigación de las autoridades británicas, dos espías rusos envenenaron a Litvinenko con polonio. En cuestión de una semana el opositor falleció en un hospital londinense y desde su lecho de muerte culpó directamente a Putin de su envenenamiento. Sin ir más lejos, hace una semana el activista Vladimir Kara-Murza despertaba de un coma inducido por un aparente envenenamiento, el segundo en dos años.
Además de las extrañas muertes y episodios que superan las tramas de una novela de John Le Carré en plena Guerra Fría, son numerosos los críticos del Kremlin que han acabado en la cárcel o han tenido que huir del país para no acabar con un tiro en la nuca. Denunciarlo públicamente requiere mucho coraje, tal y como se ha visto con las integrantes del dúo punk Pussy Riot, que en el pasado han sufrido prolongados encierros. Las dos jóvenes artistas recientemente protagonizaron un videoclip en el que ponen al descubierto la corrupción del régimen, a riesgo de volver a ser enviadas al Gulag.
Tal parece que Donald Trump ve en Putin un ejemplo a seguir por su mano dura, su inflexibilidad y sus excesos, algo que preocupa a quienes se sienten orgullosos de los valores que hasta ahora han defendido los sucesivos gobiernos de este país. Ser admirador y aliado incondicional del presidente ruso, conocido por la falta de escrúpulos con sus adversarios y por su complicidad con el dictador Bashar Al Assad en Siria, devalúa a Estados Unidos ante la Unión Europea y todo el mundo libre. Equiparar los desmanes del gobierno ruso con la clase política estadounidense contribuye a empañar los cimientos de una democracia que es un referente mundial de la defensa de los derechos humanos y de la pluralidad.
El senador republicano John McCain, con el peso indiscutible de ser un patriota y héroe de la Guerra de Vietnam, advierte del peligro de un flirteo entre Washington y Rusia que puede derivar en el levantamiento de sanciones contra el régimen de Putin a pesar de sus incursiones en Ucrania. Para el ex candidato a la presidencia en 2008 es “increíble” que Trump iguale a “la nación más grande del mundo y que más ha ayudado a otros pueblos con la de Vladimir Putin, que es un asesino y un carnicero.”
Aunque se sabe que el presidente Trump no es amante de la lectura, le convendría leer Desde Rusia con amor. Ni James Bond se libra de los flechazos envenenados de Putin.
©FIRMAS PRESS
- 23 de enero, 2009
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