Tabaré Vázquez va tras las huellas de Hugo Chávez en Uruguay con su actitud autoritaria
El presidente de Uruguay Tabaré Vázquez anda de gira por Europa. En ese contexto, concedió una entrevista exclusiva a la Deutsche Welle. Lo que allí expresó permite captar los efectos embriagadores que el poder está provocando en su personalidad. Habitualmente es una persona medida en sus dichos. Pero en Alemania y ante una audiencia internacional se expresó en forma temeraria.
Refiriéndose a las medidas de control migratorio decretadas por el presidente de Estados Unidos Donald Trump, aseveró:
“Es terrible. Es un retroceso. Un país de inmigrantes como son los Estados Unidos… borrar de un plumazo su historia, es triste.”
Los antiguos griegos tenían claro la intrínseca relación entre moral y política. Todo rey sabía que sus acciones tenían consecuencias que recaían sobre la población. Por consiguiente, su responsabilidad para con sus semejantes era enorme. Un buen monarca debía cultivar la virtud de la sophrosyne (prudencia) y evitar el pecado de hybris (soberbia y desmesura). Si un rey mareado por el usufructo del poder cometía hybris, los dioses no se lo perdonaban y el castigo era terrible: lanzaban la peste sobre los habitantes.
Hybris es lo que ha cometido Vázquez por varios motivos:
Primero, porque no corresponde que opine sobre los asuntos internos de otros países. Encima, exhibe doble moral porque juzga la política interna de EE.UU. y simultáneamente, con respeto a la grave situación imperante en Venezuela declara que sus problemas “los tienen que resolver los venezolanos”.
Segundo, por su desubicación. Un mandatario de un pequeño y débil país como Uruguay no puede darse el lujo de criticar en un medio internacional al presidente de la nación más poderosa de la tierra. Es desmesura. Hybris que los “dioses” no dejarán pasar y el castigo, “la peste”, la pagarán los uruguayos.
Tercero, porque demuestra ignorancia de la historia de los Estados Unidos, error inexcusable en un mandatario que se considera autorizado a opinar sobre asuntos externos públicamente. El muro fronterizo con México comenzó a ser construido en 1994, durante la presidencia de Bill Clinton. Y Barack Obama en 2011, emitió una orden ejecutiva que prohibió la entrada de refugiados iraquíes a territorio estadounidense por seis meses.
Además, afirmó que en Venezuela hay democracia. Fundamentó su afirmación en “hay un Poder Judicial funcionando, un Poder Legislativo funcionando (donde la oposición es mayoría) y hay un Poder Ejecutivo con su presidente y vicepresidente. Esta es la figura fría del estado venezolano”.
La entrevistadora le preguntó, si “el hecho de que un poder como el Legislativo en Venezuela no logre hacer prosperar ninguna de sus iniciativas, no significa que no es parte de un juego democrático sano”. La respuesta de Vázquez fue: “Puede ser […] Quizás no sea la democracia que estamos, por ejemplo, acostumbrados en mi país”.
Tampoco era la “democracia” a la cual estaban acostumbrados los venezolanos hasta el arribo de Hugo Chávez. Se llegó al punto actual paulatinamente. El método fue la concentración de poder mediante la aniquilación de todos los mecanismos republicanos concebidos para que “el poder controle al poder”. La situación imperante en Venezuela es la consecuencia del despotismo: miseria moral, social, económica y política.
Desde esa perspectiva, no dejan de ser preocupantes las afirmaciones de Vázquez porque traslucen su concepción acerca del funcionamiento democrático.
Hay indicios que parecerían indicar que Vázquez va tras la huellas de Chávez. Para empezar, la asfixia económica a la que está sometiendo al Poder Judicial, una táctica utilizada por los déspotas para “domarlo”. Este proceso comenzó con la presidencia de José Mujica (2010-2015), quien se mostró airado porque la Suprema Corte le declaró inconstitucionales leyes por él promovidas.
Está dinámica parecería estar acelerándose con la segunda presidencia de Vázquez (2015-2020). Ahora le tocó el turno al Tribunal de Cuentas (TC).
El Tribunal de Cuentas es la “Entidad Fiscalizadora Superior que, con autonomía técnica, orgánica y funcional y en cumplimiento de la Constitución y las leyes de la República, ejerce el contralor de la Hacienda Pública en beneficio directo de la Sociedad”. Su función es pronunciarse sobre la legalidad de cualquier gasto efectuado por una autoridad.
Hasta ahora, las diferentes autoridades en diversos grados habían acatado sus pronunciamientos. Pero que se recuerde, en democracia nunca un gobernante se había esforzado por desprestigiarlo, para salirse con la suya de cualquier modo.
Y eso es precisamente lo que acaba de hacer Vázquez, con su empecinamiento para que el Estado uruguayo le compre a precio exorbitante un avión viejo a un amigo suyo. Los pormenores de ese asunto los mencionamos en un artículo anterior
Lo que nos interesa destacar en este, es el modus operandi de Vázquez para ir concentrando el poder. Si lo comparamos con Chávez, éste último era franco y daba directamente la cara al exhibir su autoritarismo; en cambio Vázquez opera tras bambalinas.
El TC objetó en dos ocasiones la legalidad de la mencionada compra. Ante esa situación, el Ejecutivo le solicitó a la Fiscalía de Gobierno que se expidiera sobre lo actuado por el TC, algo absolutamente improcedente.
La Fiscalía de Gobierno está sometida a jerarquía dado que sus integrantes son nombrados (y destituidos) por el Ejecutivo. Es un órgano que desde el punto de vista constitucional, no tiene relevancia.
El informe de la Fiscalía es una aberración porque se arroga la facultad de enjuiciar al TC. En su pronunciamiento descalifica a los ministros que objetaron la compra, los amenaza con “juicios políticos”, siembra dudas sobre su honestidad y afirma que sus argumentos son “irracionales”. Además, sostiene que el Ejecutivo puede actuar discrecionalmente.
Vázquez se apoyó en ese dictamen para reiterar el gasto, lo cual significaba que el asunto debía volver al TC para un nuevo estudio. Y entonces, siguieron ocurriendo cosas “extrañas”: uno de los ministros que había votado en forma favorable la objeción “renuncia”, y su lugar es ocupado por otro afín al gobierno. La División Jurídica del TC propuso en forma fundada mantener la observación, pero fue ignorada por los cuatro ministros oficialistas –cosa que nunca había sucedido con anterioridad- y apoyándose en el informe de la Fiscalía de Gobierno, levantaron la objeción.
Entonces Vázquez con cara de “yo no fui”, declaró que “Si no hay observación (del TC), no hay ningún tipo de ilegalidad […] Hemos actuado en todas las etapas con transparencia, con respeto a la institucionalidad jurídica del país y hoy nos reconforta que tanto el fiscal de gobierno, como el Tribunal de Cuentas, hayan avalado la compra”.
Parafraseando a Vázquez: “Es terrible. Es un retroceso. Un país republicano como Uruguay… borrar de un plumazo su historia, es triste”.
Hana Fischer es uruguaya. Es escritora, investigadora y columnista de temas internacionales en distintos medios de prensa. Especializada en filosofía, política y economía, es autora de varios libros y ha recibido menciones honoríficas.
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