Argentina: No se cumplirán las «metas de inflación»
Por Alejandro A. Tagliavini
Solo un “milagro” podría hacer que se cumpla cualquiera de las metas del gobierno. No veremos ni el crecimiento, ni las inversiones prometidas, ni las metas de inflación a pesar de casi todos los pronósticos a favor. Ahora, lo más preocupante de esto -y que realmente pone al país en jaque- no es tanto que los objetivos no se logren, sino que no sucederá porque son pura fantasía, no hay argumentos racionales detrás de esas metas. Existen todo tipo de “explicaciones” irracionales acerca de por qué la base monetaria creció 31.7% -según figura en el pasivo de la hoja de balance del BCRA- en 2016 pero la inflación la superó en 9 puntos llegando a 40.9%, según el Indec, superando en más de 11 puntos la suba del 2015 (29.2%), suponiendo que estos datos sean reales.
Dicen que se debió a una “inflación reprimida atrasada” (¿?) y otras tantas excusas. Ese aumento que no pueden explicar se debe en buena parte a las Lebacs -y ahora los pases- que son precisamente el instrumento preferido del BCRA para “combatir la inflación”. Así, las “metas” de la autoridad monetaria no solo tienen ningún fundamento, sino que el propio BCRA es su peor enemigo. Ya les gustaría a los políticos que las Lebacs fueran anti inflacionarias, así podrían emitir todo lo que quisieran -el sueño keynesiano- total después “neutralizan” la inflación absorbiendo billetes con la venta de papeles. Las Lebacs -y ahora los pases- por el contrario, son “doblemente inflacionarias”: porque lo son en sí mismas -estrictamente- y porque terminan reduciendo la producción de bienes y servicios al desviar fondos hacia la bicicleta financiera.
El error de creer que son anti inflacionarias proviene de un equivocado ejemplo neo clásico -la teoría económica hoy más popular- muy difundido: si hay diez pesos y diez manzanas cada manzana vale un peso (por relación directa), lo que es falso. La inflación nada tiene que ver con el precio de las manzanas -solo indirectamente- sino que es un problema intrínseco, propio de la moneda, es un problema de exceso de oferta y por sobre la demanda, independientemente del precio de la manzana. Así, lo que ocurre en la realidad es lo siguiente. Si hay diez pesos y diez personas quieren comprar manzanas, cada una podrá ofrecer hasta un peso por manzana. Pero si luego se emiten otros diez pesos, entonces, cada persona que sigue demandando dinero para comprar diez manzanas, ahora puede pagar hasta dos pesos por manzana. Y la inflación ya está producida, ya no tiene vuelta atrás porque se da en tiempo real. Como dice la sabiduría popular: los precios nunca bajan. Entonces, lo que el gobierno pretende es absorber dinero de modo de provocar una deflación que contrarreste a la inflación, lo que no tiene sentido. Lo que ocurre es lo siguiente. Supongamos que el gobierno ofrece Lebacs con el fin de absorber los diez pesos excedentes. Lo que provoca es un aumento de las tasas de interés, logrando que -estimemos- 6 personas en lugar de pensar en manzanas prefieran dejar ese dinero “invertido”.
Como el gobierno absorbe los excedentes, quedan los diez originales, pero ahora hay seis personas que ya no quieren comprar manzanas, quedan solo cuatro que demandan dinero para comprar y como hay diez pesos en el mercado (los originales), estas cuatro personas pueden pagar hasta dos pesos con cincuenta por cada manzana. O sea que aumentó la inflación por culpa de las Lebacs. Pero, además, este desvío de fondos hacia la bicicleta financiera hunde la productividad y por tanto provoca un aumento de precios -del IPC- que no es lo mismo que inflación. A la vez la caída en la productividad provoca una disminución en la demanda de dinero. Y aquí existe otro error en la economía neo clásica: confundir aumento del IPC con inflación. Insisto, la inflación es un fenómeno intrínseco de la moneda y, por tanto, directamente independiente del IPC.
Eventualmente un aumento del IPC puede darse como consecuencia de la baja en la productividad por descapitalización del mercado, aunque no exista emisión excesiva. Como caso interesante está el “ajuste de tarifas” encarado por Macri como consecuencia de la baja en los subsidios. En primer lugar, los precios deben ser fijados por el mercado en tiempo real y no digitados desde el gobierno, luego lo cierto es que los subsidios eran pagados por los contribuyentes que, además, solventaban la burocracia intermediaria. Lo que debió hacerse, entonces, era descontar los impuestos con los que se pagaban los subsidios más la burocracia, y luego cobrar las tarifas sin subsidios produciéndose un círculo virtuoso porque ahora, el contribuyente, pagaría tarifas más altas pero le sobraría lo que se gastaba en la burocracia. Y el IPC no habría aumentado, e incluso bajado.
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